Tod Browning fue el
encargado (no sin ciertas dudas) en ser el director de uno de los
pilares de los monstruos de "La Universal", ya que Browning
todavía no se había despegado del todo de su etapa en el cine mudo,
y el personaje de la capa al parecer no es que le hiciera mucha
ilusión. Aún así y con un corte en el presupuesto fruto de la
todavía doliente época del crack del 29, se consiguió comprar los
derechos a la familia de Bram Stoker, superando el escollo que no
logró 9 años antes el Nosferatu (1922). En un primer momento fue el
actor de las mil caras "Lon Chaney" el elegido para
interpretar al príncipe de las tinieblas, pero debido a su muerte,
se consideró a un actor rumano que ya había conseguido éxito en
Broadway en el papel de Drácula.
Bela Lugosi a través de una
exagerada interpretación mostrando un semblante hipnótico,
elegancia y sedienta mueca, fue capaz de hacerse con la encarnación
del monstruo de Bram Stoker que, a diferencia de otros actores como
Christopher Lee, Frank Langela, Gary Oldman y Gerard Butler entre
otros...no dispuso de los medios técnicos ni el maquillaje a
disposición de éstos, lo que hace que tenga especial interés para
mí, siendo en esta ocasión un Drácula desprovisto de colmillos,
sin sangre vista en sus labios y falto quizá del atractivo de otros
actores, pero su gestualidad me conmueve, sus ojos totalmente
abiertos sin pestañear y sus manos aparentemente agarrotadas
acercándose a sus víctimas son de una factura ejemplar. Dwight Frye
fue el encargado de hacerse cargo del desgraciado sirviente
comemoscas "Renfield", que ofreció una magnífica y
desquiciada interpretación que merece especial elogio junto a la de
Lugosi, comenzando los dos el viaje a Inglaterra pasando por alto la
parte de la historia en la que aparece Jonathan Harker en el relato
original.
Del Drácula de 1931 me quedo con, además de las
comentadas interpretaciones de Lugosi y Frye, una increíble y
tenebrista fotografía obra de Karl Freund (ayudante también en la
dirección de la película), y unos góticos a la par que
romanticistas decorados plagados de ruinas, telarañas y sombras por
doquier. Me gustaría destacar escenas en Drácula (1931), tales como
la de la aparición de las manos apartando los ataúdes, además de
los duelos dialécticos entre Van Helsing y su mortal enemigo, sin
olvidarme de los repetidísimos diálogos: -Yo nunca bebo vino- y
-escuche, son los hijos de la noche-. Como anécdotas contar que Bela
Lugosi fue incapaz de apartarse del personaje que lo llevó a la
tumba, encasillándole por completo de por vida y llevándole a
hacerse adicto a la metadona, con la locura como consecuencia de su
mala llevada fama. Lugosi fue enterrado vestido de conde Drácula, y
su amigo Peter Lorre llegó a bromear comentando que antes de
enterrarle habría que clavarle una estaca. Años más tarde Martin
Landau lograría un Oscar siendo Lugosi en "Ed Wood".
Existe una versión española de Drácula rodada por George Melford
con los mismos decorados de 1931 y protagonizada por Carlos Villarías
que es considerada por algunos como mínimo, de igual calidad a su
equivalente.
Director: Tod Browning, Karl Freund.
Intérpretes: Bela Lugosi, Helen Chandler, David Manners, Dwight Frye, Edward Van Sloan,Herbert Bunston.
Escena:
Reseña escrita por Cristóbal Jiménez
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