Se trata de una película de finales de los 90, que tomando buena cuenta de los thrillers de los setenta, se adapta a un tipo de violencia más refinada donde el grupo de delincuentes seleccionados no cuentan su biografía en ningún momento.
Es más, la trama se construye para destacar ante todo la acción y se basa en utilizar el anonimato de los atracadores para que sean percibidos como meros elementos al servicio del plan de robo, entendido como una verdadera partida de ajedrez.
Todos ellos son curtidos y eficaces especialistas. Cada miembro seleccionado para formar este equipo ha sido adiestrado por motivos diferentes y por gobiernos diferentes en tareas de espionaje, utilización de explosivos, equipos electrónicos, escapadas o uso de armas de fuego.
Ya no estamos frente a una banda de gánsters organizados, ni frente a delincuentes comunes. Las mafias de las películas de antaño han sido sustituidas por auténticos especialistas formados en los servicios de espionaje y en las guerras secretas. Son ejecutores de obediencia ciega. Y es en ese pequeño aspecto, adornado con la explicación por parte de uno de los personajes durante el metraje, la leyenda japonesa de los 47 Ronin, es en lo que se basa el título de la obra:
Samuráis sin dueño que fueron traicionados y tras vengarse eligieron el camino del honor, suicidándose antes de ser mercenarios sin dueño. Así son más o menos, pretenden presentarnos a los profesionales de este atraco. Hombres que no realizan preguntas, ni obtienen respuestas, son los mejores en su trabajo, convirtiendo el anonimato en su modo de vida. Esa aureola de misterio y misticismo alrededor de una profesión tan vieja como la vida misma le queda muy bien a la película, apoyado además por una muy adecuada banda sonora de Elia Cmiral, cargada de melancolía, sobre todo por la utilización del instrumento de origen armenio, el duduk. Instantes íntimos que sobresalen en una cinta en continuo movimiento gracias a un ritmo que Frankenheimer maneja con envidiable pericia, especialmente en sus estupendas escenas de acción.
Este grupo de especialistas deben encargarse del robo de un maletín. No reciben ninguna información más que la imprescindible para perpetrar el acto. No saben quién los dirige ni realmente qué están robando. El atraco deberá realizarse mientras el maletín es transportado en una caravana de coches blindados.
John Frankenheimer nos sorprende, tomando como excusa un robo para rodar una gran película de acción. Al contrario que en sus otras películas de sólidas narraciones con grandes mensajes, Frankenheimer demuestra que un buen cineasta también puede acercarse al thriller de acción revelando su gran destreza y valentía con el uso de la cámara en las espectaculares persecuciones por carretera y en el uso escenas dotadas de gran ritmo y movimiento. Este film no tiene nada que ver con las mejores joyas que nos dejó este director comprometido en la década de los sesenta.
En la filmografía de Frankenheimer encontramos películas tan destacables como "El hombre de Alcatraz (1962)", "Plan diabólico (1966)" ,"El tren (1964)" o "Los jóvenes salvajes (1961)".
El abordaje del director lleva implícito su sello de artesano. Desde su perspectiva basada en una óptica más clásica es capaz de deleitarnos con unas persecuciones por carretera magistrales, sin artefactos, visualmente directas y de un ritmo frenético.
La fotografía de Robert Fraisse unida a los excelentes encuadres y seguimientos de la cámara nos deja ver carreras de coche casi imposibles y grandes colisiones que parecen llevar una coreografía acompasada con el ritmo del film.
Estas escenas constituyen el núcleo fundamental del relato, erigiéndose probablemente en una de las últimas grandes persecuciones realizadas en cine de forma real, sin efectos de ordenador. Sus complementarios tiroteos y las persecuciones a pie dan lugar a un film que es puro entretenimiento visual. Podemos contemplar planos aéreos excelentes y un movimiento endiablado de coches enfrentados en carriles opuestos, todo ello montado casi al milímetro, para que las persecuciones en coche asuman el protagonismo en una cinta que se no se sustenta en una sólida trama, pero si en la visión de buen cine.
"Ronin" es una película notable por el número de persecuciones en coches, especialmente una de ellas bastante larga a través de las calles y túneles de París, tanto así que algunas escenas requirieron hasta 150 especialistas.
El trabajo realizado en las persecuciones con coches ha sido una debilidad de Frankenheimer, que era un antiguo piloto de carreras. Él mismo eligió filmar estas secuencias de forma real, sin efectos especiales, para obtener un mayor nivel de autenticidad. De hecho, en muchas de las escenas a alta velocidad estuvieron los actores en los vehículos. Skipp Sudduth hizo casi todo conduciendo él mismo, mientras que otros coches eran conducidos por especialistas con el volante en el lado derecho del vehículo y los choques eran realizados también por un especialista.
La carencia más notable de la película reside en la excesiva simplicidad argumental, una historia de un grupo de mercenarios enfrentándose por una maleta y su valioso contenido. El gran Mcguffin del relato, la maleta, algo de lo que Hitchcock estaría orgulloso, es uno de los aciertos de un guion escrito por J.D. Zeik y David Mamet, utilizando el pseudónimo de Richard Weisz. También notamos falta de inspiración cuando se trata de dosificar el suspense en relación a algunos de los personajes y sus motivaciones, las cuales no quedan demasiado claras, haciendo que por momentos la historia sea algo incomprensible a pesar de su simpleza.
Pero el director lo solventa con su dominio de la cámara y reuniendo a un sólido elenco: Robert De Niro repite una actuación tan excelente como en "Heat (1995)", además de contar con: Jean Reno, como compañero que da la réplica a De Niro; Natascha McElhone, como la mujer fría y calculadora encargada de dirigirlos, además de contar con Stellan Skarsgård, Skipp Sudduth, Jonathan Pryce y Sean Bean que por una vez no muere, aunque lo hagan desaparecer por humillación.
En conjunto, una película en la que se nota el buen hacer de un gran cineasta y donde el divertimento está servido para disfrutar de la velocidad de la carretera aderezado con cierto misterio y suspense para ejecutar el difícil atraco y el misterio que le rodea.
Director: John Frankenheimer.
Interpretes: Robert De Niro, Jean Reno, Natascha McElhone, Stellan Skarsgård, Skipp Sudduth, Jonathan Pryce, Sean Bean.
Trailer:
Escena:
B.S.O.:
Reseña escrita por Bárbara Valera Bestard
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