NEW YORK, NEW YORK (1977). Scorsese a ritmo de jazz.

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Debería comenzar advirtiendo que soy una fan incondicional de Martin Scorsese, lo cual implica que por muchos errores que este director cometa profesionalmente, yo siempre intentaré encontrar algo bueno en cada uno de ellos. Me he permitido traer esta compleja película, que en su momento me pareció demasiado densa y larga. Una película maldita para su director, ya que supuso un fiasco de taquilla tras un enorme desembolso económico por parte de los estudios de Cine. Este fracaso le dolió a Scorsese más de lo que a menudo ha querido admitir. Desde luego, esta cinta se aleja mucho de su mejor cine, lo cual no significa que no podamos encontrar escenas memorables dentro del mismo. 


Desde mi punto de vista, el gran fallo de Scorsese, un tipo que habla tan rápido porque su cabeza funciona a mil revoluciones, radicó en creer que un espectador pudiera sentase más de dos horas frente a un film y tener la capacidad de apreciar infinitos detalles de ingenio realizados con la cámara, captar los diferentes estilos musicales, ya fuera en un club de jazz como en grandes escenarios de musicales, además de añadir una intensa historia de amor. Todo eso es demasiado, demasiados cambios de registro, demasiadas mezclas musicales, y la concentración de una mente normal tiene un límite de tiempo. 

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Después de haber leído sobre cómo se rodaron algunas escenas, de haber educado algo más mi mirada hacia la gran pantalla, he podido apreciar que el gran genio de Scorsese sigue ahí, dentro de este film fracasado, que no lo hubiera sido si en vez de un largometraje, el director lo hubiera convertido en una miniserie para la HBO. Así que, sí, después de tantos años, me sigue pareciendo una película demasiado densa, que intenta albergar demasiados temas al mismo tiempo. Scorsese pagó caro su primer fracaso, ya que sería acusado de megalomanía, la excusa perfecta para que los grandes estudios de Hollywood atacaran a la famosa pandilla de cineastas superdotados que revolucionaron el cine de la época. Martin era uno de los integrantes del cine de autor norteamericano surgido en los setenta. Luego vendrían los excesos de los Coppola, Cimino y Spielberg. Hollywood no se podía permitir que esta pandilla de superdotados cineastas, que exigían amparados en su talento grandes desembolsos económicos de sus productoras, triunfaran de manera continuada, y no fueron pocos los que se alegraron de estos fracasos. Sea como fuere, Scorsese aprendió pronto la lección y sus siguientes proyectos serían escogidos con cautela.

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Volviendo a la película, ésta trata de reflejar la vida de dos personas que entienden la música de forma diferente, que pertenecen a ambientes musicales opuestos y que coinciden en la ciudad de New York en 1945, justo tras la victoria sobre los japoneses.  Jimmy (Robert De Niro) es un impetuoso saxofonista. Un músico extremadamente talentoso e innovador, que pese a ser blanco se identifica más con la música de Jazz, limitada en aquella época a los clubes de gente de color, que a los contratos que le pueden ofrecer como saxofonista en orquestas para grandes bailes de salón. En realidad, esa permanente inquietud por encontrar acordes diferentes y su pasión en su profesión, no deja de ser un alter ego, versión músico, del director. Por el contrario, Francine (Liza Minnelli) es una convencional cantante de orquesta representativa de la época.  Se conocen gracias a la persistencia de Jimmy por conseguir una conquista de una sola noche, pero la sorpresa surge cuando Francine, que acompaña casualmente a Jimmy para una prueba de contrato, salva la situación que el mal carácter del músico ha provocado, cantando y acompañando sus acordes del saxo. El dúo es todo un éxito, pero Francine abandona a Jimmy y a su nuevo contrato como dúo para mantener su trabajo estable como cantante de orquesta itinerante. En una loca y pertinaz persecución por todo el país, Jimmy no cede hasta que la encuentra y es contratado en la misma banda que ella. Juntos en lo personal y en lo profesional atravesarán diferentes etapas hasta alcanzar el éxito con la orquesta, pero el inesperado y muy mal encajado por Jimmy embarazo de Francine, la obliga a volver a New York, mientras él sigue en la carretera, tocando de pueblo en pueblo y acumulando fracasos sin su cantante estrella.

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Ella, mientras tanto, se dedica al mundo de la publicidad y es contratada para grabar discos. Jimmy, sigue fiel a su estilo musical y toca en pequeños clubes nocturnos, una vez fracasada la orquesta, sin importarle el embarazo de ella. Es el comienzo de una tormentosa relación que pondrá a prueba su capacidad para encontrar el equilibrio entre su pasión por el jazz y el amor que los une. El nacimiento del hijo de ambos supondrá la ruptura definitiva como pareja, a pesar del gran amor que se tienen, ya que terminan por entender que sus vidas no son compatibles.

Un gran fundido en blanco, nos trasladará varios años después, con Francine convertida en una famosa cantante de musical. En este tramo, los números musicales de Liza Minnelli aunque brillantes y cuidados hasta el límite, prolongan demasiado el metraje. Ahora, Jimmy dirige un club de jazz, donde tocan él mismo y sus antiguos compañeros de color. Por fin ha alcanzado el éxito como empresario, ha conseguido su autonomía para tocar como quiere y alcanza las listas de éxitos con una canción que comenzó a escribir estando enamorado de su esposa. La canción es la famosa melodía New York, New York, en clave de jazz. La escena final, donde Francine la canta a su estilo, con la letra que ella misma ha compuesto para el gran amor de su vida resulta increíble.

De hecho, la película tiene sus dos mejores momentos en el comienzo y en el final de la cinta. El opening, que no me canso de ver, tiene una fotografía y un juego de planos espectacular. 

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Estamos en Times Square ( NYC) durante la noche del 14 de agosto de 1945 (Día de la Victoria). Sobre un suelo mojado donde cae ropa, y rodeado de una multitud, un primer plano enfoca los unos zapatos, asciende progresivamente por los pantalones blancos y termina en una camisa estampada con los iconos de la ciudad de New York vistiendo a un tipo repeinado que masca chicle: Jimmy Doyle (Robert de Niro) se abre paso entre la gente. Una multitud inmensa, en plena celebración, bailando y lanzando confetis y serpentinas al aire. El plano se abre hasta que Jimmy es tan solo un punto minúsculo mezclado con la multitud, sin que apenas nos demos cuenta, ese plano, en realidad sigue a Jimmy, y cuando ya tenemos una panorámica completa de Times Square, una flecha de neón rojo nos señala a Robert De Niro para que podamos localizarlo entre tantísimas personas. Más tarde, un hay cambio de plano con un foco de luz sobre un director de orquesta, que se modifica según el instrumento que está siendo tocado, sin cortes, el plano también se abre para situar dicha orquesta sobre una plataforma en una inmensa sala de fiestas repleta de gente bailando de forma desordenada y alocada.

Hay algunas otras escenas visualmente muy interesantes, pero como ya he dicho, la escena final, es el complemento perfecto de la primera escena. En esa última escena estamos en el mismo New York, el mismo suelo mojado, la bruma ocupa las calle en vez de la gente y la flecha de neón rojo, ya no enfoca a Jimmy, ahora va en dirección opuesta, hacia el lugar que ocupa Francine. Un enfoque final sobre sus zapatos, demuestra que han cambiado mucho, pero siguen pisando las mismas calles, tal y como reza la canción que él ha compuesto y Francine ha cantado.

El rodaje del film estuvo plagado de problemas: Fueron 24 semanas de rodaje, amén de los muchos meses de preparativos para la pre-producción, más la compleja post-producción. El guión de Earl Mac Rauch era poco manejable antes de rodar, y la reescritura que Scorsese llevó a cabo junto a Mardik Martin se prolongó tanto que el rodaje había comenzado y todavía había que pulir muchas secuencias y muchos diálogos. Por tanto, hubo que improvisar durante la filmación. El presupuesto se disparó, quedó insuficiente. El maestro de fotografía inicial, Laszlo Kovacs, tuvo que irse a otro rodaje y fue sustituido, para volver a filmar el final, por Vilmos Zsigmond. Sería la primera y la última vez que Scorsese cometería tantos errores logísticos en una superproducción de estas características.

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Liza Minelli que ya había triunfado cinco años antes con "Cabaret (1972)" de Bob Fosse, parecía que intentara repetir aquel triunfo, pero cantar clásicos de las estrellas de aquélla época no era tarea fácil. Su interpretación musical, aunque correcta, se limita a brillar únicamente en su interpretación final de la famosa canción New York, New York.

Quizá las canciones más representativas son "The Man I Love" y "Just You, Just Me". En estos casos brilla el trabajo de Ralph Burns y Georgie Auld. El primero como director de orquesta y arreglista de las melodías para adaptarlas al ritmo salvaje de Jimmy bebop Doyle, y el segundo por ser los pulmones de De Niro, es decir, el verdadero saxofonista que oímos en la banda sonora aunque Robert De Niro se prepara concienzudamente para el papel aprendiendo realmente a tocar el saxofón.

Como pareja protagonista no puede decirse que sus interpretaciones, representando esa intensa tormenta emocional de sus vidas privadas, llegue realmente al espectador, y ése fue otro fallo del film.Sorsese convertirá a Jimmy en una especie de aliteración de Django Reinhardt, considerado especialmente por su contribución al desarrollo técnico del jazz. Jimmy cambiará la guitarra de Reinhard por el saxofón, asimilando su estilo al bebop, variante jazzística (desarrollada a mediados de los cuarenta del siglo veinte, época en la que se sitúa la acción) representativa por el virtuosismo de su intérprete, basado en la improvisación y la combinación de estructuras harmónicas y melodías en un tempo más rápido del habitual.

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La fotografía de László Kovács y el montaje de Bert Lovitt también apuntan hacia esa dirección. Contrapone el plano general que abre la película con una obsesiva planificación obturada para conseguir enfocar el sonido. Habrá travellings constantes e individuales de cada instrumento durante el tiempo que esté sonando y los planos cambiarán al ritmo de la música.

Por tanto cuando canta Francine todo quedará ralentizado y cuando toca Jimmy todo se acelera y vuelve violento. Asimilando la estética de los años cuarenta las secuencias cambiarán mediante cortinillas y no habrá elipsis de ningún tipo. Todo lo que suceda lo enfocará la cámara. Un único fundido a blanco tiene lugar tras el nacimiento del hijo y separación de la pareja, estando todavía en el hospital, con la frase de Jimmy a la enfermera: "Ahora no, veré a mi hijo más tarde". Tras este larguísimo texto, se puede comprobar que tan sólo intentar hablar del film ya es tarea ardua, mucho más lo es visualizarlo en la completa complejidad de los infinitos detalles en los que se desgastó Scorsese durante su elaboración. Aún así, sigue mereciendo la pena deleitarse con esta película sobre la música y los músicos que ha pasado más a la historia por sus errores que por sus aciertos que también los tiene.


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Director: Martin Scorsese.

Intérpretes:  Robert De Niro, Liza Minnelli, Lionel Stander, Barry Primus, Georgie Auld, Mary Kay Place, George Memmoli.

Trailer:


Escena:


B.S.O.:



Reseña escrita por Bárbara Valera Bestard

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