Suele decirse que la realidad siempre supera a la ficción y qué mejor ejemplo que este particular suceso que aconteció en una calurosa tarde de 1972.
Se trata de un relato complejo e interesante donde se describen todo un abanico de acontecimientos, tanto desde la perspectiva social e histórica del momento, como desde el punto de vista individual de un sujeto que representa y ejemplifica el cambio social que se está viviendo en las calles. La década de los setenta en EEUU fue una época de transición, a menudo muy marcada por la confusión, la frustración y una marcada sensación de que América había perdido su orientación y su prometedor rumbo del pasado. Los estadounidenses, que hasta entonces habían creído en el sueño americano, en que el esfuerzo individual era capaz de lograr la promoción de todos y, al mismo tiempo hacer prosperar al conjunto de una sociedad, comienzan a desilusionarse.
A comienzos de los años setenta, los Estados Unidos experimentaron una profunda transformación económica, en el mismo momento en que se desencadenaba la crisis que contribuyó a que apareciera esa nueva clase de pobres. El gasto provocado por la Guerra de Vietnam, unido a la voluntad de mantener las conquistas sociales, produjo un cambio fundamental cuyas consecuencias multiplicaron la crisis por la elevación del precio del crudo petrolífero.
"Podéis llamarme El perro. Ese es mi apodo". Así se presentaba siempre John S. Wojtowicz, el hombre que el 22 de agosto de 1972 entró armado en una sucursal del Chase Manhattan Bank en el barrio neoyorquino de Brooklyn acompañado por dos cómplices. El atraco fue un fracaso. La policía rodeó inmediatamente la oficina bancaria y la zona se llenó de curiosos y de medios de comunicación.
El póster de la película describe la película con las siguientes frases: "El atraco tenía que haber durado diez minutos. Cuatro horas más tarde el banco era un circo. Ocho horas más tarde era la emisión en directo más importante de la televisión. Doce horas más tarde era historia. Y todo es completamente real".
Sonny Wortzik (Al Pacino), es un neoyorkino de Brooklyn, sin experiencia en atracos que decide inesperadamente dar el golpe a una pequeña sucursal bancaria ayudado por dos amigos. Entran en el banco a cara descubierta y con las armas en la mano, por lo que el más joven del grupo se arrepiente y abandona el atraco incluso antes de que éste pueda llevarse a cabo. Wortzik queda solo con su amigo Salvatore Naturile, Sal, (John Cazale). Como si la buena fortuna hubiera decidido a abandonar a estos dos personajes, las complicaciones van sucediéndose de forma cada vez más inesperada y absurda: la caja fuerte no tiene tanto dinero como esperaban y mientras intentan llevarse el poco dinero de la sucursal, el perfeccionismo de Wortzik al intentar quemar unos documentos que los incriminen, se convierte en su peor enemigo, al ser el detonante que alerta a la policía de que el banco está siendo atracado.
Al carecer de un estructurado plan logístico, los actos de ambos atracadores se convierten en una concatenación de actos improvisados, más determinados por sus errores que por la finalidad de conseguir el dinero. Mientras piensan cómo poder abandonar el banco, ya están rodeados por un centenar de policías, acusados de secuestrar a un grupo de trabajadores, los cuales observan expectantes los extravagantes acontecimientos.
La policía, el FBI, los medios periodísticos y miles de curiosos se arremolinan en torno al banco: El espectáculo está servido para los medios de Comunicación y Sonny comienza a revelar gradualmente cuáles son los curiosos motivos que lo han obligado a realizar un acto delictivo, sin tener intención de hacer daño a nadie realmente. Los rehenes del banco comienzan a simpatizar con Sonny, y él inicia las negociaciones con el policía Eugene Moretti (Charles Durning), que pronto es reemplazado por el agente del FBI, Sheldon (James Broderick).
El relato cambia radicalmente de rumbo en el momento en que Sonny debe salir a la calle para hablar con la policía. Su discurso arenga a todos los curiosos que por allí pasan, los cuales terminen por simpatizar más con el delincuente que con la policía encargada de mantener el orden público. La narración cambia de ritmo y se bifurca en torno a dos grandes temas: Lo que sucede fuera del banco, a modo de retrato social de la época, donde las manifestaciones pacifistas y las pancartas manifiestan el apoyo a los secuestradores y se rebelan contra los poderes públicos, contra las figuras de autoridad representadas por los antidisturbios, frente a una trama más intimista, la que nos va contando la vida de este peculiar personaje.
El guión fue adaptado por Frank Pierson, basado tanto en los artículos periodísticos de P.F. Kluge y Thomas Moore, como en el libro escrito por Leslie Waller.
El guión fue adaptado por Frank Pierson, basado tanto en los artículos periodísticos de P.F. Kluge y Thomas Moore, como en el libro escrito por Leslie Waller.
Sidney Lumet nos regala una magistral dirección de actores. Una de las mejores interpretaciones de Al Pacino junto al siempre brillante y discreto John Cazale constituyen el alma del relato. Ambos actores le dan la fuerza y el carisma necesario a estos dos personajes para que puedan convertirse en héroes populares en vez de dos freakies fracasados.
La tensión narrativa es impecable, así como el manejo del tiempo fílmico, imprescindibles para transformar los elementos de un melodrama en un auténtico thriller, donde la acción siempre está contenida, pendiente de estallar, como la tensión a la que se ven sometidos nuestros ladrones protagonistas, no sólo durante el atraco, sino durante el relato que nos desvelando toda su vida.
La fotografía de Victor J. Kemper se encarga tanto de enmarcar unos excelentes primeros planos del dueto protagonista como de ofrecernos magníficas panorámicas a vista de pájaro de lo que está sucediendo en las calles que rodean al banco. La imagen, perfectamente acoplada al guion se encarga de remarcar esa diversificación del relato desde su perspectiva social y desde su visión más intimista de un singular personaje.
John S. Wojtowicz, el personaje real que vivió tras aquel suceso, fue localizado por los cineastas Allison Berg y Frank Keraudren, los cuales comenzaron a interesarse por este personaje después de ver una tarde la película de Sidney Lumet. Consiguieron localizar a Wojtowicz en 2002, cuando ya había cumplido la pena de cárcel por el atraco que cometió, y decidieron rodar un documental sobre su historia. En aquellos años, sus amigos y conocidos le llamaban, The Dog, el perro, en homenaje al título original del film que había recreado su intento de robo, Dog Day Afternoon.
A lo largo del documental, gracias a testimonios de amigos y familiares como su primera esposa Carmen Bifulco, de su madre y de la que fue su pareja, Ernest Aron, vamos descubriendo la compleja personalidad de este hombre que fue compromisario del Partido Republicano, soldado en Vietnam y, más tarde, activista en defensa de los derechos de gays y lesbianas. En un momento de la película él mismo se define como un adicto al sexo. "No fumo ni bebo. Tampoco tomo drogas ni soy un jugador. Soy un ángel", bromea. "Me considero un romántico. Cuando conocí a Ernie fue un flechazo. Y por eso, como la quería tanto, hice lo que hice aquel 22 de agosto de 1972".
También se recuerdan los entresijos y los preparativos de ese sorprendente robo. "Antes de ir al banco, fuimos a la calle 42 a ver El Padrino”, explica Wojtowicz.
Mientras se rodaba El documental "The Dog", John Wojtowicz enfermó de cáncer y finalmente falleció en 2006. Los cineastas tardaron más de una década en poder completar el documental.
Es la amarga crónica de un personaje inclasificable, a veces tierno, otras divertido y en ocasiones patético, que saltó a la fama por un frustrado atraco y que se convirtió en carne fresca para la prensa más sensacionalista.
Título original: Dog Day Afternoon.
Director: Sidney Lumet.
Intérpretes: Al Pacino, John Cazale, Charles Durning, Carol Kane, Chris Sarandon, Sully Boyar, Penelope Allen.
Trailer:
Escena:
Reseña escrita por Bárbara Valera Bestard
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