Primero de los diez mediometrajes
que componen "El Decálogo", realizados por el director Krzysztof Kieslowski y
el guionista Krzysztof Piesiewicz, elaborados inicialmente para la televisión. Cada
capítulo toma como referente uno de los Diez Mandamientos de la religión
Católica. A través de cada uno de estos capítulos, Kieslowski pretende analizar
las contradicciones morales que acompañan a todo ser humano. Un profesor
universitario, Krzysztof, (Henryk Baranowsky) vive con su único hijo Pawel
(Wojciech Klata), tras haberse separado de su esposa. Entre ambos existe una
auténtica relación de complicidad y cariño, están fuertemente unidos y
comparten las mismas aficiones en un ambiente familiar donde Pawel se siente
feliz, lo que le ha permitido desarrollar un gran potencial de habilidades. Es
un niño precozmente curioso e inteligente, educado entre la mentalidad
científica y pragmática del padre y la espiritualidad de su tía Irena (Maja
Komorowska), hermana del padre. Estimulado por su padre, son grandes
apasionados de todo lo que se puede medir, de la ciencia y la razón, del
ajedrez, y fundamentalmente comparten su pasión por el Ordenador, que ya desde
la primera escena se nos presenta como objeto fundamental en la casa y en la
relaciones familiares. Los pequeños juegos que entre padre e hijo se establecen
pasan por resolver problemas matemáticos en el ordenador, establecer
predicciones y medidas. El padre, desde su perspectiva científica y material,
pretende mantener un control matemático sobre cualquier acontecimiento. Pero un día su hijo Pawel, tras
ver a un perro del vecindario muerto planteará la gran pregunta: ¿Qué es la
muerte?. Tras una contestación por parte del padre, completamente racional y
científica su hijo le recuerda las enseñanzas acerca del alma que su tía le ha
mostrado.
"Pawel: ¿Por qué se muere la
gente?
Krzysztof: De un ataque al
corazón, de cáncer, por un accidente o de viejo.
Pawel: Me refería a qué es la
muerte.
Krzysztof: ¿La muerte? El corazón
deja de bombear sangre y no llega al cerebro. Y luego todo se detiene, se
para... muere y se termina.
Pawel: ¿Y entonces que queda?
Krzysztof: Las acciones. El
recuerdo de lo que hiciste, tu recuerdo. El recuerdo es importante. Recuerdas a
alguien por dar brincos o por ser buena persona. Recuerdas la cara, la sonrisa
que tenía, si le faltaba un diente. Es demasiado temprano Pawel. ¿Qué esperas
de mi? Es muy temprano…..
Pawel: Dejemos que su alma
descanse en paz. No has dicho nada del alma.
Krzysztof: Es una forma de
despedirse. El alma no existe.
Pawel: La tía Irena dice que
sí...
Krzysztof: Algunos encuentran la
vida más fácil creyendo esto.
Pawel:¿Y tú?
Krzysztof:¿Yo? De hecho no lo
sé... ¿En qué estas pensando?
Pawel: Esta mañana estaba
contento por haber resuelto el problema. Y vino una paloma a comerse las migas.
Cuando encontré aquel perro muerto de camino a la tienda me arrodillé y pensé:
¿Para qué sirve? ¿Para qué saber cuanto tarda Peggy en coger a Gustavo? - en
referencia al problema matemático resuelto en la mañana -. No tiene sentido.
Krzysztof: ¿Qué perro?
Pawel: El de los ojos amarillos.
Siempre estaba en la basura. Daba mucha pena, ¿sabes? [...] Quizá se encuentre
mejor dondequiera que esté.".
La presencia del ordenador como
eje en torno al cual gira el episodio, se muestra en varias ocasiones. La
Ciencia en su papel de ocupar el lugar del conocimiento absoluto pasa a ser un
nuevo Dios, un nuevo poder que no admite dudas. En un momento dado se
escenifica la presencia del ordenador como el nuevo falso ídolo cuando éste
parece encenderse sólo. El padre, tratando al aparato de colega, le pregunta
socarronamente qué quiere y, misteriosamente, se escribe en la pantalla del
ordenador "I am ready" (Estoy listo). El ordenador como moderno
ejemplo de la Ciencia es elevado aquí como la nueva imagen que Krzysztof, el
científico, ha puesto por delante de la
creencia en Dios.
"Yo, el Señor, soy tu Dios, que
te he sacado del país de Egipto, de la casa de servidumbre. No habrá para tí
otros dioses delante de mi. No te harás imagen ni escultura alguna, no de lo que
hay arriba en los cielos, ni de lo que
hay abajo en la tierra, ni de lo que hay en las aguas debajo de la tierra. No
te postrarás ante ellas ni les darás culto. Porque yo, Yahvé tu Dios, soy un
Dios celoso, que castigo la iniquidad de los padres en los hijos hasta la
tercera y cuarta generación de los que me odian, y tengo misericordia por
millares con los que me aman y guardan mis mandamientos (Éxodo, 20, 1-6)".
Kieslowski, un cineasta
comprometido con su tiempo, gran maestro de los silencios y de la fotografía
que combina a la perfección con grandes piezas musicales, nos plantea grandes
dilemas con pocos diálogos. Es capaz de dejarnos completamente desolados con el
escaso metraje de 75 minutos. Basándose en tres pilares fundamentales: el
guión, elaborado por él mismo en colaboración con Krzysztof Piesiewicz, la
fotografía de Wieslaw Zdort perfectamente orquestada por la banda sonora de
Zbigniew Preisner y la actuación de los tres actores, especialmente del niño
con sus primeros planos centrados en su mirada, consigue un relato complejo
imposible de olvidar. Como es habitual en este director, utilizará simbología
visual para crear una particular atmósfera donde se plantea un dilema que, en
mi caso, me conmovió hasta las lágrimas, la tristeza y el abatimiento absoluto.
Sin embargo, este director no se consideraba un hombre capaz de dar respuestas
a los enigmas de la condición humana, de su existencia o del sentido de ésta.
Paso a copiar sus palabras que ayudarán al mejor entendimiento de su cine.
"El conocimiento del artesano se limita a sus
habilidades. Por ejemplo, yo sé mucho sobre lentes, sobre la sala de edición.
Sé para qué sirven los diferentes botones de la cámara. Más o menos sé cómo
utilizar un micrófono. Eso lo sé, pero no es verdadero conocimiento.
Conocimiento real es saber cómo se vive, para qué vivir... Cosas como esas". Kieslowski,
es su inspiración esencialmente existencialista, a lo Kierkegaard, dice lo
siguiente:
"La fe es la libertad, porque
significa la posibilidad de elección, es una elección continua. La religión
elimina esta posibilidad. Le dice muy claramente al hombre: tienes que vivir
así y asá, tienes que hacer esto y lo otro, tal día tienes que estar en la
iglesia y tal otro no comerás carne. La fe no presupone nada de todo esto. En
general no se dedica a la esfera de los deberes. La fe es tu propia relación,
tu propia imagen de ese alguien a quien llamamos dios y que existe en cada uno
de nosotros. De otra forma no podría explicarse el sentido de nuestra vida.
Acumular bienes, traer el mundo a las siguientes generaciones para que ellas
puedan acumular más bienes, es demasiado poco para creer en algún sentido de la
vida. " Como veremos a lo largo de todos los capítulos del Decálogo, se plantea
un diálogo entre la moral y la ética, sobre la dificultad de juzgar ciertos
hechos cuando de verdad se comprenden los factores que en ellos intervienen.
Dadas sus características no es de extrañar que Bergman la seleccionara entre
las cinco películas de las que más se benefició.
Título original: Dekalog, jeden - Dekalog 1
Director: Krzysztof Kieslowski.
Intérpretes: Henryk
Baranowski, Wojciech
Klata, Maja
Komorowska, Artur
Barcis, Aleksandra
Majsiuk, Ewa
Kania.
Escena:
Reseña escrita por Bárbara Valera Bestard
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