El 4 Julio de 1900 nace un bebé varón en casa de los Sims, su padre lo alza sobre su cabeza y le augura un gran futuro. Sin embargo, el primer gran evento que le reserva la vida a nuestro protagonista, John Sims, es quedarse huérfano de padre con 12 años. Al cumplir los 21, henchido de orgullo y grandes ideales, con su narcisismo por bandera, se dirige hacia la Gran Manzana. Una vez allí, su principal y permanente objetivo será "Ser alguien importante", pero los acontecimientos de la vida y la realidad se imponen dificultando su deseado e ideal logro.
A lo largo de este intenso melodrama, se sucederán toda una serie de acontecimientos. Algunos de ellos, inmersos en la cotidianidad, destacarán por su gran realismo y sencillez, llenos de pequeños detalles en los que cualquiera puede verse identificado, como son la descripción de las fases en la convivencia de una pareja o las relaciones en el mundo laboral. Otros acontecimientos destacarán por su gran dramatismo, sin excesos, perfectamente encajados en el relato.
Toda una serie de vivencias encadenadas de forma perfecta, ambientadas en los años veinte y protagonizadas por un hombre que siempre intenta destacar de la multitud como única forma de sentirse bien consigo mismo. Una lucha permanente que le deparará todo tipo de decepciones, hasta llegar a admitir cuáles son las cosas importantes que la vida le reserva.
King Vidor dirige magistralmente una historia cotidiana y realista, convertida en todo un documento sobre la progresión hacia un mundo moderno en la gran ciudad de New York.
Podemos ver varias escenas destacables, como los planos de la ciudad. Tras un breve plano, insertado en la serie inicial, se muestra Nueva York abarrotada de transeúntes y vehículos, donde se ven dos imágenes superpuestas del tráfico de las calles, si no fuera porque una ligera panorámica muestra que la sobreimpresión no es tal, sino el reflejo en un cristal del otro lado de la calle.
Otra imagen llamativa, tanto más importante por su significado central en la película, es el magistral plano en el que a John Sims niño, le comunican la muerte de su padre en las escaleras de subida a la casa. Se crea así un espacio cinematográfico con una gran profundidad de campo, y es desde este prisma, un pasillo por donde asciende el protagonista dejando abajo, al fondo la multitud expectante donde se establece de forma visual toda la declaración de principios que configuran la historia: El deseo del individuo por ascender y desvincularse de las masas, que en lo sucesivo quedará siempre marcada por una sensación de amargura y soledad, de dolor en sus diferentes vertientes.
La imagen del pasillo como lugar de tránsito, de la existencia por donde deambula John, será recurrente en el film: en las oficinas, en el vagón coche-cama del tren, en la sala de la maternidad, entre las colas de parados, en el puente sobre las vías del ferrocarril.
Veremos la influencia de Vidor y su forma de filmar, de mostrar un rostro entre la multitud y plasmar un entorno empresarial inhóspito e inhumano en El apartamento (1960) de Billy Wilder.
La película es sencilla pero intensa, real, y en ocasiones tan dura que en su momento no consiguió el favor del público, no era una película para evadirse. Pero su ritmo, su calidad de imágenes, esos planos de ciudad e interior tan espectaculares y el mensaje que transmite la han convertido en una de las mejores películas de su época que mantiene todo su vigor e interés a día de hoy.
"No sabemos lo grande y lo resistente que es la multitud hasta que estamos en desacuerdo con ella".
Título original: The Crowd.
Director: King Vidor.
Intérpretes: James
Murray, Eleanor
Boardman, Bert
Roach, Estelle
Clark, Daniel
G. Tomlinson, Dell
Henderson.
Escena:
Reseña escrita por Bárbara Valera Bestard
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