Fue la primera película en color de Jean Renoir y fue rodada
íntegramente en la India. La idea surgió a raíz de una reseña publicada en la
prensa sobre la novela de Rumer Godden, a pesar de la oposición de los estudios
ya que, en dicha novela, no se hacía mención de cacerías, ni de elefantes, ni
de tigres. El tópico de aquella época en el cine. La historia nos traslada a la vida de una joven británica (Patricia
Walters) que reside en la India junto a sus padres, sus cuatro hermanas y su
aventurado hermano pequeño. Su vida se verá agitada por la llegada del capitán John (Arthur
Shields), un militar mutilado de guerra que viene a pasar una temporada en casa
de un amigo de la familia durante su período de convalecencia. Con su llegada, la joven descubrirá sus sentimientos más románticos al
sentirse muy atraída hacia él. Jean Renoir (1894-1979) era hijo de Pierre-Auguste Renoir, el célebre
pintor impresionista. En su juventud se alistó en el ejército y participó en la
I Guerra Mundial, donde sufrió una herida en la pierna (curiosamente, lo que le
ocurre al capitán John en "El Río"). Debutó como director en 1924 con "La hija del agua", una obra con un
claro tinte impresionista (su cine siempre estuvo claramente influenciado por
su padre) que, a su pesar, no impresionó mucho a la crítica de la época. Sin
embargo, no se amedrentó por esto y, para mayor gloria del séptimo arte,
continuó dirigiendo. Con lo cual, pasado el tiempo, nos brindó algunas
maravillosas obras maestras como: "Los bajos fondos (1936)", "La gran ilusión
(1937)", "La marsellesa (1938)", "La bestia humana (1938)", "La regla del juego
(1939)" o "Esta tierra es mía (1943)".
Todo el transcurso de El Río es como un cuento en el que todo está armonizado, como el fluir de un río que baja pausado a través de campos y valles, dotando de paz a ese entorno en el que se integra. Y lo vemos reflejado en el personaje del niño (interpretado por Claude Renoir, sobrino del director). Un niño cuyo comportamiento fluye como ese río, armonizado, sin prejuicios, inocente a la vez que travieso, despreocupado de los problemas de los mayores e interesado en las cosas de su entorno. De ese entorno cargado de sentimientos, valores, aventuras e, incluso, nostalgia. El movimiento de cámara ayuda (más bien el no movimiento, ya que se hizo uso de cámara estática) a crear esa atmósfera de calma, de paz, de tranquilidad. Nada más comenzar, la película nos da una ligera pista de lo que vamos encontrar, con ese simbólico círculo que nos indica como vamos a sumergirnos en un relato que encarna el simple transcurso de la vida, como si de un río se tratase.
Con su nacimiento, su fluir, su desembocadura y vuelta a empezar. Es un canto poético al devenir humano, al descubrimiento del amor, al descubrimiento del dolor o a la pérdida de la inocencia para entrar en la edad adulta. Es un canto a los niños, entre los que no existen prejuicios, sólo personas, compañeros. En definitiva, El Río es una película tremendamente humana que debería poder ver cualquiera y, a ser posible, acompañados de los niños de la familia. Es un filme para descubrir un país que fascina a su director por la riqueza de sus tradiciones y de sus costumbres ancestrales. A pesar de que el neorrealismo había convulsionado la estética del cine y también la de Renoir, como se pudo ver en La marsellesa, no es, sin embargo, una película neorrealista, aunque sí un filme que atiende en primer lugar el decorado real en que habitan los personajes. Podría decirse que El río es un documental ataviado con tres historias de amor. Cuando Renoir decidió rodar en la India ya sabía que la fuerte impresión de aquel país debía plasmarse en imágenes que respondieran a la realidad antes que al tópico. Los productores pretendían una obra con cacerías de elefantes y tigres porque entendían que la India sin eso, no era la India. Por supuesto, Renoir se negó no sólo a ese tópico, sino también a mostrar el de la miseria y el hambre.
Por tanto, se puede considerar que El Río es una película del Neorrealismo trascendido, ya que Jean trasciende lo evidente para dejarse seducir por toda esa forma de vida de la India y contrastándola con las costumbres occidentales. La película debe poco a sus intérpretes, aunque todos responden muy bien a las exigencias de sus personajes. Viendo el transcurso de esta reseña, podemos adivinar que hubo múltiples anécdotas que rodearon el rodaje de la misma. Por ejemplo, que se dice que durante el rodaje, Renoir conoció a Satyayit Ray, incluso, se rumorea que este colaboró como asistente de Renoir. Se sabe también, que Jean Renoir puso cuatro condiciones para llevar a cabo el rodaje: que le financiaran un viaje a la India (quería conocer el terreno), escribir el guión junto a la novelista, tener el derecho "irrenunciable" al final cut y, ¿no lo adivinan?, nada de cacerías de elefantes o tigres. Otra anécdota destacable es que el productor era un florista de Beverly Hills y, después de El río, jamás volvió a producir. Para el papel masculino pensó en contratar a Marlon Brando, pero superó pronto esa tentación y eligió en su lugar a Tom Breen, modesto actor que había perdido, efectivamente, una pierna en la reciente guerra, ya que Brando hubiera condicionado demasiado esa narrativa dulce y sencilla con la que Renoir nos dio una lección de cine.
Todo el transcurso de El Río es como un cuento en el que todo está armonizado, como el fluir de un río que baja pausado a través de campos y valles, dotando de paz a ese entorno en el que se integra. Y lo vemos reflejado en el personaje del niño (interpretado por Claude Renoir, sobrino del director). Un niño cuyo comportamiento fluye como ese río, armonizado, sin prejuicios, inocente a la vez que travieso, despreocupado de los problemas de los mayores e interesado en las cosas de su entorno. De ese entorno cargado de sentimientos, valores, aventuras e, incluso, nostalgia. El movimiento de cámara ayuda (más bien el no movimiento, ya que se hizo uso de cámara estática) a crear esa atmósfera de calma, de paz, de tranquilidad. Nada más comenzar, la película nos da una ligera pista de lo que vamos encontrar, con ese simbólico círculo que nos indica como vamos a sumergirnos en un relato que encarna el simple transcurso de la vida, como si de un río se tratase.
Con su nacimiento, su fluir, su desembocadura y vuelta a empezar. Es un canto poético al devenir humano, al descubrimiento del amor, al descubrimiento del dolor o a la pérdida de la inocencia para entrar en la edad adulta. Es un canto a los niños, entre los que no existen prejuicios, sólo personas, compañeros. En definitiva, El Río es una película tremendamente humana que debería poder ver cualquiera y, a ser posible, acompañados de los niños de la familia. Es un filme para descubrir un país que fascina a su director por la riqueza de sus tradiciones y de sus costumbres ancestrales. A pesar de que el neorrealismo había convulsionado la estética del cine y también la de Renoir, como se pudo ver en La marsellesa, no es, sin embargo, una película neorrealista, aunque sí un filme que atiende en primer lugar el decorado real en que habitan los personajes. Podría decirse que El río es un documental ataviado con tres historias de amor. Cuando Renoir decidió rodar en la India ya sabía que la fuerte impresión de aquel país debía plasmarse en imágenes que respondieran a la realidad antes que al tópico. Los productores pretendían una obra con cacerías de elefantes y tigres porque entendían que la India sin eso, no era la India. Por supuesto, Renoir se negó no sólo a ese tópico, sino también a mostrar el de la miseria y el hambre.
Por tanto, se puede considerar que El Río es una película del Neorrealismo trascendido, ya que Jean trasciende lo evidente para dejarse seducir por toda esa forma de vida de la India y contrastándola con las costumbres occidentales. La película debe poco a sus intérpretes, aunque todos responden muy bien a las exigencias de sus personajes. Viendo el transcurso de esta reseña, podemos adivinar que hubo múltiples anécdotas que rodearon el rodaje de la misma. Por ejemplo, que se dice que durante el rodaje, Renoir conoció a Satyayit Ray, incluso, se rumorea que este colaboró como asistente de Renoir. Se sabe también, que Jean Renoir puso cuatro condiciones para llevar a cabo el rodaje: que le financiaran un viaje a la India (quería conocer el terreno), escribir el guión junto a la novelista, tener el derecho "irrenunciable" al final cut y, ¿no lo adivinan?, nada de cacerías de elefantes o tigres. Otra anécdota destacable es que el productor era un florista de Beverly Hills y, después de El río, jamás volvió a producir. Para el papel masculino pensó en contratar a Marlon Brando, pero superó pronto esa tentación y eligió en su lugar a Tom Breen, modesto actor que había perdido, efectivamente, una pierna en la reciente guerra, ya que Brando hubiera condicionado demasiado esa narrativa dulce y sencilla con la que Renoir nos dio una lección de cine.
Premios:
-
Venecia (1951): Premio
internacional.
-
Círculo de críticos de Nueva York
(1951): Nominada a la mejor película.
-
Premios BAFTA (1952): Nominada a
la mejor película.
Frase para recordar: "Brindo por los niños.
Deberíamos celebrar que un niño muera como niño, que un niño haya escapado. Los
encerramos en nuestras escuelas, les inculcamos nuestros estúpidos tabúes, los
enredamos en nuestras guerras, y no lo pueden resistir. No tienen armaduras,
así que los matamos. Masacramos a los inocentes, y el mundo es de los niños, el
mundo real. Trepan a los árboles y se revuelcan en la hierba. Son parecidos a
las hormigas y libres como pájaros. Son como los animales, no se avergüenzan.
Saben lo que es importante: que ha nacido un ratón o que una hoja cae en el
estanque. Si el mundo estuviera hecho de niños...".
Título original: The river.
Director: Jean Renoir.
Intérpretes: Patricia Walters, Adrienne Corri, Nora Swinburne, Esmond Knight, Arthur Shields,Thomas E. Breen.
Intérpretes: Patricia Walters, Adrienne Corri, Nora Swinburne, Esmond Knight, Arthur Shields,Thomas E. Breen.
Escena:
Información complementaria:
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