La tendencia de recurrir a los
orígenes de mitos del cómic y personajes fantásticos, al parecer también ha
alcanzado a la literatura. Moby Dick, escrita en 1851 por Herman Melville, es
una epopeya norteamericana por excelencia, incluso Nathaniel Hawthorne la
calificó como heredera de la épica de Homero para agrado de su autor admirador
del aquél. La novela de una obsesión de venganza contra un enorme escualo
blanco tuvo su inspiración allá por 1820 cuando el ballenero Essex fue hundido
y los sobrevivientes fueron acechados por el animal el cual con una firmeza de
venganza cuasi humana les llevó a la deriva por algo más de 3 meses en los
cuales para sobrevivir tuvieron que recurrir a su ingenio e inevitablemente a
actos abominables.
La historia en el film de Ron
Howard comienza con la llegada del escritor (Melville, interpretado por Ben
Whishaw) a la vivienda de un marinero retirado (Brendan Gleeson) a quien ofrece
una buena cantidad de dinero para que le relate lo sucedido en su juventud pues
siente que es carne de una gran historia literaria. Al principio se niega pero
por intervención de su esposa accede a narrarle aquella ocasión cuando siendo
un grumete formó parte de una expedición en un barco ballenero cuya misión era
recolectar al menos 2000 barriles de aceite de escualo. Al mando del capitán
George Pollard Jr. (Benjamin Walker) marino por tradición familiar y quien
arrebata la dirección de la nave a Owen Chase (Chris Hemsworth) por intereses
de los navieros estableciéndose una fuerte rivalidad entre los dos, la cual
trae como consecuencia una serie de desafortunadas decisiones por parte del
comandante llevando las simpatías de la tripulación (y del público) hacia el
primer oficial.
El ex marino relata las
peripecias en las que la embarcación sufre daños pero alcanza su destino desde
la isla de Nantucket en el Atlántico rumbo al sur, atraviesan el Cabo de Hornos
al sur de Chile y a 2000
millas al oeste del Ecuador en mar abierto logran
divisar al objeto de su búsqueda. Estando realizando un aprovisionamiento en
costas ecuatorianas un mutilado oficial de navío español (Jordi Mollá) les
advierte de una enorme ballena blanca que es la guía de una manada de ellas.
Cuando van tras su propósito es precisamente la líder quien para defenderse
provoca la destrucción de la nave y la posterior aventura de los
sobrevivientes.
Una película de aventuras
marítimas que nos refiere inmediatamente a la epopeya Hustoniana del año 1956
donde nuestro rebelde realizador favorito nos relataba la ciega obsesión del
capitán Ahab por perseguir y vengarse del monstruo marítimo Moby Dick. En esta
ocasión Ron Howard se abstiene de bautizar a la ballena y aunque es una parte
fundamental en el desarrollo de la historia se concentra más en la interacción
de los personajes (la arrogancia, la envidia, la codicia y por supuesto también
la camaradería entre los marineros) y su eventual desventura y esfuerzos por
sobrevivir en mar abierto.
Un film emocionante, bien
realizado y a mi parecer con el propósito de entretener al público por 2 horas
sin carga filosófica abrumante sino más bien con acción física dosificada para
que el espectador salga agradecido por haber disfrutado de una buena cinta
olvidándose por un momento de su entorno. Cine de evasión evidentemente, no
pidamos más, pero las palomitas se atragantaran en tu garganta con la excelente
visión de espectáculo del director.
Reseña escrita por Carlos Fernando Carrión Quesada
Título original: In the Heart of the Sea.
Director: Ron
Howard.
Intérpretes: Chris
Hemsworth, Benjamin
Walker, Cillian
Murphy, Tom
Holland, Ben
Whishaw, Brendan
Gleeson, Michelle
Fairley.
Trailer:
B.S.O.:
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