Durante la Gran Guerra, el teniente de aviación Maréchal y el capitán de Estado Mayor Boieldieu son hechos prisioneros y conducidos a un campo de concentración alemán. Tras un intento de evasión, son encerrados en una fortaleza que dirige el capitán Von Rauffenstein, quien como aristócrata hace amistad con Boieldieu. Pero Maréchal y el teniente Rosenthal preparan una nueva evasión, que costará la vida de uno de ellos. Ambos se refugiarán en la casa de una campesina alemana, con la que el primero tendrá un idilio, para cruzar posteriormente la frontera suiza.
Realizada por el maestro Jean Renoir en pleno Frente Popular y a las puertas de La Segunda Guerra Mundial, La gran ilusión pretendía ser un aviso o denuncia de lo que podía ocurrir. A la vez, mostraba las similitudes entre las gentes de los diversos países europeos, ya que los efectos devastadores de la guerra, afectan a todos por igual, sin distinguir nacionalidad alguna. Por otro lado, era una alegoría crítica sobre la desintegración de una clase social, la aristocrática, por excelencia, a la que pertenecían los dos capitanes protagonistas.
Esta obra, con guión de Charles Spaak y del propio Renoir, fotografiada bellísimamente en blanco y negro por Christian Matras es una denuncia fría, pero apasionada de la guerra, una declaración pacifista y humanista en toda regla. Transcurre en un campo de prisioneros de guerra durante la Primera Guerra Mundial, de donde los prisioneros franceses, cumpliendo con su deber, buscan el medio de fugarse. La guerra es eso: unos hombres encerrados por otros hombres. Pero la película nos descubre también otro tema: el del final del antiguo orden, del final del orden aristocrático que había imperado en Europa hasta entonces, el honor y el orden, así como del sistema de clases sociales.
El oficial francés de clase alta (Pierre Fresnay) tiene más cosas en común con el también aristócrata alemán (Erich von Strogeim), que con sus compatriotas, un mecánico, antes soldado raso, ascendido a oficial (Jean Gabin) y un judío. Ambos militares se profesan un respeto mutuo. El cortés, melancólico y educado capitán alemán desearía poder relacionarse con su colega en otras circunstancias, pero para él el patriotismo es más importante que las diferencias de clase, y que las fronteras mismas entre las clases sociales se han difuminado.
Pero la película tiene una segunda lectura: una vez fuera del campo y siendo libres, los personajes fugados vuelven a ser un trabajador manual y un judío despreciado. La gran ilusión a la que se refiere el título es la de que es fácil superar los prejuicios de clase. La ilusión de la unidad nacional, y de hecho, las divisiones sociales son más fuertes que la aparente cohesión nacida del patriotismo.
Estamos ante un film poético e intelectual, un film bélico donde no hay trincheras, retaguardias, ni tanques, donde el único disparo que presenciamos sale de la pistola de Rauffesntein. Film perseguido por el Dr. Goebbels, que afirmaba: "es el enemigo cinematográfico número uno" y alabado, a su vez, por el presidente Roosvelt, el cual manifestaba: "todos los demócratas deberían verla", presenta quizá una visión un tanto ambigua de la guerra, al tiempo que su relato cinematográfico ha tenido múltiples y ambivalentes lecturas, puesto que la extrema derecha francesa la vio como un film en defensa del patriotismo y la glorificación de la guerra, haciendo que cada individuo se sacrificase por su país; la ilusión que menciona el título era de los pacifistas: frente al enemigo, hombres que pensaban que eran diferentes descubren que son franceses antes que nada. La extrema izquierda, por su parte, pensó que el film serviría a la causa de la paz estableciendo una clara diferencia entre los aristócratas, soldados profesionales que viven para la guerra, y el resto de los hombres, empujados por la conflagración a pesar suyo. Incluso en 1946, dado el contexto político, y se le dio un vuelco total al sentido de la película se le tachó de invitación al colaboracionismo.
Las actuaciones, que marcan soberbios contrastes (la naturalidad de Jean Gabin, el cual luce en la película el uniforme que Renoir utilizó como piloto de avión durante la Primera Guerra Mundial, frente a la urbanidad educada de Fresnay y de von Stroheim), aumentan el valor de la película, cuyo mensaje se transmite tan sutilmente que, por una parte, recibió un premio en el Festival de Venecia, de orientación claramente fascista por entonces, y por otra, fue prohibida en Francia durante la ocupación por los nazis.
El cautiverio produce la ilusión de la hermandad; la libertad demuestra la realidad de que todavía existen las diferencias de clases. Pero esta joya de Renoir es una bella parábola del pacifismo, la solidaridad y la libertad.
Título original: La Grande Illusion.
Director: Jean Renoir,
Intérpretes: Jean Gabin, Erich von Stroheim, Pierre Fresnay, Marcel Dalio, Dita Parlo, Jean Dasté, Julien Carette, Georges Péclet,
Trailer:
Escena:
Reseña escrita por Marilyn Rodríguez
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