En cierta ocasión, Heywood Allen Stewart
Konigsberg, más conocido como Woody Allen, comentó a un periodista que lo peor
que podía ocurrirle era morirse sin haber filmado todas las ideas que lleva
dentro. Fiel a su cita anual en las carteleras de todo el mundo, el realizador
norteamericano continúa derrochando y compartiendo con sus fans su inagotable
fuente creativa. Nacido el 1 de diciembre de 1935, el cineasta neoyorkino parece
pletórico en su vigor para escribir y rodar su filme anual, práctica que lleva
realizando de manera estable desde los primeros años 80. Allen debutó detrás de
la cámara a finales de los años 60 con el estupendo filme Toma el dinero ycorre (Take the Money and Run, EEUU, 1969) que él mismo denomina una sucesión
de bromas que, para sostener la atención del público, cada una de ellas tenía
que ser superior a la anterior. Su labor delante y tras la cámara, la ha
compaginado con la televisión, el teatro, guiones e interpretaciones para otros
cineastas y por supuesto, con el clarinete, pasión incompatible con acudir a la
ceremonia de entrega de los premios Oscars de Hollywood.
El realizador lleva nada menos que cinco
décadas acudiendo puntualmente a las carteleras de todo el mundo. Cinco décadas
de intensa hiperactividad. En los años 50, desde muy joven, ya vendía chistes a
famosos columnistas y cómicos profesionales como Ed Sullivan, Sid Cesar o Pat
Boone. Durante los años 60 sorprendía con sus chispeantes monólogos y sketchs
en clubes, salas de fiestas, revistas de Broadway y en programas de televisión.
En estos años 60 comenzaban sus personales coqueteos con el cine en películas como
¿Qué tal Pussycat? (What´s new, Pussycat, 1965), de Clive Donner y Richard
Talmage o Casino Royale (EEUU, 1967), esa comedia coral de actores y directores
varios donde Allen interpreta a un paródico "Jimmy" Bond. La década termina,
como decíamos, con la dirección de su opera prima. Desde sus primeros pasos, el
artista hacía gala de su personal idiosincrasia cómica, que lo ha convertido en
un icono de la cultura del siglo XX.
Tan sólo poder sostener ese ritmo, terapéutico
para sí, como también ha confesado más de una vez, resulta particularmente
meritorio. En los últimos años, se ha tenido que reinventar (como todos los
ciudadanos de este universo en crisis) para conseguir la necesaria financiación
para poder hacer su peliculita anual. De ahí ciertos paseos por las capitales
europeas que han dado algunos títulos memorables, con Match Point (Reino Unido,2005) y Medianoche en París (Midnight In Paris, EEUU, 2011) a la cabeza.
2. EL GUIONISTA PRESTIDIGITADOR.
Resulta particularmente asombroso cómo el
cineasta mantiene intacta su capacidad de construir ingeniosos libretos, auténticos
mecanismos de relojería, sin perder de vista la realidad vigente al momento de
estreno de cada filme. Woody Allen es un atento espectador de su tiempo y un
maravilloso"“prestidigitador" de los guiones. Conoce sus mecanismos, sus entrañas
(como para no hacerlo después de tanto tiempo escribiendo libretos, que son
estudiados meticulosamente en las universidades de cine). El cineasta sabe
perfectamente lo que quiere de cada guión y siempre tiene claro cómo construir
una trama de la manera más atractiva y eficaz posible, buscando el chiste
intelectual, cierto, pero siempre armónico con la construcción o reacción del
personaje o con la concreta necesidad de cada argumento. Maestros del cine clásico
como Billy Wilder y su guionista habitual IAL Diamond se planteaban la
escritura de esa manera.
Dentro de este objetivo de culto al guión
(que muchos consideran, probablemente con cierta base de razón, que el artista es
demasiado esclavo del mismo y da poco margen a la improvisación), Allen domina
algo muy importante: que la resolución de su historia no chirríe, es decir que
la resolución sea coherente y una consecuencia de la suma de ciertos detalles
que ya nos ha facilitado previamente. Esos detalles se encuentran siempre hábilmente
integrados y mimetizados con el resto de la trama. "El diablo está en los
detalles", reza el proverbio anglosajón y el astuto cineasta lo lleva a sus últimas
consecuencias. En el guión de Irrational Man es muy importante el sensacional
uso de lo que en el argot de los escritores se denomina “el precedente”. Es
aquel recurso o instrumento en la escritura del guión que es imperativo colocar
en la trama. Hay que hacerlo con mucha astucia, pues se pretende facilitar al
espectador una información necesaria para que todo encaje, sin desvelar la
conclusión de la historia. Es un elemento fundamental, teniendo en cuenta lo astuto
que es el espectador actual, curtido en miles de películas y por tanto capaz de
prever (casi) todo. Colocar adecuadamente el precedente significa darle al
espectador un detalle perceptible (un objeto, una habilidad, una experiencia
vital), que sea relevante para la sorpresa en la secuencia final y la resolución
de la trama. Lo importante en su introducción, es que, al ver ese precedente,
no sepamos que se trata de un precedente. Al verlo, no debemos ni siquiera vislumbrar
el final, o cómo el héroe solucionará la historia. Sólo debemos descubrirlo
cuando nos reencontremos con ese detalle al final del filme. Si la conclusión
nos sorprende, pero al mismo tiempo nos mostramos complacidos por caer en la
cuenta en ese instante, en que ya nos habían dado el detalle relevante unas
cuantas secuencias atrás, entonces el precedente habrá encajado de un modo
perfecto. Pues bien, el precedente que determina la azarosa resolución del
filme, está maravillosamente colocado en Irrational Man.
3. EL CINEASTA ERUDITO.
El filme que analizamos comparte trama
criminal con algunas de sus trabajos más brillantes como Delitos y faltas
(Crime and Misdemeanors, EEUU, 1989), Misterioso Asesinato en Manhattan (Manhattan
Murder Mistery, EEUU, 1993), la citada Match Point, Scoop (Reino Unido, 2006), o
la no tan redonda El Sueño de Cassandra (Cassandra´s Dream, Reino Unido, 2007).
También comparte algunos guiños un tanto simples, pero bien introducidos, al
universo del escritor Fedor Dostoiewski en general. Así el protagonista del
filme lee El Idiota y Jill, la protagonista femenina, dice en un momento determinado
que ha leído toda la obra del escritor. Allen centra su homenaje al escritor
ruso en la excelente novela Crimen y Castigo. Su pasión por esta novela ya
apuntalaban las mencionadas Delitos y Faltas y Match Point. A diferencia de
Raskolnikov, el protagonista de la densa novela rusa, Abe (un excelente Joaquín
Phoenix), no quiere cometer un asesinato y salir impune para reforzar ese
sentimiento de que es superior al resto de la humanidad, de que está por encima
del bien y del mal, sino como una manera de revitalizarse, de recuperar la ilusión
por vivir, como una forma de redimirse a sí mismo en relación a ese hastío
vital del que hace gala desde su aparición en pantalla. La sola idea de matar a
un personaje concreto, fruto de escuchar de manera casual una conversación en
una cafetería, de su convencimiento de que el mundo será un lugar mejor sin ese
Juez que ha retirado la custodia de sus hijos a una joven, hace que el profesor
de filosofía protagonista recupere su plenitud sexual, disfuncional desde hace
un año.
El filme, como todos los de la filmografía
de su autor, tiende la mano hacia multitud de referencias. Así, las citas a
Dostoiewski, se mezclan armónicamente a las alusiones a la filósofa alemana de
origen judío, Hannah Arendt y su revolucionario Estudio sobre la Banalidad del mal, o a
reflexiones ácidas en torno a Kant, Kierkegald y la filosofía en general (que
para el protagonista no es más que una gran paja mental). Las referencias son utilizadas
por los personajes como auténticos dardos verbales que componen los chispeantes
diálogos y el devenir de los personajes a lo largo de la trama. En el terreno
de la cinefilia, palpable es también la influencia del cineasta británico
Alfred Hitchcock y sus dos filmes Extraños en un tren (1951) (la idea del crimen
ajeno, con el que no puedan relacionar a su autor, al no tener la menor relación
con la víctima ni un móvil para ejecutar tal acto) y La Sombra de una duda (1943) (la labor
detectivesca de Teresa Wright, que va enlazando todos los cabos que llevan
hacia los crímenes de su tío Joseph Cotten). Todo este mestizaje tiene lugar sin
abandonar el tono de comedia de enredos sexuales, objetivo en el que el
personaje interpretado por la excelente actriz Parker Posey, presente también
en el reparto de su siguiente filme, cobra pleno protagonismo. Pocas veces
hemos visto a un personaje con tanta carga sexual en un filme de Woody Allen.
4. EL CINEASTA RACIONAL.
Como realizador, Allen es un cineasta
eficaz. Sus primeros filmes rezumaban cierta frescura en esa mencionada sucesión
de gags, sin coherencia narrativa. El devenir de los años le ha dado,
obviamente, un inmenso bagaje a sus espaldas. Allen se ha convertido en un
cineasta técnico, cuya elaborada puesta en escena obedece a un método y un
objetivo armónicos. Tiene un ojo muy especial no sólo para escoger actores (ve
películas y está al día respecto a ellos), sino también para algo muy importante:
para escoger y utilizar las localizaciones más adecuadas para cada escena. Es
algo que puede parecer absolutamente baladí, pero que deviene en magistral en
el cine de Allen. Su anterior película, Magia a la Luz de la luna (Magic in the
Moonlight, EEUU, 2014), ese delicioso homenaje a la comedia de los años 30, es
especialmente memorable en cuanto a las localizaciones y la colorida iluminación
de las mismas. La fotografía del iraní Darius Khonji en las andanzas de Colin Firth
y Emma Stone por la costa francesa en la década de entreguerras, no puede ser más
diferente que en las andanzas de Joaquín Phoenix y nuevamente Emma Stone por el
Campus Universitario de Newport, Rhode Island en la actualidad. Sin embargo en
ambas películas el escenario donde se mueven los personajes tiene un particular
peso específico. Dos filmes completamente diferentes, tanto en cuanto a puesta
en escena como en cuanto a iluminación. Mucho más colorida aquella, más claro
oscuro ésta, que pone de relieve la memorable labor del operador habitual en
los últimos filmes de Allen, regularmente desde la mencionada Medianoche en París,
pero que ya había fotografiado Todo lo demás (Anything Else, EEUU, 2003).
La pericia narrativa del veterano
cineasta nos regala en Irrational Man instantes como ese plano medio de Abe
(Joaquín Phoenix) en la playa desde el punto de vista de la joven Jill (Emma
Stone), las charlas en los bares universitarios, los paseos de Abe y Jill por
el campus, la secuencia del crimen en el parque (sencillamente memorable), el
cambio de escenario en la conversación de la cafetería, que comienza con una de
las charlas de los dos protagonistas y en un momento dado la joven invita a su
profesor a escuchar la conversación que tienen lugar en la mesa de detrás.
Allen traslada sutilmente la secuencia a dicha mesa. Cada escena, por tanto,
cumple una específica y clave función escalonada y meticulosamente planeada en
el todo de la trama. Los actores, como siempre en Allen, cumplen y ejecutan su
labor con mucha comprensión y entrega.
5. EL CINEASTA ATENTO OBSERVADOR DE SU
TIEMPO.
Pese a la edad que tiene el cineasta
sorprende del visionado de Irrational Man, lo bien que conoce y está al
corriente acerca de las actuales confusas relaciones amorosas-sentimentales,
tan inciertas, hirientes e impersonales, propias de estos "días extraños" (que
diría el cantante y poeta Jim Morrison) que vivimos. Si el escritor W. Somerset
Maugham afirmaba que se percataba acerca de lo mayor que se estaba haciendo por
el implacable hecho de que perdía la consciencia de aquello que acontecía a su
alrededor, podemos afirmar que Woody Allen, pese a ser octogenario, es un hombre
joven. (Billy Wilder se definió a si mismo en la recogida de un premio como un
joven de 90 años).
El capricho-atracción incontenible que
hoy caracterizan a las relaciones, donde damos una rienda suelta nada reflexiva
a esa momentánea atracción hacia otra persona, queda notablemente expuesto en
el filme. Hablamos de esa atracción visceral que, por la vía del dolo eventual (o
daño colateral), hace que la persona cuente con la posibilidad de hacer daño,
bien a su pareja estable, bien a la persona objeto de atracción. Esa
posibilidad que en la mayoría de los casos es gestionada como un pensamiento
incómodo que rápidamente se quiere expiar con un simple encogerse de hombros y un "no puedo evitarlo" que nos susurramos a nosotros mismos. Pues bien, ese
irracional capricho-atracción de hoy, es la huida despavorida, igualmente
irracional, de mañana. Hoy te deseo y estoy enamorado/a de ti, mañana te acompaño
en tu sufrimiento, "pero sólo como amigo/a, ¿eh?". Cuidado con los espejismos y
los cantos de sirenas. Cuidado con los aparentes afectos desproporcionados que
no soporten la menor criba de la razón. Debemos atrincherarnos en nuestros
sensibles corazones y no permitamos que unas meras lisonjas y halagos sin venir
a cuento, nos arrastren a decisiones irracionales que a corto plazo nos harán
sufrir y a largo plazo pueden llevarnos a la permanente desilusión y
escepticismo, convirtiéndonos en náufragos emocionales.
Todo esto, entre otras cosas, parece
querer decirnos Woody Allen en su nueva obra maestra, nada irracional. Una película
tan premeditada como el meticuloso asesinato del filme: a plena luz del día y
en un escenario público, pero modélico en cuanto su discreción y eficacia.
Director: Woody Allen.
Intérpretes: Joaquin
Phoenix, Emma
Stone, Jamie
Blackley, Parker
Posey, Ethan
Phillips, Julie
Ann Dawson, Mark
Burzenski, Gary
Wilmes, Geoff
Schuppert.
Trailer:
B.S.O.:
Reseña escrita por Manuel García de Mesa
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3 opiniones :
Una crítica muy racional. Una gran película.
Saludos.
Un saludo Ricard, gracias por leer la reseña!
Fantástica reseña.
Os dejo enlace de la última entrada que le dediqué a Irrational Man recientemente por si quereis echarle un ojo:
http://zinefilaz.blogspot.com.es/2015/10/irrational-man.html
Saludos
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