El reciente trailer de
Cazafantasmas 3, o lo que es lo mismo "Las Cazafantasmas" me empuja a hablar de
su antecesora, la jocosa "Cazafantasmas 2". 5 años después de los
acontecimientos ocurridos en la primera aventura, llega de nuevo la hora de
"nuestros chicos"... puesto que la ciudad de N.Y. había olvidado a los
Cazafantasmas. Obligados ahora a subsistir como puedan Aykroyd y Hudson (Ray y
Winston), tienen que asistir a orfanatos y colegios para hacer de payasos
animadores de fiestas infantiles mientras Egon (Ramis) se dedica a sus
estudios científicos y Venkman (Murray) presenta un programa de televisión de
segunda clase con temática paranormal.
La apatía de nuestros muchachos y las
añoranzas de la gloria pasada se hace patente en sus aburridas vidas que se han
vuelto patéticamente cotidianas hasta que los fantasmas vuelven a asolar la
ciudad que nunca duerme. Cazafantasmas 2, inferior a todas luces a su
antecesora aún así tiene elementos que la hacen todavía simpática y
bienintencionada. La amenaza fantasmal en esta ocasión viene dada por un
espectro encerrado en un cuadro que responde al nombre de Viggo, un antiguo
tirano cárpato hechizado (Wilhelm von Homburg), dicho cuadro está bajo la
supervisión de un proceso de restauración al cargo de Sigourney Weaver (Dana
Barret, ex-amante de Veckman y anterior cliente de los Cazafantasmas).
El hijo
de Dana Barret será el cuerpo elegido por el espectro cárpato para volver a la
vida sirviéndose de la obediencia del encargado del museo de Manhattan, un
patoso Peter McNicol que ayuda a Viggo a modo de fiel lacayo. En esta secuela
quizá a modo de sensiblera moraleja se induce a mostrar que el mal carácter, el
odio y la antipatía son capaces de crear un viscoso y rosa fluido mucoso que
recorre en forma de río el alcantarillado de la ciudad de New York, que no es
sino la esencia de toda la negatividad de sus ciudadanos y que los fantasmas y
espectros aprovecharán para instaurar su reino de terror. Así que "lo
fantasmal" no es más que el caldo de cultivo del mal comportamiento de unos con
otros en la ciudad neoyorquina, y que los 4 cómicos atrapa espectros
reorientarán hacia el bien utilizando sus famosos rayos de sus mochilas
nucleares. Mucho cachondeo, cantidades ingentes de mocos rosas y música gospel
unido todo ello al mayor símbolo que une a los ciudadanos americanos que se
precien (la estatua de la libertad), con el monumento erigido en la isla Ellis
surcando el río Hudson y paseándose por las avenidas callejeras para levantar
energía positiva, provocarán la desaparición del mal comportamiento para que
los Cazafantasmas puedan enfrentarse al terrorífico tirano pintado en un
lienzo.
En la secuela de Ghostbusters el humor absurdo presidido por Bill
Murray con sus chicos, protegiendo de nuevo a Sigorney Weaver y a todo New York
destila muy buen rollo y mucho efecto especial junto a la cañera música de Ray
Parker Junior y Randy Edelman. Los Cazafantasmas en su segunda aventura son
capaces de nuevo de echar a todo el mundo a la calle para infundir ánimo,
alegría y festivalera sintonía, divirtiendo al espectador en una secuela que
cumple con su misión. A los mandos, el director con especial mano para la
comedia alocada (Ivan Reitman)... ahí es nada. Me quedo entre otras, con
secuencias tan irónicas como el desafío alocado de Venkman al amenazador
retrato en el cuadro mientras le saca fotografías Polaroid, como si el espectro
del lienzo fuera una modelo de revista, a la vez que le grita: -¡¡Sí, Sí,
vamos, destrózame!!-, añadiendo como curiosidad la cara del estupefacto Cheech
Marin (actor fetiche de Robert Rodríguez) al ver al Titanic atracando en el
puerto con sus fallecidos pasajeros pululando con sus almas en pena, espetando:
-Bueno, mejor tarde que nunca-. Precisamente, es lo que ocurre con Cazafantasmas
3, 27 años después...¡Ya era hora! ¿A Quién vas a llamar?
Título original: Ghostbusters 2.
Director: Ivan
Reitman.
Intérpretes: Bill
Murray, Sigourney
Weaver, Dan
Aykroyd, Harold
Ramis, Rick
Moranis, Ernie
Hudson, Annie
Potts, Peter
MacNicol.
Trailer:
B.S.O.:
Reseña escrita por Cristóbal Jiménez
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