Uno de
los trabajos más contundentes de este apreciable realizador, realmente una de
sus cumbres, y no únicamente de este estadío, de la que se puede considerar su
segunda etapa, con la siempre acertada Isabelle Huppert como principal apoyo
actoral. Muchas de las más importantes características de este director, muchas
de sus más usuales y constantes directrices, no solamente se hallan presentes
en este trabajo, sino que en muchos casos alcanzan su máximo exponente; y es
que sin llegar esta a ser una cinta en la que se lleve a cabo una revolución, o
en la que encontremos temas realmente novedosos en el francés, sí que
hallaremos una potencia, una contundencia probablemente no antes alcanzada, una
cumbre en Chabrol desde más de un punto de vista. Nuevamente el cineasta se
basará en un trabajo literario, una novela, autoría en esta ocasión de Ruth Rendell,
para representar la tétrica historia de dos jóvenes mujeres que viven en un área campestre de
Francia, ambas de pasados bastante inciertos, fatales, inquietantes, que juntas
desarrollarán una amistad tan estrecha como peligrosa, tanto para todos los que
las rodean, como para ellas mismas. Una de las cimas del realizador, pues luego
de este trabajo, si bien su ya conocido y prolífico ritmo de producción no
decaería, sí que habría una debacle en calidad, en apenas un lustro Chabrol
produciría algunos títulos más, pero perdería ya toda su fuerza, toda la
vitalidad y el ingenio antes esgrimidos, aquellas características que en esta
presente cinta vemos en su máxima expresión.
La acción se inicia en un café, donde Sophie (Sandrine Bonnaire) se encuentra con Catherine Lelievre (Jacqueline Bisset), para quien trabajará como mucama. Tras una breve entrevista, es aceptada y al día siguiente está ya en la casa de los Lelievre, causando buena impresión, conoce al padre, Georges (Jean-Pierre Cassel), y a los jóvenes hijos. Asimismo conoce a Jeanne (Huppert), mujer que trabaja en la oficina postal de la localidad. Al viajar la familia, Sophie se queda sola, y recibe en la casa a Jeanne, se hacen tan amigas, frecuentan tanto que incluso desatiende su trabajo la mucama por salir el día de su cumpleaños con su nueva amiga. Ambas se van conociendo más, así como extrañas e inciertas situaciones en las que Jeanne perdió a su hija, y Sophie a su padre. La trabajadora postal es mal vista en casa, se prohíbe su presencia y contacto a Sophie con ella, pero no obedece, hacen voluntariado para una iglesia. Tras descubrirse su analfabetismo y un malentendido con la hija, Sophie es despedida, le dan una semana de estadía final en la casa. La mucama no deja por eso de frecuentar a su amiga, se reúnen otra vez en la mansión, donde tiene lugar una final e irrefrenable demencia, violenta demencia que no se revelará por el bienestar de cada visionado. Termina el filme de Chabrol, donde veremos otra vez una nueva forma de enfocar y tratar el suspenso, siempre siguiendo al maestro Hitchcock. Así, desde la presentación de Sophie, incierta es su situación, incierto su pasado es también, no sabemos mucho de ella, salvo los misterios, algo oculta, mucho en realidad, y Jeanne es su análoga pero de opuesto carácter. Son las dos caras de una misma moneda, ambas comparten un aislamiento del mundo, ambas comparten un turbio pasado, un turbio pasado que no sabemos a ciencia cierta, pero tanto por las circunstancias, como por el lenguaje del cineasta, se advierte como una más que probable realidad, y esas intrigas irán poco a poco saliendo a flote, diagramándonos a los escalofriantes sujetos de la historia, dos mujeres de inofensivo aspecto, pero de fatales accionares.
Mientras el director hábilmente nos muestra, sin mostrarnos, ese lado de los personajes conforme avanza la cinta, juega con la sexualidad, con la ambigüedad sexual de las féminas, mostrándonos su muy estrecha relación, mostrándonoslas riendo, jugueteando en la cama, mientras comparan sus bizarros antecedentes, comparando sus "faltas de pruebas" en sus respectivas y sórdidas vivencias pasadas, tan inquietante como perturbadora la escena, ellas son símiles opuestas. Sophie, la reservada, la callada, observa intrigada, embelesada a su amiga, extrovertida, asertiva, siguiéndola sin objetar en sus espontáneas locuras, y es que son polos opuestos, pero tan parecidos a la vez, ellas son complementarias. Jeanne asertiva, fuera de control, revisando las cartas de los aristócratas, marcará muchas veces la pauta, el ritmo de la película. Una sensación de inquietud se genera desde el inicio, desde la primera impresión, en la inicial entrevista, Sophie se muestra incómoda, rechazando el ofrecimiento del té, una tensión, una incomodidad se va quedando retratada. Es así que Sophie nunca muestra una actitud de completa sumisión, mostrándose casi siempre altiva, altiva siendo la mucama de la casa; solamente en soledad manifiesta cierta angustia, angustia por su situación analfabeta, despreciando todo apoyo de la familia, de los aristócratas, despreciando el té, despreciando las gafas, viviendo en su mundo, siendola TV
su único medio de distracción, mientras vive alejándose, aislada, como su
íntima amiga, como la casa misma. Por cierto, nuevamente Chabrol desliza su
particular opinión de la TV ,
en clave de cineasta por supuesto, y como en otros trabajos suyos, nos la
muestra como un objeto idiotizante, hipnótico, pues Sophie, más que disfrutar
las transmisiones, parece hipnotizada por ellas. La
película de Chabrol me parece una pieza magistral dentro de su extensa
producción, me parece uno de sus más logrados trabajos, y esto es palpable
desde el comienzo. El prólogo, -esto es, la entrevista de la mucama y su futura
jefa en el café- previo a los créditos, una vez terminado, es una introducción
previa al relato, un apacible, pero gracias a la música a la vez tenso inicio,
ese viaje en auto a través del cual silenciosamente ella nos está comunicando
de lo alejado, lo aislado, lo separado del mundo que se encuentra este pueblo,
y las circunstancias que presenciaremos también. Algo que no es novedoso viene
a ser el hecho de encontrar féminas como elemento pulsor en el cine del
francés, algo de lo que no sería esta cinta la excepción, ni mucho menos, y
para hacer esta cinta coherente, para darle cohesión con otros ladrillos del
edificio que vienen a ser sus filmes cronológicamente inmediatos, hay elementos
comunes.
Así, continúa la colaboración con su vástago, el buen Matthieu Chabrol, portador del gen artístico, si bien no seguidor de los pasos de director de su padre, sí que seguiría su propio camino en el cine, realizando nuevamente una partitura musical para los filmes de su progenitor. Tiene Matthieu en este filme uno de sus mayores logros, uno de sus trabajos más conocidos y mejor reputados como colaborador musical, y es que su obra, su música, tibia, sutil, más presente que en casi todas las obras conocidas de Chabrol, es asimismo unas de las más efectivas de la filmografía del francés. Genera el musical acompañamiento una atmósfera de tensión, de una incertidumbre que nos invade, sensación de peligro, de angustia incluso, ambiente reservado casi siempre para Sophie y sus apariciones, compartida por momentos con Jeanne. La música, al igual que otros aspectos del cine de Chabrol, si bien siempre presente en previos trabajos, tiene en esta película no solo su mayor uso cuantitativo, sino el punto de mayor efectividad. El comportamiento de la cámara de Chabrol es, asimismo, básicamente similar a sus ejercicios anteriores, esto es, una cámara generalmente estática, que por momentos de desarrolla y moviliza, siguiendo las acciones y movimientos propios de los protagonistas, y si bien no son movimientos virtuosos ni vistosos, ayudan en el seguimiento del relato, como es usual en el director. Algo más libre, tibiamente, pero más suelta fluye su cámara, con esos planos secuencia algo aletargados, que sumados a la música previamente descrita, nos configuran un lenguaje audiovisual, un lenguaje descriptivo, como se dijo también, de una efectividad nunca alcanzada en Chabrol. Respecto a las figuras presentadas, nos ilustra Chabrol una imagen no demasiado atractiva de la aristocracia, la clase acomodada, los empleadores, comiendo en familia, comiendo con las manos, sorbiendo comida, chupándose los dedos, una imagen que sin palabras pareciera querer transmitir cierta initimidad que no se despega demasiado de la repulsión, imagen bastante acorde a otros retratos previos a este respecto de Claude. Había dicho Chabrol que esta sería la "última película marxista" de su producción, y probablemente sea el trabajo en que más se proyecta esa ideología, si bien es tibia esa aproximación, veremos la confrontación, el choque de clases, un choque con consecuencias fatales. La clase acomodada, los aristócratas, contra la clase trabajadora, clase explotada e ignorante, incluso se menciona algo de fascismo; lo cierto es que las amigas, representantes obreras hasta cierto punto, dan rienda suelta a su rabia e impotencia contra la clase acomodada -otra figura, disparando a los libros, odio por esa cultura a la que ellas no tienen ningún acceso-, las fatales consecuencias tienen su epítome en esa violenta y final erupción de demencia asesina. Otra figura contrastante respecto a las flagrantes diferencias de clase, viene a ser la representación de los alimentos, padeciendo las amigas hambre -antes las vimos comiendo hongos recogidos de la pradera-, mientras el inmediato plano posterior es de los patrones comiendo en su despreocupada mesa; no menos efectivo por lo evidente es ese contraste.
Ese extraño retrato de aristocracia queda rematado con el contraste final de Mozart, su obra magna Don Giovanni sirviendo de marco a la carnicería que sirve de colofón a la cinta. Algo no ha cambiado, siempre, siempre el crimen, un crimen implicado, si bien aquí estaría dejado para el final lo mejor, y sería el brutal clímax. Ahora el suspenso está disuelto, distendido en el filme, pero he ahí un logro en Chabrol, ahí se muestra porqué este trabajo es una de sus cumbres pues ese suspenso, esa intriga, si bien distendidos durante el metraje, están siempre presente, siempre densos, distendidos pero siempre palpables, extremadamente palpables, todo un logro del cineasta. Y para cerrar con broche de oro ese derroche de manejo de suspenso, de dejarlo todo para el final, nunca tan violento y explicito fue Chabrol, nunca; el clímax, ese final, es todo, todo es el orgasmátrico desenlace, inesperado y contundente, sorpresivo y violento, inédito y potente obra del cineasta. La frialdad retratada es terrible, las féminas liquidando sin miramientos, sin remordimientos, evidenciando que no es su primera vez, es un severo dúo el formado, se besan y abrazan en medio de la masacre y caos recién llevado a cabo, son realmente complementarias, un reflejo la una de la otra con sus particulares matices distintivos. La secuencia final tiene a su vez un plano final que sirve de perfecto colofón. El primer plano del rostro de la joven, observando el desenlace de la violencia que ellas mismas engendraron, perfecto. Sombría, seria, gélida, distante, mientras oímos nuevamente los sonidos de la hecatombe final, soberbia forma de "restregárnoslo" en la cara, severa forma. Isabelle Huppert sería nuevamente premiada por lo que nos tiene acostumbrados, una interpretación más que sólida y aceptable, Sandrine Bonnaire también cumple bien su papel, y se gana a pulso ser una nueva pequeña musa de Chabrol. Cumbre del cineasta, última cumbre pues, extrañamente, sin ser demasiado lejana temporalmente, sus trabajos inmediatos decaerían notablemente en calidad, siendo Gracias por el Chocolate, sin ir más lejos, bastante evidencia de ese proceso de irreversible decadencia artística. En fin, tenemos aquí a una de las cúspides de Chabrol, algo a lo que cualquier apreciador suyo sabrá otorgar la debida importancia y consideración.
La acción se inicia en un café, donde Sophie (Sandrine Bonnaire) se encuentra con Catherine Lelievre (Jacqueline Bisset), para quien trabajará como mucama. Tras una breve entrevista, es aceptada y al día siguiente está ya en la casa de los Lelievre, causando buena impresión, conoce al padre, Georges (Jean-Pierre Cassel), y a los jóvenes hijos. Asimismo conoce a Jeanne (Huppert), mujer que trabaja en la oficina postal de la localidad. Al viajar la familia, Sophie se queda sola, y recibe en la casa a Jeanne, se hacen tan amigas, frecuentan tanto que incluso desatiende su trabajo la mucama por salir el día de su cumpleaños con su nueva amiga. Ambas se van conociendo más, así como extrañas e inciertas situaciones en las que Jeanne perdió a su hija, y Sophie a su padre. La trabajadora postal es mal vista en casa, se prohíbe su presencia y contacto a Sophie con ella, pero no obedece, hacen voluntariado para una iglesia. Tras descubrirse su analfabetismo y un malentendido con la hija, Sophie es despedida, le dan una semana de estadía final en la casa. La mucama no deja por eso de frecuentar a su amiga, se reúnen otra vez en la mansión, donde tiene lugar una final e irrefrenable demencia, violenta demencia que no se revelará por el bienestar de cada visionado. Termina el filme de Chabrol, donde veremos otra vez una nueva forma de enfocar y tratar el suspenso, siempre siguiendo al maestro Hitchcock. Así, desde la presentación de Sophie, incierta es su situación, incierto su pasado es también, no sabemos mucho de ella, salvo los misterios, algo oculta, mucho en realidad, y Jeanne es su análoga pero de opuesto carácter. Son las dos caras de una misma moneda, ambas comparten un aislamiento del mundo, ambas comparten un turbio pasado, un turbio pasado que no sabemos a ciencia cierta, pero tanto por las circunstancias, como por el lenguaje del cineasta, se advierte como una más que probable realidad, y esas intrigas irán poco a poco saliendo a flote, diagramándonos a los escalofriantes sujetos de la historia, dos mujeres de inofensivo aspecto, pero de fatales accionares.
Mientras el director hábilmente nos muestra, sin mostrarnos, ese lado de los personajes conforme avanza la cinta, juega con la sexualidad, con la ambigüedad sexual de las féminas, mostrándonos su muy estrecha relación, mostrándonoslas riendo, jugueteando en la cama, mientras comparan sus bizarros antecedentes, comparando sus "faltas de pruebas" en sus respectivas y sórdidas vivencias pasadas, tan inquietante como perturbadora la escena, ellas son símiles opuestas. Sophie, la reservada, la callada, observa intrigada, embelesada a su amiga, extrovertida, asertiva, siguiéndola sin objetar en sus espontáneas locuras, y es que son polos opuestos, pero tan parecidos a la vez, ellas son complementarias. Jeanne asertiva, fuera de control, revisando las cartas de los aristócratas, marcará muchas veces la pauta, el ritmo de la película. Una sensación de inquietud se genera desde el inicio, desde la primera impresión, en la inicial entrevista, Sophie se muestra incómoda, rechazando el ofrecimiento del té, una tensión, una incomodidad se va quedando retratada. Es así que Sophie nunca muestra una actitud de completa sumisión, mostrándose casi siempre altiva, altiva siendo la mucama de la casa; solamente en soledad manifiesta cierta angustia, angustia por su situación analfabeta, despreciando todo apoyo de la familia, de los aristócratas, despreciando el té, despreciando las gafas, viviendo en su mundo, siendo
Así, continúa la colaboración con su vástago, el buen Matthieu Chabrol, portador del gen artístico, si bien no seguidor de los pasos de director de su padre, sí que seguiría su propio camino en el cine, realizando nuevamente una partitura musical para los filmes de su progenitor. Tiene Matthieu en este filme uno de sus mayores logros, uno de sus trabajos más conocidos y mejor reputados como colaborador musical, y es que su obra, su música, tibia, sutil, más presente que en casi todas las obras conocidas de Chabrol, es asimismo unas de las más efectivas de la filmografía del francés. Genera el musical acompañamiento una atmósfera de tensión, de una incertidumbre que nos invade, sensación de peligro, de angustia incluso, ambiente reservado casi siempre para Sophie y sus apariciones, compartida por momentos con Jeanne. La música, al igual que otros aspectos del cine de Chabrol, si bien siempre presente en previos trabajos, tiene en esta película no solo su mayor uso cuantitativo, sino el punto de mayor efectividad. El comportamiento de la cámara de Chabrol es, asimismo, básicamente similar a sus ejercicios anteriores, esto es, una cámara generalmente estática, que por momentos de desarrolla y moviliza, siguiendo las acciones y movimientos propios de los protagonistas, y si bien no son movimientos virtuosos ni vistosos, ayudan en el seguimiento del relato, como es usual en el director. Algo más libre, tibiamente, pero más suelta fluye su cámara, con esos planos secuencia algo aletargados, que sumados a la música previamente descrita, nos configuran un lenguaje audiovisual, un lenguaje descriptivo, como se dijo también, de una efectividad nunca alcanzada en Chabrol. Respecto a las figuras presentadas, nos ilustra Chabrol una imagen no demasiado atractiva de la aristocracia, la clase acomodada, los empleadores, comiendo en familia, comiendo con las manos, sorbiendo comida, chupándose los dedos, una imagen que sin palabras pareciera querer transmitir cierta initimidad que no se despega demasiado de la repulsión, imagen bastante acorde a otros retratos previos a este respecto de Claude. Había dicho Chabrol que esta sería la "última película marxista" de su producción, y probablemente sea el trabajo en que más se proyecta esa ideología, si bien es tibia esa aproximación, veremos la confrontación, el choque de clases, un choque con consecuencias fatales. La clase acomodada, los aristócratas, contra la clase trabajadora, clase explotada e ignorante, incluso se menciona algo de fascismo; lo cierto es que las amigas, representantes obreras hasta cierto punto, dan rienda suelta a su rabia e impotencia contra la clase acomodada -otra figura, disparando a los libros, odio por esa cultura a la que ellas no tienen ningún acceso-, las fatales consecuencias tienen su epítome en esa violenta y final erupción de demencia asesina. Otra figura contrastante respecto a las flagrantes diferencias de clase, viene a ser la representación de los alimentos, padeciendo las amigas hambre -antes las vimos comiendo hongos recogidos de la pradera-, mientras el inmediato plano posterior es de los patrones comiendo en su despreocupada mesa; no menos efectivo por lo evidente es ese contraste.
Ese extraño retrato de aristocracia queda rematado con el contraste final de Mozart, su obra magna Don Giovanni sirviendo de marco a la carnicería que sirve de colofón a la cinta. Algo no ha cambiado, siempre, siempre el crimen, un crimen implicado, si bien aquí estaría dejado para el final lo mejor, y sería el brutal clímax. Ahora el suspenso está disuelto, distendido en el filme, pero he ahí un logro en Chabrol, ahí se muestra porqué este trabajo es una de sus cumbres pues ese suspenso, esa intriga, si bien distendidos durante el metraje, están siempre presente, siempre densos, distendidos pero siempre palpables, extremadamente palpables, todo un logro del cineasta. Y para cerrar con broche de oro ese derroche de manejo de suspenso, de dejarlo todo para el final, nunca tan violento y explicito fue Chabrol, nunca; el clímax, ese final, es todo, todo es el orgasmátrico desenlace, inesperado y contundente, sorpresivo y violento, inédito y potente obra del cineasta. La frialdad retratada es terrible, las féminas liquidando sin miramientos, sin remordimientos, evidenciando que no es su primera vez, es un severo dúo el formado, se besan y abrazan en medio de la masacre y caos recién llevado a cabo, son realmente complementarias, un reflejo la una de la otra con sus particulares matices distintivos. La secuencia final tiene a su vez un plano final que sirve de perfecto colofón. El primer plano del rostro de la joven, observando el desenlace de la violencia que ellas mismas engendraron, perfecto. Sombría, seria, gélida, distante, mientras oímos nuevamente los sonidos de la hecatombe final, soberbia forma de "restregárnoslo" en la cara, severa forma. Isabelle Huppert sería nuevamente premiada por lo que nos tiene acostumbrados, una interpretación más que sólida y aceptable, Sandrine Bonnaire también cumple bien su papel, y se gana a pulso ser una nueva pequeña musa de Chabrol. Cumbre del cineasta, última cumbre pues, extrañamente, sin ser demasiado lejana temporalmente, sus trabajos inmediatos decaerían notablemente en calidad, siendo Gracias por el Chocolate, sin ir más lejos, bastante evidencia de ese proceso de irreversible decadencia artística. En fin, tenemos aquí a una de las cúspides de Chabrol, algo a lo que cualquier apreciador suyo sabrá otorgar la debida importancia y consideración.
Título original: La cérémonie.
Director: Claude Chabrol.
Intérpretes: Isabelle Huppert, Sandrine Bonnaire, Jacqueline
Bisset, Jean-Pierre Cassel,Virginie Ledoyen, Valentin Merlet.
Escena:
Reseña escrita por Edgar Mauricio
0 opiniones :
Publicar un comentario