Considerado
de manera unívoca como uno de los grandes maestros del cine, el realizador Carl
Theodor Dreyer, nace en Copenhage, Dinamarca, el 3 de febrero de 1889. Hijo
ilegítimo de un terrateniente danés y una sirvienta sueca, fue adoptado por el
tipógrafo Carl Theodor Dreyer y su esposa Marie. El futuro cineasta pasó una
infancia bastante desdichada, por lo que se ausentó del hogar familiar a los 17
años y desempeñó diversos trabajos como empleado en oficina de telégrafos,
hasta comenzar a trabajar como periodista, bien de enviado especial, bien como
retratista de personajes sociales de la época. Todo ello le condujo a los
primeros contactos con el cine. Escribe un primer guión en 1912 y se convierte
en asesor y escritor de guiones para Nordisk
films Kompagni. Dirigió su primera película en 1919 "El presidente (1919)", que parte de guión ajeno, "La viuda del Párroco (1920)" y luego "Las
Páginas del Libro de Satán (1921)", ambas escritas
por Dreyer. Esta última relata cuatro momentos históricos donde puede verse la
implacable huella del Diablo en la historia de la humanidad, en una estructura
fílmica deudora claramente de "Intolerancia
(1917)", el
fresco histórico del cineasta David Wark Griffith, admirado por Dreyer. Filmó
algunos títulos repartidos entre Noruega y Alemania, regresando a su país para
dirigir "El amo de Casa (1925)",
cuyo éxito no solo en su tierra, sino también en Francia, le abrió las puertas
para la que sería su primera gran obra inmortal, "Juana de Arco (1928)". En 1930 Dreyer aún
en Francia rueda Vampyr, su primera
película sonora, considerada por el mismo “un ejercicio de estilo”.
Una película magistralmente perturbadora, un retrato de la poética del terror. Su carrera como cineasta tuvo un parón hasta 1940, dirigiendo a partir de entonces algunos documentales y cortometrajes, hasta retomar la realización de largometrajes, que se reanuda con "Dies Irae (1943)", en torno a un triángulo amoroso, con la superstición y la crueldad cristiana de fondo, ambientada en 1623. El film constituye todo un ejemplo de austeridad visual y cuenta con unas composiciones bellísimas inspiradas en la pintura de la época. Su siguiente película, "Ordet (1955)" conocida entre nosotros como "La Palabra", es un drama ambientado entre campesinos de la inhóspita zona oeste de Jutlandia, donde una joven muere como consecuencia de un parto, pero vuelve a la vida gracias a un acto de fe. Sobriedad de decorados, bellas composiciones, el uso de planos secuencia de hasta ocho minutos caracterizan una de las grandes obras maestras de todos los tiempos, ganadora del León de Oro en La Mostra de Venecia de 1955. Su última película fue "Gertrud (1964)", dirigida con 75 años, Dreyer compone un fresco que casi no contiene primeros planos, pero sí leves travellings o movimientos de cámara sobre railes, y nuevamente, secuencias largas. En 11 minutos la película tiene sólo 88 tomas, muy pocos decorados y una única secuencia exterior. Constituye, no sólo el testamento fílmico sino también el ultimo gran retrato femenino de su director, una mujer libre, intelectual, de gran fuerza que rechaza a los hombres de su vida, prefiriendo vivir de acuerdo con sus normas personales. Dreyer intentó infructuosamente conseguir financiación en EEUU para llevar a cabo la filmación de su guión (reescrito en 1950, durante su estancia en Independence, Missouri, EEUU.), sobre la vida de Jesucristo, titulado Jesús de Nazaret, permaneciendo como uno de los proyectos malditos o no realizados del siglo XX. Ese guión está editado en castellano por Ediciones Sígueme.
Una película magistralmente perturbadora, un retrato de la poética del terror. Su carrera como cineasta tuvo un parón hasta 1940, dirigiendo a partir de entonces algunos documentales y cortometrajes, hasta retomar la realización de largometrajes, que se reanuda con "Dies Irae (1943)", en torno a un triángulo amoroso, con la superstición y la crueldad cristiana de fondo, ambientada en 1623. El film constituye todo un ejemplo de austeridad visual y cuenta con unas composiciones bellísimas inspiradas en la pintura de la época. Su siguiente película, "Ordet (1955)" conocida entre nosotros como "La Palabra", es un drama ambientado entre campesinos de la inhóspita zona oeste de Jutlandia, donde una joven muere como consecuencia de un parto, pero vuelve a la vida gracias a un acto de fe. Sobriedad de decorados, bellas composiciones, el uso de planos secuencia de hasta ocho minutos caracterizan una de las grandes obras maestras de todos los tiempos, ganadora del León de Oro en La Mostra de Venecia de 1955. Su última película fue "Gertrud (1964)", dirigida con 75 años, Dreyer compone un fresco que casi no contiene primeros planos, pero sí leves travellings o movimientos de cámara sobre railes, y nuevamente, secuencias largas. En 11 minutos la película tiene sólo 88 tomas, muy pocos decorados y una única secuencia exterior. Constituye, no sólo el testamento fílmico sino también el ultimo gran retrato femenino de su director, una mujer libre, intelectual, de gran fuerza que rechaza a los hombres de su vida, prefiriendo vivir de acuerdo con sus normas personales. Dreyer intentó infructuosamente conseguir financiación en EEUU para llevar a cabo la filmación de su guión (reescrito en 1950, durante su estancia en Independence, Missouri, EEUU.), sobre la vida de Jesucristo, titulado Jesús de Nazaret, permaneciendo como uno de los proyectos malditos o no realizados del siglo XX. Ese guión está editado en castellano por Ediciones Sígueme.
Centrándonos en La Pasión de Juana de Arco, como apuntábamos más arriba, el realizador danés Carl Theodore Dreyer, después del enorme éxito cosechado en su país con el largometraje "El amo de Casa", recibe el encargo de la Societé General Des films para proponer un tema concreto que cristalizase en una película artística con la que irrumpir en el mercado francés e internacional. El cineasta propuso tres retratos de otras tantas mujeres en la historia de Francia: María Antonieta, Catalina de Médicis y Juana de Arco, la joven doncella de Orleans, una campesina que por mandato divino llevó a Francia a la victoria contra los ingleses y fue procesada y quemada por brujería en la hoguera en 1431. En aquellos años su proceso había servido de inspiración para una obra teatral reciente de mucho éxito internacional, escrita de George Bernard Shaw (que sería llevada al cine por Otto Preminger en 1957). La joven mártir había sido canonizada por el Papa en 1920 y una película de 1917 dirigida por Cecil B. de Mille, titulada "Joan the Woman", había consagrado a su realizador para la causa de las superproducciones con enorme despliegue de medios, y provistas de múltiples connotaciones religiosas. Dreyer decidió eludir el aliento épico concomitante de la historia. Se concentra en el controvertido proceso realizado contra la joven en el Castillo de Ruán, en manos de Warwick, su Gobernador, que presiona al Tribunal Eclesiástico, compuesto fundamentalmente de anglófilos, presidido por el Obispo Cauchon, que ha de juzgarla, mientras el rey Carlos VII la ha abandonado a su suerte. Los 29 interrogatorios a los que Juana fue sometida la joven, se reconducen a uno solo, respetando la unidad de tiempo y lugar, practicado el ultimo día de la vida de la joven, el 30 de mayo de 1431. El realizador opta por un decorado sencillo: el Palacio de Justicia de Ruán, un puente levadizo, un potro de tortura, un patíbulo, siguiendo de manera implacable la simplicidad máxima que se había propuesto. La puesta en escena, completamente austera, descansa en el uso casi obsesivo del primer plano, de modo que casi nos perdemos en el tiempo y el espacio donde transcurre la acción. La película ha sido descrita como una “continua serie de primeros planos” o una “sinfonía de caras”. Dreyer, en palabras del historiador Ib Monty “…eleva el drama por encima del tiempo y del espacio”.El historiador canadiense John Kobal, en su libro Las cien mejores películas, apunta sobre las elecciones artísticas del film:
“La película requería
un director de una integridad fanática para resolver el original problema que él
mismo había establecido, crear una profunda experiencia espiritual a partir de
la persecución demoníaca de Juana por parte de sus jueces eclesiásticos,
cuestionándola, tratando de engañarla, deformando sus motivos con palabras,
todo ello en un ambiente sin sonido”.
Los actores, en clara sinergia con las intenciones del realizador, comparecen ante la cámara desprovistos de maquillaje. A la protagonista, la actriz francesa Renée Falconetti (actriz de La Comedia Francesa, el Teatro Nacional de Francia, subvencionado por el Estado y fundado en 1680), Dreyer le pidió que se rapase el pelo y que se colocase cadenas reales que le literalmente le herían la carne. Los actores, en definitiva, se convierten en el instrumento definitivo, en aras de enfatizar el drama, con los primerísimos planos. El resultado es definido por el guionista, realizador y crítico de cine, Paul Schrader en su libro “El estilo transcendental en el cine: Ozu, Bresson, Dreyer”, como “el progreso espiritual del alma de Juana”. André Bazin, el mentor de los cineastas de la Nouvelle vage, y fundador de la prestigiosa revista Cahiers du cinema, definió este largometraje como un film “atravesado por el ultrasonido del alma”. El propio Dreyer, reflexionaría sobre su trabajo en este film en el siguiente sentido:
"La Pasión de Juana de Arco" no cosechó demasiado éxito de público, pero fue adorada, no solo por los vanguardistas como Jean Cocteau, sino que ha seguido impresionando a posteriores generaciones de cineastas y cinéfilos. El cine de Dreyer, en definitiva contienen sufrimiento, maldad, aflicción y muerte en grandes dosis, pero el cineasta trata de captar también el triunfo del espíritu humano. Se definía a sí mismo como un humanista liberal y su preocupación como artista era el ser humano como individuo, tratando de preservar la objetividad en su quimera. En Dinamarca se le tuvo siempre como una persona solitaria. En su época no había nadie comparable a él en su entorno. Cuentan los que le conocían, que le encantaba una buena conversación sobre cine, desprovista de adulación personal, franca, sincera y directa. Su influencia en otros cineastas, es más ejemplar, que inmediata o directa, pues nunca fue artífice de corriente alguna, destinada a marcar tendencia. La influencia de Dreyer es más puntual y concreta. El historiador Scott Eyman escribe en su libro biográfico sobre John Ford “Print the legend, la vida y época de John Ford”, en su página 124 lo siguiente:
“Ford nunca fue un
gran aficionado a ir al cine, pero iba si estaba convencido de que la película
tenía el suficiente interés. Por aquella época Brian Desmond Hurst le arrastró
a ver La pasión de Juana de Arco, de Dreyer, en un cine de Vine Street. Al
parecer, Ford no se mostró nada impresionado, pero al día siguiente Desmond
Hurst vio que Ford volvía al cine a echar otro vistazo”.
El también
historiador Joseph McBride en su libro sobre el cineasta irlandés “Tras la pista de John Ford” en su página
685, apunta la influencia de Dreyer en la película "El Hombre que mató a Liberty Valance (1962)". Dice McBride:
“A nivel visual,
tiene más en común con los dramas intimistas de Carl Theodor Dreyer que con
Centauros del desierto y otros Westerns de Ford, en los que el entorno físico
es una presencia tan importante como la de los personajes. Ford hace prácticamente
una abstracción del telón de fondo de la película para realzar la importancia
de los diálogos, el lenguaje emocional de rostros y cuerpos, así como el uso
simbólico de gestos y objetos”.
Probablemente uno de los homenajes más hermosos que se le han rendido nunca al cineasta danés, vino por parte del francés Jean-Luc Godard, en la película "Vivir su vida (1962)". Contiene una secuencia donde el personaje que interpreta Anna Karina está viendo La Pasión de Juana de Arco en una sala de cine de París. La hermosura de la escena, reside en alcanzar el objetivo de Dreyer en toda su obra “tocar el corazón de cada espectador como ser individual”. "La Pasión de Juana de Arco" ha sufrido con el devenir de los años un martirio similar al de la joven doncella de Orleans. Antes de su estreno francés, al no poder impedir la Prémiere, el Arzobispo de París exigió una censura de la obra. Se practicaron cortes importantes, en lo que sin duda fue un desafortunado remontaje, practicado a espaldas del artista. El 6 de diciembre de 1928, en un fuego que consumió los laboratorios de los estudios UFA de Berlín, se destruyó el negativo original concebido por su realizador. Dreyer reconstruye con su montadora la película, usando tomas alternativas descartadas. Un segundo incendio, esta vez en los laboratorios Boulogne-Billancourt en 1929, destruyó con esa copia. Entre los años 30 y los 40, proliferan copias corruptas de la película, que poco a poco los historiadores de cine fueron desautorizando por no recoger el espíritu del artista creador, además de sufrir la propia desautorización de éste, quien durante años se esforzó por elevar su voz dejando claro que dichas copias no constituían su película. En 1981, Mientras se hacía una limpieza en unos armarios en Kikemarkby Kehus, un instituto mental cerca de Oslo, Noruega, un trabajador encontró varias latas de película, que se enviaron al Instituto Noruego, donde estuvieron 3 años sin que nadie ni siquiera las abriese. Cuando finalmente se procedió a abrir las latas, se toparon con una copia de la película íntegra y un documento solicitando la aprobación del censor, fechada en 1928. En otras palabras hallaron una copia certificada de la versión inicial y original del realizador. Gracias al hallazgo casual y anecdótico en el referido manicomio, "La Pasión de Juana de Arco" ha podido ser mostrada a generaciones posteriores y vamos a poder visualizarla hoy aquí en todo su esplendor, después de haber sido denunciada, censurada, quemada y mutilada, y podremos verla tal y como fue concebida.
Título original: La passion de Jeanne d'Arc
Director: Carl Theodor Dreyer.
Intérpretes: Renée Jeanne Falconetti, Eugene Silvain, Maurice Schutz, Michel Simon, Antonin Artaud.
Trailer:
Reseña escrita por Manuel García de Mesa
Información complementaria:
Carl Theodor Dreyer
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