IT FOLLOWS (2014). El sexo mata.

Jay (Maika Monroe) es una joven adolescente como cualquier otra, recién salida de secundaria. Le gusta pasar el tiempo con los amigos y la familia haciendo las cosas normales de todo joven. Un buen día comienza a salir con Hugh (Jake Weary) otro joven aparentemente "normal". En una noche de pasión, Hugh "le traspasa" una maldición, que solamente puede ser contraída mediante el acto sexual. Dicha maldición será más que una pesadilla para Jay y sus amigos.

El cine de terror es sin duda uno de los géneros en los que se percibe de manera más acusada la sensación general de que todo está ya inventado. Cada vez es más difícil sorprender y asustar a un tipo de espectador de vuelta de todo dentro de un género con unas reglas demasiado rígidas que dejan un escaso margen de maniobra, ademas la cantidad ingente de producción con estas premisas hace que solo unas pocas escogidas sobresalgan de entre la mediocridad general.

"It Follows" es una de las que sobresalen y con mas fuerza, sin ser un film que alcance la perfección si resulta una muestra de lo mas estimulante y sin duda un soplo de aire fresco dentro de un género al que le hace mucha falta nuevas propuestas que se alejen de los clichés y los lugares comunes tan en boga en los productos actuales que optan por el susto fácil y/o los excesos de casquería en historias de lo mas previsible, antes que por la innovación o por la creación de atmósferas.

El mayor acierto del segundo film como director de David Robert Mitchell reside en la creación de una atmósfera de tensión constante realmente lograda, usando como principal y casi único recurso el encuadre y la profundidad de campo de su cámara. De esta manera y por el propio planteamiento de la trama, consigue mantenernos realmente tensos y en situación de alerta inminente en las escenas teóricamente tranquilas que ocurren a plena luz del día y en espacios abiertos, incluso más que en las que se desarrollan en interiores donde utiliza trucos más clásicos.

Cada figura al fondo de un plano o en cualquier esquina puede suponer una amenaza mortal o ser un simple transeunte que pasa por allí en un Detroit aparentemente semidesertico. También ayuda a la sensación de incomodidad su extraña banda sonora a base de sintetizadores que, aunque la película no muestre indicios sobre la época en la que se desarrolla, le da un tono ochentero de lo mas evidente.

El perseguidor es un ente capaz de cambiar de forma, y podría ser descrito como la encarnación misma de la paranoia. Este sujeto amenazante, que sólo ella ve, puede adoptar múltiples apariencias físicas, incluso las de personas que la víctima ya ha visto o conocido; esto responde a un dispositivo salvaje y freudiano que acentúa brillantemente el trauma y la desesperación del afectado. El perseguidor puede presentarse como un hombre desnudo encima del tejado de una casa, una anciana sonriente en la calle o una joven que deambula por la playa. Cuando aparece, por lo general, el perseguidor es vislumbrado a la distancia caminando lentamente hacia su víctima como un zombi inexpresivo y silencioso.

La desesperación de ser perseguido por algo relativamente lento, pero implacable. En este sentido, se quebranta el cliché de las persecuciones a toda velocidad; puedes desplazarte mucho más rápido que el elemento que te persigue, pero ten la certeza que tarde o temprano te alcanzará. Mitchell apuesta por un terror sin efectos visuales ni juegos digitales pero al mismo tiempo consigue al desnudarla de efectos superfluos que distraigan nuestra atención que la película sea magnética, perturbadora y profundamente desasosegante.

El director nos revela una nueva perspectiva genérica en un film que busca la esencia del miedo para mostrarnos, sin aderezos ni juegos dramatúrgicos, nuestra vulnerabilidad, cómo sobrevivimos y llevamos nuestros miedos más intensos y profundos. La película, en su sencillez, es revolucionaria. Limpiar de efectos para mostrar la esencia del terror.