"El silencio de Lorna" nos
describe uno de estos submundos que se desarrolla en Europa, lugar soñado como
paraíso inexistente para todos aquéllos que abandonan sus países de origen en
busca de un futuro mejor. Los inmigrantes europeos, convertidos en un grupo
marginal, pasan a ser considerados como moneda de cambio dentro del sucio
negocio para conseguir la nacionalidad. Indaga sobre los turbios negocios de
los matrimonios amañados para facilitar una rápida nacionalidad a inmigrantes
que la necesitan. La primera escena del film nos presenta, en primer lugar y
con un excelente plano detalle, un fajo de billetes que está siendo contado en
la ventanilla del banco. Los otros elementos narrativos que componen el relato
son mostrados por la cámara de forma consecutiva: Dinero, préstamo bancario
obtenido gracias a la nacionalidad belga, Lorna (Arta Dobroshi) una joven
albanesa con planes de futuro y su matrimonio de conveniencia con un drogadicto
belga, Claudy (Jérémie Renier). La obtención de la nacionalidad, pieza clave en
torno a la que Lorna organiza su vida, su futuro y el de su novio Sokol (Alban
Ukaj), depende de una organización clandestina cuyo miembro visible es Fabio
(Fabrizio Rongione). Pronto conoceremos cuál es el plan pactado y tramado
previamente al matrimonio de conveniencia. Matrimonio burocrático, comprado con
dinero que representa un eslabón más dentro de una larga cadena que se perpetúa
con efecto dominó. De este modo, cada persona que consigue la nacionalidad del
país europeo se convierte de forma inmediata en el escalón siguiente que
facilite un nuevo negocio: obtener otra nueva nacionalidad a otro pagador que
pactará otro nuevo matrimonio de conveniencia. La única dificultad de este
entramado plan reside en que para perpetuarse, el donante inicial de
nacionalidad belga debe desaparecer.
Es el único modo de convertir a Lorna en una pieza del engranaje para que ella misma pueda vender un nuevo matrimonio de conveniencia al mejor postor. Sin intentar excusar los motivos de Lorna para introducirse en esta espesa y oscura tela de araña, será la propia protagonista la que marque el punto de inflexión definitivo de la historia. Inicialmente altiva, con actitud diligente y los fines muy claros, seremos testigos de su transformación. La cámara nos presenta sus cambios de actitud, de lenguaje corporal, de postura frente a los nuevos acontecimientos. Todo lo que había planeado mentalmente se topa con la realidad de las personas, de sus vidas, de la relación que mantiene con ellas y del inevitable mundo emocional que surge en el trato entre humanos. Narrativamente, los hermanos Dardenne, utilizan el tiempo fílmico de dos modos bien diferenciados. Un tiempo siempre presente para la cámara que sigue a Lorna y que parece captar casualmente lo que por allí sucede, dando como resultado una naturalidad cercana al documental. Y otro tiempo fílmico basado en grandes elipsis capaces no sólo de mantener el ritmo de la trama, sino también de abrir una puerta al espectador que desee participar en ella. Una puesta en escena sencilla, casi minimalista que contrasta con la gran complejidad de todos los temas que trata la película. Gracias a la colaboración de su fotógrafo preferido en la mayoría de sus películas, Alain Marcoen: "Rosetta (1999)", "El Niño ( 2005)", "El niño de la bicicleta (2011)" y "Dos Días, una noche (2014)", consiguen mantener ese sello de identidad visual que caracteriza sus films. Una fotografía transparente, serena y sin estridencias, ubicada en un entorno urbano que podría corresponder a cualquier ciudad.Los Dardenne entienden así que la mejor manera de captar lo real es mediante esta concepción austera y precisa, con sutileza, dedicando un punto de atención para aquellos que viven entre nosotros pero a los que somos incapaces de prestarles atención.
Título original: Le silencie de Lorna.
Es el único modo de convertir a Lorna en una pieza del engranaje para que ella misma pueda vender un nuevo matrimonio de conveniencia al mejor postor. Sin intentar excusar los motivos de Lorna para introducirse en esta espesa y oscura tela de araña, será la propia protagonista la que marque el punto de inflexión definitivo de la historia. Inicialmente altiva, con actitud diligente y los fines muy claros, seremos testigos de su transformación. La cámara nos presenta sus cambios de actitud, de lenguaje corporal, de postura frente a los nuevos acontecimientos. Todo lo que había planeado mentalmente se topa con la realidad de las personas, de sus vidas, de la relación que mantiene con ellas y del inevitable mundo emocional que surge en el trato entre humanos. Narrativamente, los hermanos Dardenne, utilizan el tiempo fílmico de dos modos bien diferenciados. Un tiempo siempre presente para la cámara que sigue a Lorna y que parece captar casualmente lo que por allí sucede, dando como resultado una naturalidad cercana al documental. Y otro tiempo fílmico basado en grandes elipsis capaces no sólo de mantener el ritmo de la trama, sino también de abrir una puerta al espectador que desee participar en ella. Una puesta en escena sencilla, casi minimalista que contrasta con la gran complejidad de todos los temas que trata la película. Gracias a la colaboración de su fotógrafo preferido en la mayoría de sus películas, Alain Marcoen: "Rosetta (1999)", "El Niño ( 2005)", "El niño de la bicicleta (2011)" y "Dos Días, una noche (2014)", consiguen mantener ese sello de identidad visual que caracteriza sus films. Una fotografía transparente, serena y sin estridencias, ubicada en un entorno urbano que podría corresponder a cualquier ciudad.Los Dardenne entienden así que la mejor manera de captar lo real es mediante esta concepción austera y precisa, con sutileza, dedicando un punto de atención para aquellos que viven entre nosotros pero a los que somos incapaces de prestarles atención.
Título original: Le silencie de Lorna.
Director: Jean-Pierre Dardenne y Luc Dardenne.
Intérpretes: Arta
Dobroshi, Jérémie
Renier, Olivier
Gourmet, Fabrizio
Rongione, Alban
Ukaj,Morgan
Marinne, Anton
Yakovlev.
Trailer:
Escena:
Reseña escrita por Bárbara Valera Bestard
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