Sorprendente e inusual película
del buen francés Claude Chabrol, ciertamente un ejercicio atípico dentro de su
muy extensa y dilatada filmografía, su muy particular forma de rendir homenaje
a una cinta de culto dentro del panorama cinematográfico. El realizador galo se
enfrasca en la nada sencilla labor de realizar una cinta erróneamente llamada
remake de la mítica película del gigante cineasta alemán Fritz Lang, la
recodada e inolvidable "Dr. Mabuse (1922)". Es de este modo que Claude nos ilustra su
versión del tema, dejando un poco de lado al jugador de cartas, Mabuse, que
escala políticamente gracias a su facultad de hipnotismo, de sugestionar
poderosamente las mentes de los seres humanos que le rodean, manipulándolos a
su conveniencia; Chabrol en esta oportunidad nos traslada a un Berlín que se
encuentra en un futuro no tan distante, donde un sujeto con las citadas
habilidades mentales sugestionará a todos los ciudadanos, los enajenar y los
lleva a suicidios masivos, que parecen crímenes extraños. Realmente una rareza
dentro de la filmografía de Chabrol, algo inédito para lo que no hay aristas
previas de análisis, una característica que vuelve ese análisis y apreciación
doblemente un reto. Y por si fuera poco, es su única producción rodada en
inglés, con nuevos e internacionales actores, adiós a su producción ciento por
ciento francesa, al menos en este trabajo, es una cinta que a muchos confunde y
acaban por despedazarla, por verle solo defectos, algo que se intentará
reivindicar ahora. En un Berlín de un futuro no
especificado, vemos a un hombre y una mujer, en una ciudad donde unas
difusiones televisivas, unos comerciales se repiten constantemente.
De pronto,
un camión se estrella aparatosamente, causando más de 500 muertes, se desata la
histeria, se piensa si fue asesinato o suicidio del conductor, y el teniente
Claus Hartman (Jan Niklas) es puesto a cargo de investigar el caso. El
detective investiga a la mujer que sale en los comerciales de toda la ciudad,
Sonja Vogler (Jennifer Beals), mientras un nuevo accidente ocurre, y el Dr.
Marsfeldt (Alan Bates), un personaje influyente, aparece también tratando de
calmar a las masas. Hartman piensa que la joven modelo de las difusiones tiene
algo que ver con las muertes, la investiga y se acerca a Sonja, quien, inquieta
por todo lo que sucede, quiere dejar de trabajar de esa forma, pero sus
superiores se lo niegan. Hartman sigue investigando, intima con Sonja, las
muertes siguen, el club Theratos, empresa que se publicita con las difusiones de
la muchacha, fuerza una suerte de terapia sobre los ciudadanos. La pareja de
amantes van descubriendo la verdad, que el Dr. Marsfeldt está detrás de todo,
tiene una sorprendente facultad de hipnosis, y, ayudado por las transmisiones,
sugestiona a la gente a matarse. Ellos escapan de una persecución y detienen
las transmisiones, desbaratan su plan, Marsfeldt muere, y ellos se retiran
finalmente juntos. Culmina de esta forma este
sorpresivo trabajo de Chabrol, un trabajo en el que desde el comienzo, incluso
con los créditos en inglés, ya podemos ir haciéndonos la idea de que se trata
de una cinta atípica en Chabrol, un trabajo diferente, y mucho, a lo que nos
tiene acostumbrados, es una cinta rodada en inglés, su única cinta con esta
particularidad, con un actor británico en sus filas, ni rastros de sus actores
fetiche, ni un solo rostro conocido, la cinta es inédita por donde se le mire.
Digo por donde se le mire pues deja el director de lado completamente su eterno
plot, su eterna sinopsis o trama, ya no habrá un asesinato que entraña una
investigación policial en cuyo proceso vamos descubriendo las psiquis y
resquebrajamientos de las mentes implicadas, no al menos a su clásica manera.
Ahora ya no crea ni teje el suspenso en torno a eso. Ahora el manejo mental, la
hipnosis masiva es el tema, lo que deviene en magnicidio, ese es el tema ahora,
deja de lado a su eterna inspiración y modelo, el viejo maestro Hitchcock y su
suspenso, ahora es Fritz Lang el que ocupa su norte, Chabrol cambia a un titán
por otro, si bien no es un estricto seguimiento del trabajo del mítico alemán.
Hasta ahora, me refiero hasta el momento del estreno del filme, 1990,
definitivamente se trata de lo más extraño, inédito y único en su filmografía.
Los actores por supuesto colaboran también e ese sensible cambio, veremos un
elenco más que novedoso en el realizador, la terna principal, los tres
protagonistas son de distintas nacionalidades, ingleses, americanos, alemanes.
Esa variedad colabora, por supuesto, a que se genere una atmósfera no conocida
en un trabajo del cineasta, una atmósfera densa, extraña, atípica, configurando
el trabajo menos Chabrol del director. Nuevo elenco, nueva trama, nuevo norte,
es una cinta que se escinde claramente de los trabajos previos, tan símiles,
tan hermanados los unos a los otros, al menos hablando de las obras más
importantes de su creador, con tantos vértices en común. Lo dicho, la cinta tiene un ritmo
algo cansino, y en efecto se aleja bastante del trabajo desarrollado por Lang,
para dar primacía al tema principal de la novela de Norbert Jacques, el manejo
de la hipnosis masiva, la manera en que un individuo puede manipular a los
demás seres humanos como si fueran marionetas, al extremo de poder inducirlos a
la muerte, a acabar con sus propias vidas sin miramientos. Particularmente
encuentro difícil de entender tantos comentarios negativos que he leído sobre
el filme, si bien es cierto probablemente no sea la mejor propuesta de sur
realizador, quizás el ritmo pueda ser algo lento, pero pienso que el proyecto
se mantiene como lo que es, una visión personal de un trabajo primigenio, una
obra literaria, naturalmente también influida hasta cierto punto por Lang -un
tímido expresionismo esbozado se puede olfatear-, cómo no, pero la cinta tiene
su propio camino, su propio norte, incluso su propia identidad. Un buen
camarada mío, en alguna oportunidad me dijo que a veces a un genio no se le
debe "juzgar" por sus mayores hitos, por sus cumbres, artísticas en el caso de
un cineasta, sino casualmente por sus trabajos distintos, quizás, por sus
debacles o fracasos si se quiere, pero básicamente por lo distinto, por lo
atípico, que muchas veces nos dice bastante más que los trabajos uniformes del
creador.
Cuando visioné la cinta recordé el comentario que alguna ya lejana vez
se me hizo, esto es, lo distinto, lo singular de Chabrol, oscuras danzas al son
de música dura, muertes masivas e hipnosis, un futuro no muy distante y
singular, otro yo del cineasta. Sólo por citar un ejemplo, mencionaré al
inmortal Vittorio de Sica, a quien todos conocemos por sus eternos ejercicios
neorrealistas, pero llegué a verle un cortometraje, a blanco y negro y sin
palabras, prescindiendo de ella en su fúnebre desarrollo, algo distinto, algo
atípico, que nos habla de modo distinto al habitual, que te muestra una faceta
desconocida de alguien a quien creías conocer. Pues bien, aquí tenemos a lo
inesperado, a lo irregular en Chabrol, respecto a la obra de Fritz Lang, en
esta oportunidad no habrá ya un maniático adicto al juego, no hay ya un maquiavélico
apostador, no hay un Mabuse que emprende meteórico ascenso de poder en su
sociedad gracias a su habilidad hipnotista. Se conserva únicamente el tema de
la hipnosis masiva, del manejo de la mente humana, pero con un tinte mucho más
fatalista, ahora los suicidios y muerte en masa es a lo que enfoca esa
sugestión mental, un enfoque más letal, la muerte es lo único a lo que se
apunta ahora, la muerte y la desaparición de los humanos, es el delirante
proyecto del Dr. M, la descabellada ambición de una megalómano fatal. El futuro
retratado por el francés, es un futuro no espectacular ni aparatoso, no es en
exceso futurista, se retrata con un tibio eco expresionista en sus estructuras,
en los edificios, la urbe, y es que el corazón de este trabajo no viene a ser
esa representación futurista, el filme nos habla a través de lo que hay en ese
futuro, la enajenación, la poderosa sugestión mental. Una enajenación que se
refuerza con esas transmisiones, esas difusiones que se repiten con una
pertinacia invencible, cual despreciable mantra, una y otra vez la voz de la
fémina hablando del club Theratos, de dejarse ir, una voz tranquila y perenne,
repitente, enajenante, omnipresente, mensajes subliminales que acabarán por
terminar de consolidar el dominio mental de la mente maestra, el Dr. Marsfeldt, el Dr. M. La enajenación, los antros rockeros, juventud bailando
vigorosamente al sonido de estruendosas melodías de música pesada, oscuridad,
ese es el futuro que nos plantea el director. Deslízanos quizás su
preocupación por un detalle que ya nos ha insinuado en trabajos anteriores, su
preocupación, su percepción de lo idiotizante que puede ser el medio
televisivo, en este caso un potente medio de lavado mental, algo tan real en su
época, como en la nuestra. No hay mayores novedades en el desenvolvimiento
técnico, en la presentación de su cinta, y la contribución actoral me parece
ciertamente discreta, si bien no mala, no es descollante, se nota la gran
diferencia de armonía cuando Chabrol trabajó con su compañía de actores, con su
equipo consolidado. Un trabajo distinto en nuestro querido director, un trabajo
que no debe compararse con el trabajo de Lang, sino verlo como una referencia,
es seductor ver a Chabrol desempeñarse por caminos muy distintos a sus usuales
directrices, con sus naturales fisuras pero con sus justos aciertos también, se
configura un filme que considero tan necesario como sus obras maestras, por
constituir lo que ya he descrito dentro de la andadura de este notable
realizador.
Título original: Docteur M.
Director: Claude
Chabrol.
Intérpretes: Alan
Bates, Jennifer
Beals, Jan
Niklas, Andrew
McCarthy, Hanns
Zischler, Benoît
Régent, Alexander
Radszun, Peter
Fitz.
Escena:
Reseña escrita por Edgar Mauricio
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