El argumento parte del asunto
histórico centrado en las maniobras de Enrique VIII para poder repudiar y
divorciarse de su primera esposa, Catalina de Aragón, ya que ésta no le
proporciona la descendencia que desea. Además, el monarca ya tiene una nueva amante
con la que pretende establecer un matrimonio legal, reconocido por la Iglesia
católica. Con el pretexto de asegurar su linaje y, alegando que su primer
matrimonio no fue del todo honesto, pues era la viuda de su hermano, inicia una
batalla política y teológica contra el poder de la Iglesia católica. Pero sus
intenciones son más complejas y sobre ese conflicto Iglesia- Estado existe en
realidad todo un entramado geoestratégico contra potencias religiosas de la
época como España y Francia. La cinta se centra en el
conflicto que enfrenta al rey Enrique VIII (Robert Shaw) y a su reciente
nombrado Lord Canciller Tomas Moro (Paul Scofield) tras la muerte de su
predecesor, el Cardenal Thomas Wolsey (Orson Welles). Pero la historia nuclear,
en realidad, es la que nos cuenta el enfrentamiento de un individuo con
principios frente al poder reinante y el séquito que lo ampara, el cual excusa
su ambición en el caprichoso manejo de las leyes. La escena inicial del film nos
presenta a Tomas Moro como un hombre honesto, justo, buen conocedor de las
leyes, la cuales respeta sin dejarse intimidar por ningún obsequio o presión de
cualquier poder fáctico. Antes de morir su predecesor, su entrevista con el
personaje que lo representa, Orson Welles como Cardenal sibilino, nos hace una
interesante y global descripción de Moro.
- Cardenal Thomas Wolsey. "Si pudiérais ver los hechos sin tanta moral, con un
poco de sentido común, seríais un buen político."
En efecto, Tomas Moro es un
hombre que mantiene intacta su fe en dios y en la Iglesia católica, al mismo
tiempo que es capaz de razonar y rebatir utilizando su gran intelecto. Un
hombre honesto o un ingenuo, un dilema que cada cual debe resolver viendo la
cinta. En una gran escena con su hija
Margaret (Susannah York), cuando el cerco sobre él se va cerrando por llevarle
la contraria al rey y no querer admitir su divorcio, siguiendo las órdenes del
Papa que no cede ante el rey Enrique VIII, y viendo venir los difíciles
momentos que se avecinan, ya que le obligarán a jurar que acepta a la nueva
reina, Ana Bolena, como esposa según las leyes de la Iglesia, Tomas Moro
recitará un diálogo que refleja toda su condición de hombre erudito, capaz de
mantener un espíritu religioso y su razón.
-Tomás Moro: "Escucha, Meg. Dios
hizo a los ángeles para revelar su esplendor. A los animales por su inocencia,
a las plantas por su sencillez. Pero al hombre lo creó para que
inteligentemente le sirviera con su razón…debemos servirnos de nuestro
ingenio para escapar ante esta dificultad."
El dilema que se presenta entonces está centrado entre mantener una conciencia individual, entre la libertad personal frente al poder y la presión de las Instituciones. La libertad de pensamiento y el criterio de Moro están por encima de todo (no de Dios, pues, como acaba de declarar Moro, de Él recibe el hombre la capacidad racional). Desde el momento en que Tomas Moro lleva la contraria al rey, sus contrincantes, entre ellos Thomas Cromwell (Leo Mc Kem) elaborarán todo un maquiavélico plan para conseguir que sea juzgado por traición . Mediante turbias maniobras, supuestamente amparadas en la ley, se mantendrán interesantes discursos dialécticos entre Moro y Cromwell. Sin embargo, aunque Tomas Moro sea presentado como hombre ingenuo por pensar que se librará de la ira del rey amparándose en el correcto uso de la Ley, sus conocimientos de la misma conducirán hacia una ardua tarea para poder juzgarlo por deslealtad. Es presionado por el Monarca, el Cardenal, el Secretario real, los Lores. Igualmente, lo hacen sus discípulos y criados. Unas veces por conveniencia y otras por propia ambición de poder y riqueza, como el caso de su antiguo discípulo, Richard/ Rich (John Hurt), elemento definitivo de la trama que consigue llevarlo a la muerte por traición.
Tomás Moro es descrito como hombre firme y severo, empezando consigo mismo. No es un fanático: «No tengo madera de mártir». Duda, flaquea, confiesa tener miedo y sufrir ansiedad. Tampoco desea ser un héroe. Pero no se lamenta, jamás maldice. Son conmovedoras y magníficamente interpretadas por Paul Scofield, las escenas donde quedan de manifiesto sus temores y vacilaciones, incluso su debilidad ante el temor de perder a su familia. Fred Zinnemann, con un guión basado en la obra teatral de su mismo autor, Robert Bolt, consigue trasladar grandes diálogos a la pantalla basándose en todo un magnífico elenco de actores, pero su cinta va más allá de la teatralidad del texto, ya que la excelente fotografía de Ted Moore nos regala unos paisajes y una puesta en escena absolutamente épica. También es destacable el vestuario, la ambientación y el magistral montaje que utiliza planos visuales bien para expresar ideas: Planos detalle de gárgolas, escudos o primeros planos de actores, con otros más paisajísticos que sirven de elipsis en la trama, como la visión a través de la pequeña ventana desde la Torre donde está encerrado Moro, la cual nos permite adivinar el paso del tiempo y las estaciones para hacernos conocer su larga estancia en prisión hasta su juicio y posterior ejecución. Un film que nos habla de la política, de las dinastías reinantes, de cómo se modificaban las leyes para proteger los deseos de los poderosos y de cómo un erudito se mantuvo firme hasta el final sin traicionar sus principios.
Título original: A Man for All Seasons.
Director: Fred
Zinnemann.
Intérpretes: Paul
Scofield, Wendy
Hiller, Leo
McKern, Robert
Shaw, Orson
Welles, Susannah
York, Nigel
Davenport, John
Hurt, Corin
Redgrave, Colin
Blakely, Cyril
Luckham,Jack
Gwillim.
Trailer:
Escena:
B.S.O.:
Reseña escrita por Bárbara Valera Bestard
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