El relato comienza describiendo la vida de una humilde familia, cuya madre trabaja en unos lavabos públicos mientras acuna a su bebé y su marido anda preocupado porque le cumple el plazo para pagar la primera letra de un motocarro que acaba de comprar como medio de ganarse la vida.
La familia de Plácido (Cassen) reunida en torno a un lavabo de mujeres se nos presenta en una situación desgarradora, casi de mendicidad, obligada a llegar hasta extremos humillantes. La genialidad de este relato consiste en mostrar un estilo incisivo y mordaz construyendo una comedia de una situación terriblemente trágica.
En una ciudad cualquiera de provincias, como claramente reza un cartel que precede al visionado del film, y que podría acontecer en cualquier lugar del mundo, una empresa de Ollas denominada Cocinex, patrocina "La campaña del pobre". La Comisión de Damas de la Caridad se ha encargado de organizarla. Se va a llevar a cabo una subasta, donde cada familia pujará para llevarse un artista del espectáculo a casa junto con un pobre, ambos compartirán con una "buena familia" la famosa cena de Nochebuena.
Con el lema "La caridad no tiene fronteras", todas las familias de bien se presentan en la subasta donde ocurrirán toda una serie de percances encadenados y presentados por un excelente reparto de actores donde cada incidente, absolutamente escabroso y macabro es un vivo reflejo de la sociedad que representa, está dominado por el caos, la mala organización y los favoritismos entre familias conocidas. Es la España de la pillería, de la doble moral, de los engaños, donde la clase acomodada vive de sus falsas apariencias y contactos, donde no existe la solidaridad sino el sálvese quien y como pueda, manteniendo las apariencias ante las estrictas reglas de moral impuestas.
Paralelamente, Plácido se verá envuelto en todos estos sucesos y será el hilo conductor de la obra junto con el colosal Jose Luis López Vázquez (Don Gabino), encargado de satisfacer y organizar el evento social.
Plácido angustiado únicamente por conseguir el dinero que le permita pagar el plazo de su carromato a tiempo, antes de ser embargado o absorbido por una burocracia que cada vez le exige un impuesto nuevo, se verá obligado a realizar todas las tareas que le van pidiendo las grandes familias implicadas en el Gran acontecimiento. Observaremos así un barrido interesantísimo de todo el espectro social de la época de forma ácida y crítica, de una forma tan absurda y caótica que tiende a deslizarse hacia la comedia de humor negro. Luis García Berlanga y Rafael Azcona construyen una película coral en la que no queda títere con cabeza. Espejo deformante de un mundo rancio, mediocre y pretencioso.
El rodaje se llevó a cabo en decorados de Manresa, aunque Berlanga buscaba poder hacerlo en interiores naturales, ningún rico se lo permitió, a excepción de un director catalán, amigo de Berlanga, que le dejó el comedor de su casa de Barcelona.
En 1961, Luis García Berlanga inicia su colaboración con Rafael Azcona como coguionista de sus filmes. Plácido es su primera película conjunta, y también la primera en la que el director utiliza de forma sistemática el plano-secuencia, una opción narrativa que le convertirá en uno de los grandes maestros del cine europeo.
El título del guión era, al principio, "Siente un pobre a su mesa", pero el realizador se vio obligado por problemas con los censores, a hacer un cambio de última hora, llamándola finalmente como el principal personaje masculino.
En una de aquellas vueltas al guión se incorporó Rafael Azcona, escritor que ya había trabajado con Marco Ferreri en "El pisito (1959)" y "El cochecito (1960)".
Berlanga cansado de la censura franquista y tras el escándalo de Viridiana, se decidió por plasmar y convertir la idea de "sentar un pobre en su mesa" en una película en la que desea mostrarnos la forma en la que la burguesía pretende limpiar su conciencia. Azcona reordenó la tormenta de ideas de Berlanga consiguió estructurar este complejo retrato coral en una buena historia. Se entendieron tan bien que han trabajado juntos durante muchos años.
"Azcona es un hombre más moral, más deseoso de salvar a la humanidad que yo; con él hay más ternura", diría Berlanga.
Berlanga plasmó en Plácido cuanto había desarrollado en sus corrosivas películas anteriores: "Esa pareja feliz (1951)", "Bienvenido Mr. Marshall (1952)", "Novio a la vista (1954)" y "Calabuig (1956)". De modo que la carcajada sobre un país de cultura mediocre, lleno de prejuiciosos al mismo tiempo que pretencioso quedó definida como "humor negro".
Plácido fue recibida con sorpresa por el gran público y aplaudida con énfasis por la crítica. Nominada para el Oscar a la mejor película de habla no inglesa en 1962, obtuvo dos premios del Sindicato del Espectáculo, uno de ellos al actor Manuel Aleixandre (el cuñado de Plácido) y dos del Círculo de Escritores Cinematográficos.
Sin embargo, a pesar de tanto éxito, Berlanga no la consideraba "más dramática que mis películas anteriores: en todas existe el mismo arco. Son dramáticas, agnósticas, escépticas, amargas si se quiere, son películas anarquistas".
Sencillamente imposible resulta dejar de mencionar, y ensalzar claro, los inmortales y famosos planos prolongados berlanguianos, con los que enriquece la exquisita descripción fotográfica de la sociedad española de aquellos años. Construye sus míticos planos secuencia, en los que manifiesta su magistral e inigualable dominio en el trabajo de cámara, escenas que parecen no tener límites y que se extienden convirtiéndose en excelentes medios narrativos. Además, estos largos planos hacen más destacable el trabajo coral del elenco actoral y permiten entrelazar situaciones diversas y contrapuestas que se desarrollan a la vez, un estilo imposible de desarrollar sin la colaboración de grandes intérpretes. Cada uno de estos largos planos pone en escena a varios actores, cada uno representando diferentes diálogos y situaciones que convergen en el tempo y en el espacio con una coincidencia medida hasta el milímetro para que una grupo de personajes distintos no se conviertas en una algarabía sin sentido.
Un buen plano secuencia exige además de la habilidad técnica, estar representado por grandes actores, ya que es lo más parecido al teatro que se rueda en las películas. Al ser una única secuencia sin cortes el diálogo no es interrumpido y la interpretación actoral debe estar a la altura.
Berlanga demuestra una abrumadora movilidad de la cámara, su herramienta de trabajo, que se desliza, gira, nos introduce en lo que pasa con sus precisos acercamientos y alejamientos, seguimientos y rotaciones, es una lente que llega a todo. Con esa característica movilidad, la cámara se convierte en un personaje más, ágil, inteligente, y muy expresiva, es su sello inconfundible, esos planos secuencia, íntegros, y un invaluable elemento narrativo.
Por tanto, Berlanga da prioridad a la interpretación de actores y elige un sólido elenco con excelentes secundarios. Contó con un plantel impecable en que cada cual hace un trabajo perfecto donde encontramos personajes magníficamente interpretados por: Elvira Quintillá, Amelia de la Torre, Julia Caba Alba, Amparo Soler Leal, Manuel Alexandre, Mari Carmen Yepes, Agustín González, Luis Ciges, Antonio Ferrandis y algunos más.
La cinta se va ennegreciendo conforme avanza el frenético ritmo del metraje: miseria, muerte, falsedad, egoísmo, austeridad, soledad y diferentes problemas imposibles de solucionar son retratados a la perfección y con grandísima ironía convirtiendo a este relato como una de las piezas, como un perfecto retrato de una época y un lugar que no nos quedan todavía nada ajenos en la memoria.
"Se trata del humor español, el de la picaresca española. Desde Quevedo a Buñuel, pasando por Goya y Solana, todo señor que haya intentado diseccionar a los españoles, es decir, diseccionarse a sí mismo, ha tenido que recurrir por fuerza a esto que llaman humor negro". Luis García Berlanga.
Director: Luis García Berlanga.
Intérpretes: Cassen, José
Luis López Vázquez, Elvira
Quintillá, Amelia
de la Torre, Julia
Caba Alba, Amparo
Soler Leal, Manuel
Alexandre.
Trailer:
Títulos de crédito:
Reseña escrita por Bárbara Valera Bestard
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