Guerra de 1914. Un barbero judío
saldrá gravemente herido de una batalla tras salvar a un aviador. Muchos años
después, marchará del hospital, curado, pero amnésico. El dictador Hynkel, que
ha alcanzado el poder en Tomania, enardece con sus mítines el país y sus tropas
asolan y saquean el barrio hebreo donde el barbero tiene el local. Otro
dictador, Napoloni, visita Tomania para entrevistarse con Hynkel. Los judíos,
aterrorizados, abandonarán el gueto. El humilde barbero, que ha sido salvado de
la muerte por Schultz, el antiguo aviador al que ayudó durante la Primera
Guerra Mundial, es confundido con el dictador Hynkel y llevado al estrado
oficial, tras la invasión de Austria. Allí, ante la consternación de todos, no
pronunciará un discurso nazi, sino que hará una apelación a los hombres en
demanda de la libertad y la paz. Chaplin interpreta dos papeles. El Charlot de
siempre, que es el judío perseguido, el eterno vagabundo y filósofo, ahora
barbero amnésico; y el de Hynkel (nombre que le da al Führer), de quién hace
una interpretación gestual inolvidable y magistral. Cuando en 1938 Chaplin
concibió El gran dictador, los totalitarismos europeos, el nazi y fascista, por
un lado; el soviético-estalinista, por el otro, amenazaban seriamente la paz de
Europa. Al mismo tiempo, la Guerra Civil española estaba en pleno apogeo. Así,
a principios de 1939, Chaplin escribió el guión de trescientas páginas e inició
el rodaje al día siguiente de la declaración de la Segunda Guerra Mundial.
La
intención era muy clara: criticar a los regímenes totalitarios entonces
vigentes. Pero le faltaba el final de la cinta y, para ello, elaboró un
discurso que le llevó tres meses de tiempo. Un discurso que aprovechó el
Partido Comunista como panfleto propagandístico y que además, sería utilizado
contra el propio Chaplin durante la caza de brujas. Obviamente, y al igual que
ocurrió con "Ser o no ser" de Lubitsch (1942) su estreno supuso una gran
polémica. La prensa de Hearst la tachó de comunista, en algunos Estados de la
Unión fue prohibida, así como casi en toda Europa y Argentina. En España no se
exhibiría hasta la muerte de Franco. Pero cuando Estados Unidos entra en guerra
un año después, la película revive y se transforma en todo en éxito. No podía
ser de otra manera. El gran dictador es una obra maestra. Posee una estética
que recuerda al cine silente y sus reconstrucciones históricas, decorados y
ambientación son extraordinarios. Perfectamente equilibrada, puesto que la
poesía se mezcla con la sátira, el buen gusto con la denuncia cruel, el
romanticismo con el más feroz de los fanatismos y, el lirismo con la
caricatura. Pero ante todo está la defensa de los derechos humanos, del hombre
corriente y común, de los tipos como el propio Charlot. Aunque podía haber
escogido la escena con gran sentido donde Hynkel baila con el globo terráqueo
y, finalmente le explota en la cara o, la entrevista entre Hynkel y Napoloni,
donde este visitante es colocado por su anfitrión en una silla más baja que la
suya, para humillarle de antemano, esos seis minutos del discurso final son
antológicos y un manifiesto contra las dictaduras de todos los tiempos, así
como una reivindicación del humanismo que llega y nos emociona. Una película
mítica, brillante e imperecedera del genio Chaplin.
Título original: The great dictador.
Director: Charles Chaplin.
Director: Charles Chaplin.
Intérpretes: Charles Chaplin, Paulette Goddard, Reginald
Gardiner, Jack Oakie.
Trailer:
Escena:
Reseña escrita por Marilyn Rodríguez
Quizás también pueda interesarle:
1 opiniones :
una de las 5 grandes de él y eso ya es decir mucho.... en mi top 3 preferido sin dudas.... genial.... salu2....
Publicar un comentario