Película ambientada en un momento
crucial de la historia de Roma. Durante el ascenso de Julio César, entre los
años 49 y 46 A .C., cuando comenzó a
gestar sus aspiraciones para transformar la República en un régimen
totalitario, convirtiéndose así en un Soberano cuyos poderes doblegaran incluso
hasta el Senado. Julio César, conocido personaje histórico, pertenecía a la
clase de los nobles o patricios. Con una notable formación y perteneciente a
una buena familia, vivió desde muy joven el poder de las batallas
políticas. Se vio obligado a abandonar
Roma antes de los 20 años, dominada entonces por Sila, ya que estaba en contra
de los "optimates". Durante toda su carrera militar se le consideró un gran
estratega y batallador que obtuvo para su Imperio numerosas victorias en las
Galias. Formó triunvirato con Craso y
Pompeyo, siendo éste el último escollo derrotado para que Julio César se alzara
con el poder absoluto. Durante su vida acumuló tantas victorias como enemistades
de otras familias Patricias. A partir del drama homónimo de William
Shakespeare, Joseph Leo Mankiewicz escribió y dirigió este gran clásico de la
literatura siendo bastante fiel al texto original, para narrar los
acontecimientos que desencadenaron el asesinato de Julio César y los sucesos
posteriores que culminaron en la derrota de los conjurados a manos de los
populares romanos, capitaneados por Marco Antonio. En la cinta podemos advertir
un relato dividido en dos partes.
Una primera parte donde se muestran los
motivos que conducen a elaborar una conspiración, inicialmente ideada por Casio
(John Gielgud), el más inteligente, pensador y férreo defensor de la república
y Bruto (James Mason), el hijo adoptivo de Julio César que comienza a debatirse
en dudas y contradicciones frente al temor de que su mentor, hombre amado y
respetado por él, se pervierta por la ambición y el poder desmedidos. Las
actuaciones de ambos actores resultan impecables en la declamación de su texto
al estilo de Shakespeare. En la segunda parte de la película, cuando César ya
ha sido asesinado, Marco Antonio (Marlon Brando), toma el relevo actoral con
una de las más grandes interpretaciones que se recuerdan marcando un hito al
recitar a Shakespeare de una manera bien diferente a sus compañeros de escena.
Se dice que Brando hablaba desde sus entrañas, con profundidad y emoción, sin
dejarse limitar por las formas y que su interpretación fluía con una
naturalidad nunca vista antes en ningún tipo de actuación. Crucial en la
película resulta su discurso frente a la multitud que Bruto ya ha convencido
con palabras como:
"Libertad contra la ambición, la
tiranía. Amaba a César, pero mucho más amo a Roma".
Tras este discurso, Marco Antonio
que no ha participado en el asesinato queda en una situación de vulnerabilidad,
más aún, cuando no era considerado ni siquiera hombre culto que pudiera poner en peligro la "Conspiración
de los intelectuales". Sin embargo, la sorpresa es mayúscula cuando descubrimos
el gran poder de convicción que Brando ejerce sobre las masas en un discurso
para la Historia del cine, donde la cámara lo mantiene siempre en un
contrapicado y él mismo se expresa con naturalidad, sin alzar los brazos, sin aspavientos
y con una profunda emoción, del todo creíble para las multitudes. Unos
magistrales primeros planos nos muestran el brillo de la ambición en su mirada:
El mejor manipulador de todo el relato ha jugado sus cartas y ha ganado.
"Vengo aquí a inhumar a César
pero no a glorificarle. El mal que hacen los hombres le sobrevive, el bien
queda frecuentemente sepultado con sus huesos".
"Con la venia de Bruto y los
demás, puesto que Bruto es un hombre honrado, como honrados son todos los
demás, vengo a hablaros en el funeral de César".
"El honorable Bruto os ha dicho que César era
ambicioso. Si lo fue, era la suya una falta grave y gravemente ha pagado su
ambición".
Y viendo una vez más Julio Cesar nos preguntamos: ¿realmente hace
falta algo más?
La película, al igual que el
texto literario original, utiliza un hecho histórico para ofrecernos una
reflexión ya no sólo sobre la política, también sobre el poder y la ambición. Es
un excelente retrato de la complejidad y la contradicción de la condición humana.
Un certero análisis de las pasiones humanas, muy del estilo shakespeariano, que
giran en torno al problema del
resentimiento, el deseo de venganza y el cumplimiento del deber por encima de
los sentimientos personales del hombre de estado. Joseph L. Mankiewicz,
consiguió su primer éxito con "Carta a tres esposas (1949)" por la que en 1950 ganó
los Oscar a la mejor dirección y al mejor guión. Al año siguiente Mankiewicz
repitió doblete con una obra maestra: "Eva al desnudo".
Habiendo conseguido el
suficiente prestigio y consideración profesional, decidió abordar su gran
pasión, el teatro clásico, adaptando para las pantallas Julio César de William
Shakespeare. Para Mankiewicz era algo natural porque cine y teatro eran para él
prácticamente lo mismo. Para el papel
del atormentado Bruto, el magnicida que se debate entre el deber patriótico
como ciudadano y el honor, la amistad y el cariño que sentía por César,
Mankiewicz eligió al británico James Mason, con el que ya había trabajado un
año antes en "Operación Cicerón". Casio, otro de los conspiradores, fue
interpretado por uno de los mejores actores shakespearianos de todos los
tiempos, el gran John Gielgud, al que Mankiewicz acudió a ver actuar
expresamente en Stratford-on-Avon, la cuna del dramaturgo inglés. Aunque Brando no era la primera opción del
director, consiguió el papel. Brando no poseía la ductilidad ni el genuino
acento inglés que los más puristas exigían para el personaje pero llenó a su
Marco Antonio de fuerza y tensión. "Es como abrir un horno caliente dentro de
una habitación oscura", dijo de su actuación John Huston. La concatenación de
discursos en las escalinatas de Bruto (Mason) y Marco Antonio (Brando) es
inolvidable y el tratamiento visual digno de admiración, con un estupendo
trabajo de cámara de Mankiewicz y Joseph Ruttenberg. La gran labor en la
dirección artística de Cedric Gibbons también es digna de mención, ya que los
escenarios resultan imprescindibles para enmarcar los diálogos actorales. La
ambientación escénica destaca curiosamente por no presentar una Roma lujosa,
sino una Roma con una población ociosa y sin muchos recursos. Una ciudad con
escasos lugares abiertos, con callejuelas sombrías y planos austeros acotados
en espacios. Una puesta en escena muy teatral donde la cámara se encarga de
resaltar el discurso de los actores.
Todo ello dota al film de un ambiente tenso, serio, amenazador, lleno de
insidias, en donde se abordan asuntos como la envidia, la traición, la
ambición, el honor, la lealtad, la tiranía, el poder o la fragilidad de éste.
Una contradicción constante entre lo que puede ser auténtico o pura falsedad. Casio
y Bruto, se presentan como dos nobles que defienden la libertad y desean
mantener el poder de la república frente a la posibilidad de una dictadura.
Pero bajo el discurso aparente, el espectador es capaz de apreciar una duda
razonable en sus nobles intenciones. Tras la muerte del gran líder, será su
gran amigo y aliado, Marco Antonio quien
vuelva a demostrar que nadie es completamente bueno o malo, que las buenas
intenciones pueden llevar implícitas deseos egoístas y que las cosas no son
siempre lo que aparentan. En el segundo tramo del metraje, ambientado ya en el
campo de batalla, luchando los conspiradores contra el ejército de Roma es
cuando la trama decae algo en su intensidad y se hace más predecible. Destaca
en esta parte la escena dentro de la tienda de campaña donde yace muerto Casio,
y Marco Antonio le dedica unas palabras de elogio como único hombre de
verdadero honor. La opinión de los eruditos sobre los logros de Julio César está
dividida. Algunos lo consideran un tirano sin escrúpulos, con un insaciable
apego al poder, y le culpan de la desaparición de la República de Roma. Otros
admiten que pudo ser cruel, pero insisten en que la República ya estaba
destruida. Mantienen que para salvar el mundo romano del caos debía crearse una
nueva clase de gobierno. En realidad, las reformas de César dieron estabilidad
al mundo mediterráneo. También fue un general excepcional, que inspiró lealtad
a sus soldados. En tanto que una de las figuras más notables del mundo antiguo,
fue el tema de muchas obras literarias y biográficas, incluido el drama Julio.
Título original: Julius Caesar.
Director: Joseph L. Mankiewicz.
Intérpretes: Marlon
Brando, Louis
Calhern, Deborah
Kerr, James
Mason, Greer
Garson, John
Gielgud, Edmond
O'Brien.
Trailer:
Escena:
B.S.O.:
Reseña escrita por Bárbara Valera Bestard
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