Una de esas historias que
han permanecido décadas en forma de guión en los cajones de alguna mesa o
armario de algún ejecutivo de Hollywood, en concreto desde que Tony Curtis se
interesó por ella en los años 50, es la historia de coraje y supervivencia del
atleta Luigi "Louie" Zamperini y su terrible periplo durante la guerra del Pacífico. La avalancha de guiones
que llegan anualmente a los departamentos de análisis de las productoras
ubicadas en California, siempre ha sido considerable. A principios de los 90
del pasado siglo, se calculaba un promedio de unos 1500 guiones que entraban
por año a los mencionados departamentos. La cifra de guiones registrados en la Writers
Guild of America
(WGA), el sindicato de guionistas, sólo en 2012, fue de 50.000. Dicho esto no
cabe duda de que cada guión, dentro de estas estadísticas, tiene menos de un 1%
de posibilidades de cristalizar en una película. La proliferación de guiones es
tal, que los productores tratan de no desperdiciar los libretos más
prometedores. Para ello una de las iniciativas más curiosas surgidas en el seno
de la industria, es la de poner en circulación anualmente (se lleva haciendo
desde 2005) una black list, o lista
negra de guiones que reúne cada año los mejores borradores no producidos por
los estudios. La denominación es completa y conscientemente irónica. Prueba de
ello es que la lista de 2006 comienza con la expresión: all irony aside, black is the new white, ironias aparte, negro es el
nuevo blanco. Un ejecutivo de los estudios Universal, Franklin Leonard, cuyo
exclusivo cometido era el de buscar excelentes guiones no realizados por los
estudios, tuvo la idea de divulgar el listado de "diamantes en bruto".
Entre los textos incorporados a la primera de esas black lists, la de 2005, podemos encontrar los libretos de Charlie Wilson’s war, de Aaron Sorkin, The Prestige, de Jonathan Nolan, o Zodiac, de James Vanderbilt, que derivaron el largometrajes excelentes filmados, respectivamente, por Mike Nichols, Christopher Nolan y David Fincher. En una de esas exhumaciones de guiones, la historia del personaje de Zamperini, logró captar la atención de Angelina Jolie, estrella rutilante, propietaria de una productora y dotada muchas inquietudes artístico-intelectuales. La estrella de Hollywood acababa de realizar precisamente una película sobre otras víctimas de un conflicto bélico, las mujeres musulmanas a manos de militares serbios en la guerra de los Balcanes. El correctísimo y estremecedor filme era "En tierra de sangre y miel (2011)". Jolie leyó el libreto que circulaba desde hacía décadas. No terminó de conectar con él. Leyó la novela de Laura Hillenbrand y conoció al propio Zamperini. La cineasta decidió entonces que se lanzaría a luchar por la financiación y posterior realización de la película con la pasión propia de quien cree firmemente en el producto que vende. Una vez recibió luz verde de Universal, propietaria de los derechos de la historia, la cineasta tuvo la inteligencia de tomar algunas decisiones muy acertadas. Acudió a buenos guionistas para que condensasen la historia en poco más de dos horas de manera que resulte entretenida. El guión final aparece suscrito por los hermanos Joel y Ethan Cohen, que revisaron tratamientos previos de William Nicholson y Steven Zaillian, quienes figuran igualmente en los créditos. Otra gran decisión tomada por la diva, fue contar con un experimentado director de fotografía, alguien capaz de resolver con talento los enormes retos técnicos de iluminación que sin duda iba a plantear la filmación de la película.
Tener al lado un buen cámara, es una de las reglas de oro del mundo del cine en todo "manual del realizador". Si en el anterior filme, Jolie había reclutado a Deam Semler, esta vez el elegido fue el experimentado Roger Deakins, uno de los grandes operadores del cine actual. El resultado en pantalla, luce como un atractivo drama de superación personal y supervivencia, como Hollywood sabe plantear, concebido para apelar a las emociones más básicas y transmitir el mensaje más esperanzador. Por supuesto, el filme contiene un fabuloso empaque visual. Los efectos especiales fueron encargados nada menos que ala Industrial Light and Magic, propiedad de George Lucas. Los constantes cambios de
escenario (California, el Pacifico, Berlín o Japón, filmados íntegramente en
Australia), se solapan con armonía y el devenir de la trama suscita interés. Los
flashbacks de la infancia del
protagonista en Torrance, California y en las Olimpiadas de Berlín, insertados
en medio de secuencias épicas desarrolladas en la contienda, probablemente sean
los segmentos más desafortunados, que ya cuentan con el inconveniente de
propiciar la desconexión del espectador con la trama en el presente. Toda la
parte que transcurre en pleno océano, lo mejor del filme, posee un gran poder
de convicción y de fuerza dramática. Este segmento ha sido formidablemente
filmado e interpretado. La manera de los náufragos para alimentarse, de un
albatros y de un tiburón, a los que capturan, destripan y devoran, son dos
decisiones de guión que contribuyen sabiamente a los propósitos narrativos,
apelando a los instintos más básicos de supervivencia animal. Gran parte del enorme
tramo que tiene lugar en los campos de concentración japoneses, sin embargo,
deviene en demasiado maniquea y grandilocuente. El protagonista sufrirá todo un
glosario de torturas y vejaciones, dirigidas a quebrar su espíritu, por parte
de Mutsuhiro Watanabe, el sádico oficial de los campos de Omori y Naoetsu, apodado "el pájaro" por los prisioneros. Watanabe, interpretado por el músico y
cantante japonés Miyavi, carece del deseado relieve y de las aristas necesarias
para dotarlo de un poco de complejidad.
Invencible no es una obra maestra, como si lo fueron otros filmes memorables sobre los campos de concentración japoneses, filmados por David Lean, Steven Spielberg o Nagisha Oshima, quienes supieron navegar sabiamente por meandros más grises y por complejas capas narrativas. En cualquier caso, el filme de Angelina Jolie, que no pasa de correcto, deja un buen sabor de boca en general si uno decide dejarse conmover con la historia del joven Zamperini. Finalizada la guerra, tras superar el correspondiente estrés postraumático y motivado por sus fuertes convicciones religiosas, Zamperini viajó a Japón para entrevistarse con sus captores y perdonarles expresamente. Watanabe, amnistiado tras la contienda, como parte de esa filosofía de reconstrucción del país desde la armonía y la tolerancia, y por tanto, exonerado de los Juicios de Tokio (menos rigurosos que los de Nüremberg para la cúpula nazi), rehusó reunirse con el estadounidense. Esta cuestión se resuelve de manera elíptica, en los rótulos finales. Otra película reciente, "Un Largo Viaje (2013)", de Jonathan Teplitzky, otra historia real de un prisionero aliado en un campo Japonés, dedica la mayor parte de su metraje a las secuelas y a la reconciliación entre prisionero y captor. El filme de Teplitzky retrata el largo y complejo recorrido emocional desde la tortura en tiempos de guerra, en el campo de prisioneros británicos de Kanchanamburi, en Tailandia (donde los cautivos realizaron extenuantes labores de construcción del tramo ferroviario entre Siam y Birmania) hasta la reconciliación y posterior amistad duradera en tiempos de paz. Es el proceso vivido por Eric Lomax (Colin Firth), ingeniero británico militar, experto en señales y auténtico entusiasta de los trenes y ferrocarriles, y por Takashi Nagase (Hiroyuki Sanada), oficial japones miembro de la terrible Kaimpei, la policía militar japonesa, equivalente ala Gestapo alemana,
disuelta por los aliados al final de la Segunda Guerra Mundial. Nagase se libró de los cargos que sentaron a la cúpula
militar en los famosos Juicios de Tokio gracias su dominio del inglés, que le
permitió hacer de traductor, labor que constituyó su astuta coartada en el
momento de la irrupción de las tropas estadounidenses. Paradógicamente, Nagase,
tras la contienda, se convirtió en el encargado y guia del museo de guerra que
un día fue el mencionado campo de prisioneros, acompañando a los turistas en
vistas guiadas que culminan en el Keimpei
war museum. El filme resultó emotivo, sencillo, sin excesivas pretensiones,
pero su conflicto, una vez expuesto, no justifica los 115 minutos de duración. Curiosamente ambos films, el de Teplitzki y el de Jolie,
en consecuencia, se complementan, en una renovada pasión de la industria del
cine por las hazañas bélicas de la segunda guerra mundial, pero también por
cierta necesidad revisoria y de superación histórica de un conflicto que continúa
abriendo heridas, exponiendo profundas secuelas, y paralelamente, despertando
profunda fascinación 70 años después.
Entre los textos incorporados a la primera de esas black lists, la de 2005, podemos encontrar los libretos de Charlie Wilson’s war, de Aaron Sorkin, The Prestige, de Jonathan Nolan, o Zodiac, de James Vanderbilt, que derivaron el largometrajes excelentes filmados, respectivamente, por Mike Nichols, Christopher Nolan y David Fincher. En una de esas exhumaciones de guiones, la historia del personaje de Zamperini, logró captar la atención de Angelina Jolie, estrella rutilante, propietaria de una productora y dotada muchas inquietudes artístico-intelectuales. La estrella de Hollywood acababa de realizar precisamente una película sobre otras víctimas de un conflicto bélico, las mujeres musulmanas a manos de militares serbios en la guerra de los Balcanes. El correctísimo y estremecedor filme era "En tierra de sangre y miel (2011)". Jolie leyó el libreto que circulaba desde hacía décadas. No terminó de conectar con él. Leyó la novela de Laura Hillenbrand y conoció al propio Zamperini. La cineasta decidió entonces que se lanzaría a luchar por la financiación y posterior realización de la película con la pasión propia de quien cree firmemente en el producto que vende. Una vez recibió luz verde de Universal, propietaria de los derechos de la historia, la cineasta tuvo la inteligencia de tomar algunas decisiones muy acertadas. Acudió a buenos guionistas para que condensasen la historia en poco más de dos horas de manera que resulte entretenida. El guión final aparece suscrito por los hermanos Joel y Ethan Cohen, que revisaron tratamientos previos de William Nicholson y Steven Zaillian, quienes figuran igualmente en los créditos. Otra gran decisión tomada por la diva, fue contar con un experimentado director de fotografía, alguien capaz de resolver con talento los enormes retos técnicos de iluminación que sin duda iba a plantear la filmación de la película.
Tener al lado un buen cámara, es una de las reglas de oro del mundo del cine en todo "manual del realizador". Si en el anterior filme, Jolie había reclutado a Deam Semler, esta vez el elegido fue el experimentado Roger Deakins, uno de los grandes operadores del cine actual. El resultado en pantalla, luce como un atractivo drama de superación personal y supervivencia, como Hollywood sabe plantear, concebido para apelar a las emociones más básicas y transmitir el mensaje más esperanzador. Por supuesto, el filme contiene un fabuloso empaque visual. Los efectos especiales fueron encargados nada menos que a
Invencible no es una obra maestra, como si lo fueron otros filmes memorables sobre los campos de concentración japoneses, filmados por David Lean, Steven Spielberg o Nagisha Oshima, quienes supieron navegar sabiamente por meandros más grises y por complejas capas narrativas. En cualquier caso, el filme de Angelina Jolie, que no pasa de correcto, deja un buen sabor de boca en general si uno decide dejarse conmover con la historia del joven Zamperini. Finalizada la guerra, tras superar el correspondiente estrés postraumático y motivado por sus fuertes convicciones religiosas, Zamperini viajó a Japón para entrevistarse con sus captores y perdonarles expresamente. Watanabe, amnistiado tras la contienda, como parte de esa filosofía de reconstrucción del país desde la armonía y la tolerancia, y por tanto, exonerado de los Juicios de Tokio (menos rigurosos que los de Nüremberg para la cúpula nazi), rehusó reunirse con el estadounidense. Esta cuestión se resuelve de manera elíptica, en los rótulos finales. Otra película reciente, "Un Largo Viaje (2013)", de Jonathan Teplitzky, otra historia real de un prisionero aliado en un campo Japonés, dedica la mayor parte de su metraje a las secuelas y a la reconciliación entre prisionero y captor. El filme de Teplitzky retrata el largo y complejo recorrido emocional desde la tortura en tiempos de guerra, en el campo de prisioneros británicos de Kanchanamburi, en Tailandia (donde los cautivos realizaron extenuantes labores de construcción del tramo ferroviario entre Siam y Birmania) hasta la reconciliación y posterior amistad duradera en tiempos de paz. Es el proceso vivido por Eric Lomax (Colin Firth), ingeniero británico militar, experto en señales y auténtico entusiasta de los trenes y ferrocarriles, y por Takashi Nagase (Hiroyuki Sanada), oficial japones miembro de la terrible Kaimpei, la policía militar japonesa, equivalente a
"Cuando quieres dirigir
acudes a todos los estudios y ellos te dan una lista de películas que nunca han
podido hacer. En una lista de Universal estaba Invencible y esta frase "La
verdadera Historia de Louis Zamperini, una historia de fortaleza de espíritu,
resistencia, perdón, fe y segunda guerra mundial". Llegué a casa y le dije a
Brad: "ciento mucha curiosidad”, y él me dijo: "Cielo, esa historia ha estado
dando vueltas desde hace años". Aún así le dije que quería leer ese guión que
ha estado rondando por Hollywood desde hace 57 años". (Anjelina Jolie)
Título original: Unbroken.
Directora: Angelina Jolie.
Directora: Angelina Jolie.
Intèrpretes: Jack O'Connell, Domhnall Gleeson, Garrett
Hedlund, Jai Courtney, Takamasa Ishihara "Miyavi", Alex Russell.
Trailer:
Escena:
B.S.O.:
Reseña escrita por Manuel García de Mesa
Información complementaria:
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