Kim Ki-Duk vuelve a hacer gala de
lo que es, un cineasta ajeno a lo normal, gustoso de lo violento, de lo brutal,
lo sórdido y bizarro, es esta cinta una buena muestra de lo que este surcoreano
es capaz de producir. Sin llegar a ser, para nada, uno de sus ejercicios más
explícitos en cuanto a sus temas capitales poco antes mencionados, se mantiene
en la línea que generalmente configura el realizador. Para esta oportunidad, el asiático cineasta
nos tiene preparada una historia retorcida, compleja, edípica, plagada de
sufrimientos y extrañas sensaciones. Es la historia de un sujeto de que es el
encargado de las cobranzas de un prestamista que cobra intereses
desorbitadamente elevados a sus desesperados clientes. Pero este cobrador tiene un método peculiar de asegurarse que se
hagan los respectivos pagos por los préstamos, no tiene mejor mecanismo que
lisiar a los desgraciados que caen en la trampa, y con el dinero que otorga a
los agraviados el seguro, obtiene su exagerada retribución. Todo va
relativamente normal en le vida de este sujeto, hasta que recibe la visita de
una mujer que asegura ser la madre que lo abandonó muchos años atrás,
generándose radical cambio en las rutinas de ambos, con consecuencias fatales.
Ki Duk sigue mostrándonos su particular y mórbido universo, que, como suele
suceder con autores que deambulan con este tipo de andaduras, divide opiniones,
aquellos que tildan de desvaríos violentos a sus filmes, otros que lo llaman
maestro y aclaman cada nueva entrega suya.
La acción se inicia con Kang-Do viviendo en su solitario departamento, haciéndose cargo de sí mismo. Sale a
trabajar, que no es otra cosa que a realizar cobranzas, cobranzas de préstamos
tan elevados que nadie puede pagarlos. Ante esta premeditada situación, el
joven procede a herir seriamente a los clientes, moliendo el brazo de uno de
ellos en una prensadora, ante la desesperación de su mujer. Con el siguiente,
le arroja desde un elevado piso arruinándole la rodilla, ante igual sufrimiento
de la madre de éste. Poco después, hace su aparición Mi-Son,
extrañamente procura haces ciertos menesteres del hogar, y, tras cierta
incertidumbre, afirma se lamenta por haberlo abandonado, dice ser su madre.
Kang-Do, inicialmente muy reacio, muy escéptico, termina por creerle a la
mujer, pese a la falta de pruebas contundentes, asume por suficiente la
determinación de ella de consumir una sustancia inmunda como evidencia. Acto
seguido, el cobrador de préstamos ultraja a su propia y recién descubierta
madre. Tres la mutua aceptación, madre e hijo conviven en su particular
armonía, pasean juntos, no faltando ciertas situaciones cargadas de sexualidad.
Incluso celebran el impensado cumpleaños del otrora desalmado cobrador, que
modifica su accionar, tiene sentimientos ahora, ha dejado de laborar así. Pero
su madre, tras una serie de hallazgos, no puede perdonar a su hijo y las
severas crueldades, el inmenso dolor al que expuso a tanta gente, y decide
darle de su propia medicina, se suicida, aunque ella hace parecer algo distinto.
Finalmente, Kang-Do se retira de la ciudad. Algo interesante en la cinta es
que, como se dijo someramente líneas arriba, no es este filme aquella obra en
la que Kim Ki-Duk refleje con mayor crudeza sus conocidos y violentos temas de
toda la vida, en esta oportunidad lo sanguíneo e incluso en ocasiones brutal,
deja espacio a otro tipo de violencia, uno menos explícito, pero que no podía
sino tener otra directriz, otra manera de abordarnos, de impactarnos. Pues ya
en cierto plano, el más sanguíneo y visceral,
alejado de los excesos de "La Isla (2000)", de los maltratos animales y
las censuras, ahora su violencia adquiere otros tintes. Años han pasado ya
desde sus iniciales y tal vez más grotescos ejercicios, y ya no nos impacta,
vulnera o agravia -según el paladar que deguste- con mórbidas y para algunos
excesivas imágenes de muerte y violencia animal, ahora los tormentos son más
psicológicos, residen más en la psiquis y en las desviaciones de sus
protagonistas. Para empezar se trata de personajes por demás particulares,
atípicos. El impiadoso Kang-Do, inescrupuloso, ruin y desalmado, disfruta
ciertamente de su labor, cobrar los intereses increíblemente altos,
multiplicando por diez la suma inicial prestada, y luego asegurarse el pago de
la desmesurada suma lisiando al desgraciado deudor y cobrar el seguro
compensatorio, es un témpano de hielo, desprovisto de compasión, u otras
emociones afines, privado de amor materno, desconocemos su exacta crianza, pero
conocemos en qué se ha convertido. De otro lado, la madre, cuyo pasado sí que
desconocemos enteramente, su juventud la hizo asustarse y deshacerse del recién
nacido Kang.Do, afirma.
Cierto o no, aparece para modificarlo todo. Sus
perfiles no quedan del todo esclarecidos, no profundizamos más en sus psicologías.
Iníciase de esta forma una relación destructiva, patológica, violenta
psicológicamente, que tras conseguir una efímera y frágil armonía inicial,
termina por romper a ambos personajes. No conocemos mayores detalles de los orígenes
de los protagonistas, apreciamos las consecuencias, las desviaciones y
aberraciones que degeneraron de esos orígenes, desde la agresión edípica del
joven, las voluntarias intervenciones masturbatorias de la madre, etc. Mención
aparte por supuesto para la violación a la madre, por lo que representa, el
deseo mayor de posesión, el accionar del fenómeno freudiano, y porque es el
momento más interesante de un trabajo de cámara más bien parco, relativamente
interesante cómo se comporta la cámara en esa secuencia. La violación es
simbólica, él mismo nos desliza la figura, desea volver al inicio, a donde todo
comenzó, antes de que todo se arruine y corrompa; y el inicio, cómo no, será
violento, regresar por donde vino, por la vagina materna, ultrajarla, será el
ritual de final aceptación, la está aceptando como madre y mujer, extraña la
simbiosis que se genera, y por supuesto la presencia de sexo
característicamente violento en el coreano no es sorpresa para nadie.
Así, el
desalmado infeliz se rehabilita, tiene ahora sentimientos, pues sabe lo que es
el amor, el amor de una madre, y tras la difícil aceptación, es otra vez
intenso el choque con la realidad, intenso será descubrir la verdad, que ya es
demasiado tarde para regresar, lo violento esta vez tomará tintes fatales. Así,
la que inicialmente se muestra como aparente redentora no podrá soportar la
maldad que ha generado ella originariamente, el dolor y crueldad de las que se
siente culpable directa, la situación terminará por rebasarla, su psicología se
resquebraja tras el extraño hallazgo de un cadáver adentro de un refrigerador
en un almacén de su hijo, ella no puede ya perdonarlo, siente la imperiosa
necesidad de impartir justicia, él debe experimentar el dolor tremendo que
infligió sin remordimiento y hasta con beneplácito. Algo pesimista el mensaje,
no hay final redención, el coreano
mantiene la trayectoria alcanzada, sigue un camino comparativamente moderado en
sus imágenes, pero su norte no ha variado mucho; cambió la forma, no el fondo.
Musicalmente discreta, actoralmente aceptable a mi juicio, es un nuevo
ejercicio de la singular creación de Kim Ki Duk, audaz, sangriento, polémico,
¿será descabellado sentir una tibia cercanía al nórdico Von Trier?. Apreciable
el coreano contemporáneo.
Título original: Pietá.
Director: Kim Ki-duk.
Intérpretes: Lee
Jung-Jin, Jo
Min-Su, Woo
Gi-hong, Kang
Eun-jin, Jo
Jae-ryong, Lee
Myung-ja,Heo
Joon-seok.
Trailer:
B.S.O.:
Reseña escrita por Edgar Mauricio
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2 opiniones :
no la vi,pero casi siempre el cine Chino Indio o Japones,me mata, x lo lento! vean cine Sueco, Danes, Fines, y verán como FILMAN!
lidia-la escriba
www.nuncajamashablamos.blogspot.com
Discuerdo. La misma característica que aseveras la ha encontrado en más de un filme nórdico. El que ese atributo sea positivo o negativo es ya subjetivo, pero no puedes encasillar así de simple a décadas de cine de un continente completo, por algunas o varias películas. Y por cierto, la cinta es coreana.
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