Invierno de 1934, Nueva York. El fracasado pintor Eben
Adams (Joseph Cotten), desmoralizado, sin dinero ni inspiración, busca
comprador para sus obras. Tras la pequeña ayuda de una marchante que
diagnostica sagazmente que la debilidad de su pintura radica en su carencia de
amor, deambula por Central Park y descubre un paquete olvidado en un banco; una
jovencita Jennie (Jennifer Jones) vestida con un traje pasado de moda
lo reclama y entabla conversación con el pintor. El encuentro y los datos aportados
por la joven intrigarán primero y fascinarán después a Adams, siendo el
arranque de una serie de acontecimientos que cambiarán su percepción de la
realidad, su obra y su vida..."Desde el principio de los tiempos el hombre ha
sido consciente de su pequeñez, de su insignificancia ante el
tiempo y el espacio, el infinito y la eternidad y se ha estremecido ante el
misterio de lo que el hombre llama vida y de lo que llama muerte porque
quien sabe si morir no será vivir y los que los mortales llaman vida será en
realidad la muerte... Nada muere, todo cambia solamente".¿Qué es el
pasado?, ¿Qué es el futuro? David O´Selznick, uno de los grandes productores del cine
norteamericano, decide, al quedar fascinado por un extraño y romántico relato
publicado a principio de los años 40, por el escritor neoyorkino Robert Nathan,
comprar los derechos para el cine, para dirigirla contrata al alemán William Dieterle uno de los directores más destacados de los
numerosos que salieron de la Europa de los años treinta para continuar su
trabajo en América.
El director realizó con el material que O'Selznick le puso en las manos, la que es sin duda, la Obra Maestra de su filmografía una fascinante película, una rara avis en el cine Hollywoodiense de finales de los 40, aunque resultaría tal vez injusto atribuir la paternidad de la película sólo a su director, O'Selznick se implicó totalmente en el proceso creativo, llegando a colaborar incluso en el guión (aunque no esté acreditado). Su afán perfeccionista le llevó a hacer repetir una y otra vez las escenas que no le gustaban. De esta forma, el rodaje se prolongó durante más de año y medio y el presupuesto superó los 4 millones de dólares, una cifra exorbitante para su época. Como curiosidad esta era una de las películas favoritas de Luis Buñuel que dijo al respecto: "Me entusiasmó Portrait of Jennie, obra desconocida, misteriosa y poética. Declaré en alguna parte mi cariño a esta película y Selznick me escribió para darme las gracias". Jennie es una película de "atmósfera". Contribuye a ello la magnífica fotografía de Joseph H. August, que muere al final del rodaje siendo sustituido por Lee Garmes. La película tiene una de las mejores fotografías en blanco y negro de la historia del cine, con un marcado contraste de luces y sombras y la utilización en algunas secuencias de una luz difusa que resalta la irrealidad de la historia, la atemporalidad de las localizaciones y la figura extraña y evanescente de la protagonista. Las imágenes de Nueva York dan la impresión de parecer cuadros en movimiento, el director de fotografía logró este efecto rodando estas escenas a través de un lienzo en blanco, lo que daba a las imágenes una textura similar a la de una pintura. Efectos como ese y las etéreas y atemporales imágenes de Jennie y Nueva York le proporcionaron una nominación al Óscar a la mejor fotografía, nominación que recibió a título póstumo. Una fotografía que a medida que nos acercamos al final del film,y en concreto a la escena de la espectacular y onírica tormenta (merced a la cual el film se llevó el Oscar a los mejores efectos especiales) va adquiriendo ciertas tonalidades de color a base de diferentes filtros de colores en claro homenaje al cine silente, hasta capturar toda la esencia del mismo en el magnífico plano final del film, donde vemos el cuadro de Jennie en todo su esplendor y colorido, con un grandioso Technicolor.
La música es también fundamental para entender esa "atmósfera" de Jennie. Las notas de "Preludio a la siesta de un fauno" de Claude Debussy que acompañan las apariciones del personaje de Jennie, constituye un adecuado fondo sonoro a la historia ya que refuerzan aún más la sensación de que ésta se escapa en cada minuto, de que es intangible. La canción de Jennie, compuesta por el prolífico músico Bernard Herrmann, habitual de las películas de Alfred Hitchcock, ayuda a reforzar ese tono romántico y de misterio de la película, su letra es una de las más misteriosas y sugerentes escritas para el cine; "De dónde venimos nadie lo sabe. A donde voy, todo va. El viento sopla, el mar se agita...nadie lo sabe". Es destacable así mismo, el maravilloso trabajo de los actores. Joseph Cotten, sobrio y siempre efectivo, tiene en Jennie una de sus más logradas interpretaciones, Jennifer Jones, actriz correcta, encarna a una Jennie tierna y misteriosa, mientras que Ethel Barrymore y Lilian Gish, dos de las grandes actrices secundarias del cine americano, vuelven a hacer de su trabajo un lujo y un placer para el espectador. "Portrait of Jennie" tiene la singularidad de ofrecerse como un rompecabezas espacio-temporal cuyos temas recurrentes son el arte (símbolo de eternidad), pero también el viento y el mar (símbolos de destrucción). Las imágenes de Dieterle aportan a este cuento, que podría ser frío y académico, una dimensión apasionada, hecha de calidez, angustia, sufrimiento y, finalmente, serenidad. Los encuentros entre los dos amantes en el tiempo son de una intensidad muy palpable pero cortos y perecederos, sólo confiados y confiando en lo imperecedero de su amor eterno. Una mujer, un amor, sobre la que es imposible trazar cualquier tipo de plan de futuro porque, como dice Jennie, "¿Qué es el mañana?...el hoy es un mañana de un ayer mejor. Mañana es futuro de la palabra olvidada". Película extraña, misteriosa, evocadora, en donde se da esa única conjunción de magia y perfección artística que ocurre pocas veces en el cine. Quizás "Vértigo (1958)" de Hitchcock y "El fantasma y la señora Muir (1947)" de Mankiewicz sean otros ejemplos de que a veces el cine trasciende el tiempo, se funde con él. Los personajes están vivos pero están muertos, son una sombra, un fantasma, una proyección de luz y el amor es lo que sirve de nexo de unión entre esas dos irreconciliables fases del tiempo. El tiempo de la ficción se confunde con el tiempo real, los cómputos y las estructuras narrativas se fragmentan, lo que parece real, no lo es. Todo es magia, es la esencia del cine...
El director realizó con el material que O'Selznick le puso en las manos, la que es sin duda, la Obra Maestra de su filmografía una fascinante película, una rara avis en el cine Hollywoodiense de finales de los 40, aunque resultaría tal vez injusto atribuir la paternidad de la película sólo a su director, O'Selznick se implicó totalmente en el proceso creativo, llegando a colaborar incluso en el guión (aunque no esté acreditado). Su afán perfeccionista le llevó a hacer repetir una y otra vez las escenas que no le gustaban. De esta forma, el rodaje se prolongó durante más de año y medio y el presupuesto superó los 4 millones de dólares, una cifra exorbitante para su época. Como curiosidad esta era una de las películas favoritas de Luis Buñuel que dijo al respecto: "Me entusiasmó Portrait of Jennie, obra desconocida, misteriosa y poética. Declaré en alguna parte mi cariño a esta película y Selznick me escribió para darme las gracias". Jennie es una película de "atmósfera". Contribuye a ello la magnífica fotografía de Joseph H. August, que muere al final del rodaje siendo sustituido por Lee Garmes. La película tiene una de las mejores fotografías en blanco y negro de la historia del cine, con un marcado contraste de luces y sombras y la utilización en algunas secuencias de una luz difusa que resalta la irrealidad de la historia, la atemporalidad de las localizaciones y la figura extraña y evanescente de la protagonista. Las imágenes de Nueva York dan la impresión de parecer cuadros en movimiento, el director de fotografía logró este efecto rodando estas escenas a través de un lienzo en blanco, lo que daba a las imágenes una textura similar a la de una pintura. Efectos como ese y las etéreas y atemporales imágenes de Jennie y Nueva York le proporcionaron una nominación al Óscar a la mejor fotografía, nominación que recibió a título póstumo. Una fotografía que a medida que nos acercamos al final del film,y en concreto a la escena de la espectacular y onírica tormenta (merced a la cual el film se llevó el Oscar a los mejores efectos especiales) va adquiriendo ciertas tonalidades de color a base de diferentes filtros de colores en claro homenaje al cine silente, hasta capturar toda la esencia del mismo en el magnífico plano final del film, donde vemos el cuadro de Jennie en todo su esplendor y colorido, con un grandioso Technicolor.
La música es también fundamental para entender esa "atmósfera" de Jennie. Las notas de "Preludio a la siesta de un fauno" de Claude Debussy que acompañan las apariciones del personaje de Jennie, constituye un adecuado fondo sonoro a la historia ya que refuerzan aún más la sensación de que ésta se escapa en cada minuto, de que es intangible. La canción de Jennie, compuesta por el prolífico músico Bernard Herrmann, habitual de las películas de Alfred Hitchcock, ayuda a reforzar ese tono romántico y de misterio de la película, su letra es una de las más misteriosas y sugerentes escritas para el cine; "De dónde venimos nadie lo sabe. A donde voy, todo va. El viento sopla, el mar se agita...nadie lo sabe". Es destacable así mismo, el maravilloso trabajo de los actores. Joseph Cotten, sobrio y siempre efectivo, tiene en Jennie una de sus más logradas interpretaciones, Jennifer Jones, actriz correcta, encarna a una Jennie tierna y misteriosa, mientras que Ethel Barrymore y Lilian Gish, dos de las grandes actrices secundarias del cine americano, vuelven a hacer de su trabajo un lujo y un placer para el espectador. "Portrait of Jennie" tiene la singularidad de ofrecerse como un rompecabezas espacio-temporal cuyos temas recurrentes son el arte (símbolo de eternidad), pero también el viento y el mar (símbolos de destrucción). Las imágenes de Dieterle aportan a este cuento, que podría ser frío y académico, una dimensión apasionada, hecha de calidez, angustia, sufrimiento y, finalmente, serenidad. Los encuentros entre los dos amantes en el tiempo son de una intensidad muy palpable pero cortos y perecederos, sólo confiados y confiando en lo imperecedero de su amor eterno. Una mujer, un amor, sobre la que es imposible trazar cualquier tipo de plan de futuro porque, como dice Jennie, "¿Qué es el mañana?...el hoy es un mañana de un ayer mejor. Mañana es futuro de la palabra olvidada". Película extraña, misteriosa, evocadora, en donde se da esa única conjunción de magia y perfección artística que ocurre pocas veces en el cine. Quizás "Vértigo (1958)" de Hitchcock y "El fantasma y la señora Muir (1947)" de Mankiewicz sean otros ejemplos de que a veces el cine trasciende el tiempo, se funde con él. Los personajes están vivos pero están muertos, son una sombra, un fantasma, una proyección de luz y el amor es lo que sirve de nexo de unión entre esas dos irreconciliables fases del tiempo. El tiempo de la ficción se confunde con el tiempo real, los cómputos y las estructuras narrativas se fragmentan, lo que parece real, no lo es. Todo es magia, es la esencia del cine...
Título original: Portrait of Jennie.
Director: William
Dieterle.
Intérpretes: Jennifer
Jones, Joseph
Cotten, Ethel
Barrymore, Lillian
Gish, Cecil
Kellaway, David
Wayne.
Trailer:
Reseña escrita por Ramón Abello Miñano
1 opiniones :
Preciosa pelicula romantica y misteriosa,geniales interpretaciones,exquisita foografia en blanco y negro,algunos puntos brillantes,maravillosa banda sonora,una delicia para degustar.
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