Después de haber aprendido el oficio en Francia como ayudante de dirección, nada menos que con Jean Renoir, cultivador del llamado "realismo poético francés", el realizador italiano Luchino Visconti, de ascendencia en la burguesía lombarda (su padre era conde), regresa a su país natal para debutar en la dirección con esta película, que constituye el punto de partida del movimiento cinematográfico denominado "neorrealismo italiano", clave en la evolución de la séptima de las artes en ese país, al marcar una contundente ruptura con los postulados de la comedia ligera que retrataba el bienestar de la clase social alta de la época, subgénero conocido en Italia como "cine de teléfonos blancos", que representa la euforia y opulencias del fascismo. Partiendo de postulados literarios de principios de siglo, con el empleo de actores en muchos casos no profesionales, los cineastas de dicho movimiento componía un retrato de la realidad de la Italia de La Segunda Guerra Mundial y su posguerra, realidad humilde y severa, a la que tenía que hacer frente cotidianamente la clase trabajadora en durísimas condiciones personales y laborales. Los realizadores del período despojaban a las películas de cualquier recurso narrativo artificial, de modo que no utilizaban ambientes ni localizaciones diferentes a los que proporcionaban la realidad cotidiana, con predominio de secuencias en exteriores y eludiendo a firmar en estudios.
El neorrealismo alcanzarían cuotas más altas con obras maestras del calibre de "Roma, ciudad abierta (1945)" de Roberto Rossellini y "El ladrón de bicicletas (1948)" de Vittorio de Sica, películas cuya repercusión mundial e influencia en cineastas venideros de todo el mundo, siguen apreciándose en nuestros días. La opera prima de Luchiano Visconti parte de la novela negra de James M. Cain, "El cartero siempre llama dos veces", publicada en 1934 (pero no en Italia, el director se hizo con una copia en francés). El texto de Cain sería adaptado oficialmente por el cine estadounidense en dos títulos de visión opuesta. El primero en 1946, orquestado en pleno apogeo del "Film noir" y del "Star system", dirigido por Tay Garnett y el otro en 1981, dirigido por Bob Rafelson y escrito por el dramaturgo David Mamet. Visconti no consiguió adquirir los derechos de dicha obra literaria, pues los mismo pertenecían a la toda poderosa Metro Goldwyn Mayer.
Por ello, la particular adaptación que nos ocupa, sólo pudo ser exhibida en Italia y con posterioridad a los años de su realización (pues estuvo prohibida por la censura del gobierno fascista de Benito Mussolini) y no sería hasta los años 70 cuando se distribuyó de modo universal, al haber vencido los derechos de la novela en que se inspira. La obra de Cain, es diseccionada por Visconti y sus guionistas (Giuseppe de Santis, Mario Alicata, Gianni Puccini, y sin acreditar, Alberto Moravia y Antonio Pietrangeli) despojándola del glamour de la obra original y convirtiéndola en una película auténticamente italiana. Ambientada en Ferrara, al norte del país, Gino Costa (Massimo Girotti) es un joven vagabundo que llega a un restaurante-gasolinera al pie del río Po, donde quedará prendado de Giovanna (Clara Calamai, sustituyendo a la inicialmente prevista Anna Magnani), la joven atractiva y desdichada esposa del obeso Giuseppe Bragana ( Juan de Landa), dueño del mencionado restaurante.
Rápidamente, surgirá un encuentro apasionado entre Gino y Giovanna, que se tornará en obsesión y exigirá el asesinato de Giussepe. El remordimiento, la miseria, el adulterio, la pasión, los celos, la mezquindad, acompañarían este magistral relato de una Italia sórdida y triste y marcarán el trágico final de los protagonistas. A la película le perjudican sin duda una duración desmesurada (135 minutos) y una música un tanto estridente, que trata de realzar la visión "operísticamente" apasionada de la trama (Visconti era un enamorado de la ópera y los gestos subrayados de los personajes, así como los actos marcadamente pasionales), pero se beneficia de unas interpretaciones memorables y una fotografía que anticipa y realza la tragedia, obra de los operadores Aldo Tontu y Domenico Scola, figuras claves de la luz en el cine italiano. Un clásico del cine hasta hace relativamente poco tiempo muy difícil de ver, plagado de imágenes perturbadoras de gran calidad.
El neorrealismo alcanzarían cuotas más altas con obras maestras del calibre de "Roma, ciudad abierta (1945)" de Roberto Rossellini y "El ladrón de bicicletas (1948)" de Vittorio de Sica, películas cuya repercusión mundial e influencia en cineastas venideros de todo el mundo, siguen apreciándose en nuestros días. La opera prima de Luchiano Visconti parte de la novela negra de James M. Cain, "El cartero siempre llama dos veces", publicada en 1934 (pero no en Italia, el director se hizo con una copia en francés). El texto de Cain sería adaptado oficialmente por el cine estadounidense en dos títulos de visión opuesta. El primero en 1946, orquestado en pleno apogeo del "Film noir" y del "Star system", dirigido por Tay Garnett y el otro en 1981, dirigido por Bob Rafelson y escrito por el dramaturgo David Mamet. Visconti no consiguió adquirir los derechos de dicha obra literaria, pues los mismo pertenecían a la toda poderosa Metro Goldwyn Mayer.
Por ello, la particular adaptación que nos ocupa, sólo pudo ser exhibida en Italia y con posterioridad a los años de su realización (pues estuvo prohibida por la censura del gobierno fascista de Benito Mussolini) y no sería hasta los años 70 cuando se distribuyó de modo universal, al haber vencido los derechos de la novela en que se inspira. La obra de Cain, es diseccionada por Visconti y sus guionistas (Giuseppe de Santis, Mario Alicata, Gianni Puccini, y sin acreditar, Alberto Moravia y Antonio Pietrangeli) despojándola del glamour de la obra original y convirtiéndola en una película auténticamente italiana. Ambientada en Ferrara, al norte del país, Gino Costa (Massimo Girotti) es un joven vagabundo que llega a un restaurante-gasolinera al pie del río Po, donde quedará prendado de Giovanna (Clara Calamai, sustituyendo a la inicialmente prevista Anna Magnani), la joven atractiva y desdichada esposa del obeso Giuseppe Bragana ( Juan de Landa), dueño del mencionado restaurante.
Rápidamente, surgirá un encuentro apasionado entre Gino y Giovanna, que se tornará en obsesión y exigirá el asesinato de Giussepe. El remordimiento, la miseria, el adulterio, la pasión, los celos, la mezquindad, acompañarían este magistral relato de una Italia sórdida y triste y marcarán el trágico final de los protagonistas. A la película le perjudican sin duda una duración desmesurada (135 minutos) y una música un tanto estridente, que trata de realzar la visión "operísticamente" apasionada de la trama (Visconti era un enamorado de la ópera y los gestos subrayados de los personajes, así como los actos marcadamente pasionales), pero se beneficia de unas interpretaciones memorables y una fotografía que anticipa y realza la tragedia, obra de los operadores Aldo Tontu y Domenico Scola, figuras claves de la luz en el cine italiano. Un clásico del cine hasta hace relativamente poco tiempo muy difícil de ver, plagado de imágenes perturbadoras de gran calidad.
Título original: Ossessione.
Director: Luchino Visconti.
2 opiniones :
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Vania
ariadna143@gmail.com
Buenos días, estos amores pasionales no se olvidan nunca. Cuando te toca, te toca. Lo peor es que sabes te vas a quedar atrapado ahí para siempre. Nadie, a priori, va a volverte hacer sentir lo mismo nunca. Sin duda un romance tórrido y pasional pero provocador e irrepetible. Lo volvería a repetir sin objeciones, sólo que con las lecciones aprendidas y un poco más de control, o no, bendito sea (descontrol). A menudo queremos tenerlo todo siempre tan controlado a veces, se nos exige tanto ahí fuera, que no podemos concedernos el lujo a nosotros mismos de bajar la guardia. Desde ahí imposible poder tener una relación sana sin que torne en obsesión. Nunca se sabe, a lo mejor, con todas nuestras respectivas sombras integradas, sucede otro maravilloso encuentro azaroso, o no. Mientras hay que disfrutar y aprender de la experiencia, mucha experiencia. Aunque mucho me temo esa energía no se apagará nunca. Me gustó la frase destacada del final. Yo sin duda, después de esta experiencia que te he contado, jamá podré volver a ser la misma de antes, tampoco lo pretendo. Abrazo y gracias por la reseña. A disfrutar mucho del cine!
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