PRIMAVERA, VERANO, OTOÑO, INVIERNO...Y PRIMAVERA (2003). El cuento budista de Kim Ki-Duk.

primavera, verano, otoño, invierno...y primavera
Atractivo ejercicio el que nos presenta el surcoreano  Kim Ki-Duk, catapultado en los últimos años, por crítica y galardones artísticos, como uno de los cineastas orientales más interesantes de las últimas décadas. Tras unos iniciales ejercicios más intensos, ahora el cineasta nos presenta una reflexión sobre la existencia, la manera en que maduramos, tanto física como espiritualmente, e ilustra su enseñanza con una bella parábola oriental, en forma de cuento budista, con tintes taoístas. A través de la historia de los protagonistas, dos monjes budistas, representa la idea del crecimiento cíclico, con toda la parsimonia y belleza del ambiente oriental nos muestra ese concepto, termina un ciclo, vuelve a comenzar otro. Un joven monje irá creciendo a través de las diversas estaciones, primavera, infancia, aprendizaje; verano, el joven crece, intensidad y sexualidad; otoño, adultez, madurez; invierno, senectud y presenciar cómo un nuevo ciclo se inicia. Es interesante que en el plano estético y expresivo se haya elegido esa clave, la mesurada y parsimoniosa clave oriental paras representar el otro tema capital del filme, y de toda su filmografía en general, la violencia humana y sus relaciones personales. Galardonada con reconocimientos que facilitaron su difusión, es una cinta aceptable, disfrutable, algunos dirán que ha obtenido más premios que otros filmes supuestamente superiores del director, en todo caso es una buena muestra de lo que Ki-Duk es capaz de lograr audiovisualmente, y de la directriz que puede tener el mensaje de su arte. 

primavera, verano, otoño, invierno...y primavera

En el filme se desarrolla la historia de unos monjes budistas, un infante y un anciano que viven aislados de todo y de todos, en medio de un lago. En la estación del verano, el niño va creciendo, es un infante que juega, ata una piedra a un pez, a una rana y a una serpiente, y es por ello castigado; el monje viejo le ata una piedra hasta que libere a los animales atormentados y entienda el dolor; ante la muerte de algunos de ellos, el niño sufre. Es primavera, el niño es un joven, descubre sus primeros sentimientos amorosos y vivencias carnales: una señorita que va al templo a buscar alivio a una dolencia, se hospeda con ellos, se produce intenso coito, hasta el punto de abandonar el templo el joven por ella. Es otoño, el joven es adulto, ha sido contaminado con el mundo, ha matado a su esposa por una infidelidad, y vuelve al templo, donde es azotado por su viejo maestro al querer suicidares delante de una estatua de Buda. Es invierno, en su senectud, ya de vuelta al templo, se dedica a reflexionar y a Buda, cerca a él, un infante monje juega y hace una travesura. Una misteriosa mujer con el rostro cubierto había dejado un infante a su cuidado, y una tarde, mientras el monje medita, a su lado el niño se divierte atormentando a una tortuga, nuevamente se inicia el ciclo, el ahora viejo monje pasa la posta existencial a la nueva generación. Cumple el filme, tiene elementos positivos, empezaré  mencionando nuevamente que no deja de ser curioso y atractivo que el cineasta coreano ilustra con un marco de inocencia el tema de violencia. Porque sí, el filme nos muestra, entre otras cosas, que la maldad contamina al hombre, la maldad originada por el deseo de posesión, genera destrucción, la violencia siempre implicada. 

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Ese repitente tema, empero, la violencia, a diferencia de otras cintas, es representada en medio de momentos tiernos, uno de sus temas constantes encuentra otra forma de representarse, y aunque en el fondo cambie sólo la forma y no el fondo, por supuesto, el contraste ahí conseguido es positivo para el impacto de lo narrado. Ahondando en esa temática expresiva y hermosa, otro de los temas capitales del filme, el crecimiento, tanto físico como espiritual, es ilustrado poderosamente por las estaciones, vividamente diferenciados los periodos y los estadios de crecimiento. Así, cada clima y estación enmarcan la etapa vital, la cálida primavera, el niño va aprendiendo, el sol y las plantas creciendo, aprendiendo a vivir, como el infante. El intenso y ardoroso verano trae el despertar sexual, el cual hace perder la cabeza al joven, deja atrás todo lo que ha conocido, el budismo y la espiritualidad, todo por la carne. El tibio y gris otoño trae un adulto expulsado, escupido por la sociedad, se ha contaminado, es un asesino, plagado de violencia y miedo, regresa a sus raíces. El gélido invierno nos los muestra ya anciano, habiendo superado todo, y reiniciando el ciclo, cuando se nos ha mostrado una de las figuras clave, la misteriosa mujer embarazada que aparece en momento significativo. Nunca vemos su rostro, incluso cuando el monje lo descubre, la cámara se aleja para impedimos su visión. La fémina es el canal natural para que la vida se inicie nuevamente, su presencia es casi testimonial, su papel se reduce a ello, dejando espacio para la historia que el director nos quiere mostrar. Correcto el recurso utilizado para ilustrara el crecimiento: todo es cíclico, todo, la vida, el crecimiento, las estaciones del año, nadie es ajeno a ese sobrehumano devenir, y La fuerza expresiva propia y característica de cada estación enmarca cada estadio vital, es correcto pues potencia cada momento vital, primavera y aprendizaje, caluroso verano y sexo, tibio otoño y madurez, gélido invierno, dirección final de la vida. 

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La reflexión es que el mundo contamina, el joven por decisión propia, y -quizás no erróneamente señalado- llevado por el karma que él mismo acarreó en la infancia, sufre esa contaminación, para volver asustado a la tranquilidad del templo. El deseo sexual conlleva a querer poseer, la naturaleza humana necesariamente llevará a esa a niveles destructivos, a violencia, y en algunos casos, a la muerte. Una visión un tanto pesimista, pero válida la que nos ofrece el asiático cineasta. Muy simbolista su cine, por cierto, las puertas en medio de la nada, la mujer con el rostro cubierto, las aguas como medio que separa todo. Interesante por cierto que en la edad definitiva, la senectud, en el invierno, las aguas han dejado de ser tal, el aislamiento propiamente del mundo externo ha desaparecido, como si ambos mundos por fin se hubiesen fundido, y en ese momento clave, el monje toma la decisión, regresa a la tranquilidad del templo, y a continuar con el cíclico proceso vital. Kim Ki-Du tiene orígenes en la pintura, y se nota eso en sus encuadres, sobre todo en la composición, integrando elementos fuertemente expresivos de cada estación, el trabajo de fotografía es bueno; asimismo se aprecian unos cambios o pasos de plano a plano agradables, mesurados, que contribuyen al ritmo que roza peligrosamente con lo cansino del filme. Agradable cinta, a la que no veo en la línea de una obra maestra, la veo en la línea de ser una cinta apreciable, invita a conocer más de su creador.

primavera, verano, otoño, invierno...y primavera

Título original: Bom yeoreum gaeul gyeoul geurigo bom.

Director: Kim Ki-duk.

Intérpretes: Oh Yeong-su, Kim Ki-duk, Kim Jung-yeong, Seo Jae-gyeong, Kim Yeong-min, Ha Yeo-jin, Ji Dae-han.

Trailer:


Escena:


B.S.O.:



Reseña escrita por Edgar Mauricio


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