"Comer, beber, amar", nos
presenta a un prestigioso Maestro de la cocina tradicional china, Chu (Sihung
Lung), casi retirado de su trabajo en el restaurante, viudo desde hace varios
años y que vive con sus tres hijas adultas en el moderno Taipei, Taiwán. Se
comporta como un patriarca muy apegado a
las costumbres, disciplinado y con dificultad para expresar sus sentimientos.
Siempre ha sentido la obligación de seguir cuidando de sus hijas, aún sin saber
entenderlas y sin apenas hablar con ellas. Dentro de este entorno familiar, la
comida que él mismo elabora representa el único medio que él mismo ha
constituido para relacionarse y comunicarse con sus propias hijas, aunque ellas
no lo sepan. Cada domingo, Chu prepara minuciosamente un festín y lo convierte
en una cita obligada para poder reunir a la familia. La presencia episódica de
la Gastronomía China Tradicional, de la cual Chu es tanto maestro como heredero
de cientos de años de conocimientos
actúa como el perfecto trasfondo para los personajes, y es una metáfora
de una forma de vida que desaparece rápidamente, amenazada por la comida rápida
y los cambios en los valores familiares. El autor recrea con un gusto exquisito
una serie de escenas donde podemos disfrutar de la elaboración de la cocina
tradicional china. Los ingredientes, cómo se preparan desde que son recogidos
en el mercado y el lugar donde se cocinan se convierte en un artesanal ritual
que recrea nuestros sentidos, hasta nos parece poder oler y saborear algunos
manjares. Las reuniones para disfrutar de dicha comida hacen de hilo conductor
para retratarnos la vida de una familia taiwanesa y la evolución de cada uno de
sus miembros.
Lee otorga a la narración un tono de comedia que permite aliviar la carga dramática y los duros enfrentamientos generacionales basados en acertados diálogos que agilizan lo que podría haber sido un simple melodrama familiar. La premisa básica de la película es que el cambio, que afecta a todos los personajes durante el transcurso de la trama, no sólo es inevitable sino también necesario. Sin embargo, el respeto por los antiguos valores debe prevalecer, deben ser apreciados en su justa medida para pasar a las siguientes generaciones como cimientos de nuestra propia identidad dentro de un mundo que cambia tan rápidamente. La comida China tradicional elaborada cada domingo es un medio para reunir a las personas en torno a una actividad esencial para la vida, al igual que lo son las relaciones humanas: Saber comer y beber son tan necesarios como saber amar. De esta forma podrá realizarse la necesaria reconciliación entre Chu y su familia, entre tradición y modernidad. Ang Lee nos narra visualmente con sus movimientos sutiles de cámara, con bellos encuadres y excelentes planos detalle cómo la comida puede convertirse en el lenguaje familiar. Desde la escena inicial, otorgando primeros planos a los ingredientes culinarios, hasta el seguimiento de sus protagonistas, todo está perfectamente montado. Encontramos dos grandes planos-secuencia que enfatizan el momento narrativo.
El primero recorre el restaurante desde la cocina hasta un gran salón de comensales como metáfora del recorrido de los ingredientes desde que son cocinados hasta que son servidos. Y el segundo, en el hospital, siguiendo a la hija mediana, se intensifica la intriga y la tensión dramática de la trama. La colorida fotografía de Jong Lin, maestro de fotografía con el que había realizado sus dos films previos, colabora en la cuidada puesta en escena y en recrear unos encuadres espectaculares para que los festines gastronómicos alcancen una categoría casi pictórica: Un festín visual que alimenta sólo con verlo. La parte culinaria, tan esencial en la trama fue perfectamente asesorada con la ayuda de tres chefs de reconocido prestigio, los cuales ayudaron a elaborar los platos que aparecen, así como otros talentosos especialistas gastronómicos. En pantalla aparecen unas cien recetas diferentes. Todas y cada una de ellas fueron preparadas realmente con todo la minuciosidad necesaria. Ang Lee es taiwanés de nacimiento, trasladado a EEUU desde que se licenció en Bellas Artes en su país natal. En 1992 se da a conocer internacionalmente en un film sobre un anciano que no puede adaptarse a la vida occidental moderna "Pushing Hands" (Manos que empujan).
Un debut que pasó casi desapercibido en EEUU. Sin embargo, al año siguiente, Lee presenta la película que lo lanzará como uno de los máximos exponentes de su generación dentro del cine taiwanés. Con la co-producción "El banquete de bodas (1993)" decidió plantear su "Trilogía familiar", siendo "Comer, beber, amar" su segunda entrega. Para rodar esta segunda cinta decidió trasladarse a su Taiwan natal, a diferencia de sus películas previas, y rodarla como una producción exclusivamente taiwanesa. La tercera parte de esta trilogía familiar es "Tormenta de hielo (1997)". Todas las películas de esta trilogía comparten la temática de las relaciones familiares en situaciones de crisis, de cambio o de dificultades enmarcadas en diferentes momentos socioculturales. Ha llegado a rodar películas tan distintas como "Sentido y sensibilidad (1995)" o "Tigre y Dragón (2001)" con la que conseguiría varios premios como mejor película de habla no inglesa. Más tarde, en 2005 con "Brokeback Mountain" consiguió el galardón como mejor director dentro del panorama cinematográfico de Hollywood. Aún con todo el éxito conseguido, su particular modo de narrar historias, lo sigue manteniendo como una de los grandes cineastas actuales.
Lee otorga a la narración un tono de comedia que permite aliviar la carga dramática y los duros enfrentamientos generacionales basados en acertados diálogos que agilizan lo que podría haber sido un simple melodrama familiar. La premisa básica de la película es que el cambio, que afecta a todos los personajes durante el transcurso de la trama, no sólo es inevitable sino también necesario. Sin embargo, el respeto por los antiguos valores debe prevalecer, deben ser apreciados en su justa medida para pasar a las siguientes generaciones como cimientos de nuestra propia identidad dentro de un mundo que cambia tan rápidamente. La comida China tradicional elaborada cada domingo es un medio para reunir a las personas en torno a una actividad esencial para la vida, al igual que lo son las relaciones humanas: Saber comer y beber son tan necesarios como saber amar. De esta forma podrá realizarse la necesaria reconciliación entre Chu y su familia, entre tradición y modernidad. Ang Lee nos narra visualmente con sus movimientos sutiles de cámara, con bellos encuadres y excelentes planos detalle cómo la comida puede convertirse en el lenguaje familiar. Desde la escena inicial, otorgando primeros planos a los ingredientes culinarios, hasta el seguimiento de sus protagonistas, todo está perfectamente montado. Encontramos dos grandes planos-secuencia que enfatizan el momento narrativo.
El primero recorre el restaurante desde la cocina hasta un gran salón de comensales como metáfora del recorrido de los ingredientes desde que son cocinados hasta que son servidos. Y el segundo, en el hospital, siguiendo a la hija mediana, se intensifica la intriga y la tensión dramática de la trama. La colorida fotografía de Jong Lin, maestro de fotografía con el que había realizado sus dos films previos, colabora en la cuidada puesta en escena y en recrear unos encuadres espectaculares para que los festines gastronómicos alcancen una categoría casi pictórica: Un festín visual que alimenta sólo con verlo. La parte culinaria, tan esencial en la trama fue perfectamente asesorada con la ayuda de tres chefs de reconocido prestigio, los cuales ayudaron a elaborar los platos que aparecen, así como otros talentosos especialistas gastronómicos. En pantalla aparecen unas cien recetas diferentes. Todas y cada una de ellas fueron preparadas realmente con todo la minuciosidad necesaria. Ang Lee es taiwanés de nacimiento, trasladado a EEUU desde que se licenció en Bellas Artes en su país natal. En 1992 se da a conocer internacionalmente en un film sobre un anciano que no puede adaptarse a la vida occidental moderna "Pushing Hands" (Manos que empujan).
Un debut que pasó casi desapercibido en EEUU. Sin embargo, al año siguiente, Lee presenta la película que lo lanzará como uno de los máximos exponentes de su generación dentro del cine taiwanés. Con la co-producción "El banquete de bodas (1993)" decidió plantear su "Trilogía familiar", siendo "Comer, beber, amar" su segunda entrega. Para rodar esta segunda cinta decidió trasladarse a su Taiwan natal, a diferencia de sus películas previas, y rodarla como una producción exclusivamente taiwanesa. La tercera parte de esta trilogía familiar es "Tormenta de hielo (1997)". Todas las películas de esta trilogía comparten la temática de las relaciones familiares en situaciones de crisis, de cambio o de dificultades enmarcadas en diferentes momentos socioculturales. Ha llegado a rodar películas tan distintas como "Sentido y sensibilidad (1995)" o "Tigre y Dragón (2001)" con la que conseguiría varios premios como mejor película de habla no inglesa. Más tarde, en 2005 con "Brokeback Mountain" consiguió el galardón como mejor director dentro del panorama cinematográfico de Hollywood. Aún con todo el éxito conseguido, su particular modo de narrar historias, lo sigue manteniendo como una de los grandes cineastas actuales.
Título original: Yin shi nan nu.
Director: Ang Lee.
Intérpretes: Sihung
Lung, Kuei-Mei
Yang, Chien-Lien
Wu, Yu-Wen
Wang, Ah-Leh
Gua, Sylvia
Chang.
Trailer:
Escena:
Reseña escrita por Bárbara Valera Bestard
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