Se trata de una adaptación cinematográfica de la última e inacabada novela de Francis Scott Fitzgerald, realizada con la ayuda del guión de Harold Pinter. Una historia ambientada en la época dorada de los estudios de Hollywood, durante los años treinta, e inspirada en la figura de Irving Thalberg, ejecutivo de la MGM conmocionado por la prematura muerte de la esposa.
Parece aceptado que la novela está inspirada en Irving Thalberg (1989-1936) conocido con el apelativo de "Chico Maravillas", dada su enorme capacidad de trabajo y de control sobre todo el proceso de elaboración de las películas, desde la escritura del guión hasta la configuración del equipo. Visionario personaje perteneciente a una época en que el productor era más importante que el director, se inició en los estudios Universal, aunque la mayor parte de sus éxitos se produjeron en la Metro Goldwyn Mayer. En los años 30 recibió el Oscar por películas como "Gran Hotel (1932)" y "Motín a bordo (1935)", y trabajó hasta el final de su vida dejando como herencia la fundación Irving Thalberg Memorial Award, dedicada a la ayuda a la producción de filmes, desde 1937. Mediante el hilo conductor del protagonista, Monroe Stahr (Robert De Niro), el talentoso productor de un estudio cinematográfico, conoceremos una amplia descripción del cine dentro del cine, tanto de sus personajes, de sus decorados y de sus fantasmas del glorioso pasado.
Un magnífico elenco de antiguas estrellas lideradas en la ficción por Pat Brady (Robert Mitchum) director de los Estudios de cine, que junto con Ray Milland representarán a la perfección el grupo ejecutivo, preocupado únicamente por la vertiente industrial y ganancial.
La hija del adinerado Robert Mitchum es la jovencísima Theresa Russell, Cecilia Brady, que junto con Robert de Niro y Jack Nicholson configuran la segunda generación de grandes estrellas: El relevo generacional del Actor`s Studio estaba asegurado.
En el relato se nos describe la figura de directores, Dana Andrews, que pueden ser despedidos si no logran satisfacer a las grandes estrellas; La figura de la Diva europea, insegura y con gran Ego: Jeanne Moreau; Guionistas, Donald Pleasence, que deben aprender a escribir para un medio que no necesita palabras, como es el mundo de la imagen; Antiguos astros de la gran pantalla, ya en decadencia: Tony Curtis; Montadores, capaces de morir en silencio para no interrumpir la proyección en la sala de montaje, y, como no, los decorados de antiguas películas por los que Robert De Niro camina, pasando de uno a otro en la misma conversación.
Varios son los temas concernientes a la industria del Cine que son criticados con ingeniosa sutileza, engarzados por el romance que nuestro prodigio de productor mantiene con una bella desconocida. El director logra enlazar así el nostálgico pasado con el presente, los sueños no realizados con la dura realidad, donde cualquier miembro del equipo artístico es prescindible o puede ser manipulado, todos, excepto los directivos.
De esta forma, Elia Kazan elabora con su ésta su última película un elegante esbozo con una amplia perspectiva, bien organizada, rica en detalles y en conversaciones, pero, sobre todo, consigue contar una historia de cine con el mundo de cine de protagonista. Es interesante y magistral cómo se perfilan los detalles oscuros o de la trastienda del cine, como por ejemplo, la lucha que los escritores cinematográficos mantienen con los estudios de Cine. Jack Nicholson como representante sindical mantiene una singular entrevista con el gran productor, con notables referencias a los comunistas y los homosexuales, el mismo tema del que ya habían hablado en la adinerada Junta Directiva de los estudios.
La delación, en 1952, de varios compañeros ante el Comité de Actividades Antiamericanas le supuso a Elia Kazan cargar para siempre con el estigma de la traición . Este hecho incontestable ha oscurecido la valoración crítica de su filmografía, aunque casi siempre se ha reconocido su talento como cineasta.
Una de las grandes contribuciones de Elia Kazan al mundo del cine fue en la creación del Actor´s Studio, con la difusión del método Stanislavski y la desaparición de los impostados y artificiosos estilos actorales, en aras de la naturalidad emocional de una generación de grandes estrellas. De ahí, que todos los personajes de la cinta, sin excepción y por pequeña que sea su actuación, brillen con luz propia.
El último magnate es una película que explica qué es el cine: Recordar la escena en la que De Niro explica qué es la magia del cine a un guionista. Cómo se hace el cine : Observanos y paseamos por los grandes decorados del Estudio y para qué sirve: hay momentos en los que la vida del protagonista mezcla fantasía y realidad. Por otro lado, no escatima en describir cuáles son sus principales miserias, su hipocresía moral, la ambición desmedida de los que olvidan que es un arte para convertirlo tan sólo en negocio.
Además de enlazar de forma magistral varias subhistorias, Elia Kazan, nos cuenta la historia de soledad y de frustración del protagonista interpretado por el joven y muy bien contenido en emociones Robert De Niro, el productor Monroe Stahr. Un tipo peculiar, marcado por su pasado y su brillante talento que defiende su concepción del cine como arte, frente al mundo empresarial. Un hombre al que su singular carácter y sus escasas carencias jugarán en su contra al menor descuido.
Por lo demás, destacar la perfecta ambientación de la época con la magnífica música de Jarre, con una BSO que crea una atmósfera situada siempre en posiciones de fondo y la fotografía de Victor J. Kemper, de una gran belleza, muy rica en contenidos, muestra más de lo que parece a primera vista y utiliza grandes recursos expresivos y sugerencias, como la escena del baile con la cortina de agua al fondo.
Título original: The Last Tycoon.
Director: Elia
Kazan.
Intérpretes: Robert
De Niro, Jack
Nicholson, Robert
Mitchum, Jeanne
Moreau, Dana
Andrews, Tony
Curtis, Anjelica
Huston, Ray
Milland.
Trailer:
Escena:
Reseña escrita por Bárbara Valera Bestard
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