El tercer escalón
cinematográfico en la trayectoria de Elia Kazan, actor, director de teatro, de
cine y novelista, es este clásico, producido por la Twentieth Century Fox,
estrenado entre nosotros con el poco apropiado título de "El Justiciero".
La trayectoria personal y profesional de Elia Kazan, que nos proporciona sin
duda de una mirada muy particular dentro del engranaje del cine americano,
estuvo profundamente marcada, hasta su muerte el 28 de septiembre de 2003, por
su posición ante la Caja de Brujas, la expresión más paranoica de esa
compulsiva persecución al comunismo emprendida en EEUU a partir de 1947. El título español de esta película, poco
preciso y muy equívoco, da a entender que el protagonista de la cinta pueda ser
una especie de “vigilante”, alguien que se toma la justicia por su mano. El
guión está inspirado en el artículo periodístico The Perfect Case,
escrito por el periodista Anthony Abbot, para el magazine, Reader´st
Digest, publicado en diciembre de 1945. El protagonista de esta historia,
es el Fiscal Henry Harvey (interpretado de manera un tanto pétrea, como es de
costumbre, por Dana Andrews), un Acusador Público de la ciudad de Stamford, en
el estado de Connecticut, poco convencido de la autoría de John Waldron (Arthur
Kennedy), un joven excombatiente, arrestado tardíamente, en medio de cierta
paranoia por detener a todo aquél que encaje en unos patrones demasiado
comunes, sospechoso en el terrible asesinato del padre George A. Lambert, un
reputado sacerdote local.
La muerte violenta del religioso, conmociona a la
comunidad, que exige la detención y procesamiento de un culpable, mientras los
políticos locales, miembros de un Gobierno excesivamente reformista, que
esconden una trama de corrupción urbanística, realizan sus jugadas para obtener
el mayor rédito posible con la condena del sospechoso, o para colocar en
entredicho, la labor del Fiscal. El específico e implacable peso de la prensa,
enseguida se hace notar con implacables diatribas contra la policía, la
fiscalía y por ende contra la Alcaldía de la ciudad. Nacido el 7 de
septiembre de 1909 en Estambul, de familia de ascendencia griega, Elias
Kazanyoglou pronto emigraría con su familia, vía Berlin, a Estados Unidos, en
1913, instalándose en el West Side de Manhattan, zona poblada
principalmente por inmigrantes, donde la comunidad de ascendencia griega tenía
un peso específico. Rápidamente toma contacto con el teatro, medio al que
estaría vinculado toda su vida, uniéndose al Group Theatre, creado como
alternativa al teatro más convencional estandarizado en Broadway. Durante los años 30, se sintió atraído por la
ideología del Partido Comunista, convirtiéndose en militante activo del mismo
en el verano de 1934, época en la que dirigió algunos montajes teatrales de
carácter marcadamente propagandístico.
La discrepancia con los líderes del
partido y el “pacto de no agresión” suscrito entre Stalin y Hitler en agosto de
1939, terminaron por alejarle definitivamente de la militancia política de
izquierdas. Realiza sus primeros coqueteos con el cine participando activamente
en la realización de cortometrajes, documentales, así como con algún puntual
papel secundario como actor. Es el cierre
definitivo del Group Theatre en 1941, lo que precipita su debut en la
dirección de obras teatrales en Broadway, donde consigue un éxito
fulminante, que, a su vez, le sirve como plataforma para un cómodo salto al
cine, donde debuta como realizador en 1945, al suscribir un muy ventajoso
contrato con la Twentieth Century Fox, que le permite alternar un
compromiso inicial de cinco películas para dicho estudio, con los montajes
teatrales que tanto le siguen interesando, así como con la dirección de
películas para otros estudios. Al cine, Kazan acude con una filosofía
marcadamente liberal, con un interés por la temática social y con un
tratamiento marcadamente realista de la narración, patrones éstos que
cultivaría con mayor y menor fortuna, en sus andanzas en la séptima de las
artes.
En los instantes álgidos de su cine, se preocupa en filmar el estallido
del conflicto psicológico de sus personajes, proporcionando grandes momentos
interpretativos a sus actores. Tuvo la fortuna de dirigir nada menos que a
mitos del calibre de Marlon Brando, James Dean, Montgomery Clift, Katherine
Hepburn, Spencer Tracy, Warren Beatty o Natalie Wood, entre otros. Para
abordar su tercera película, después de dos largometrajes filmados íntegramente
en plató, el realizador puede dar rienda suelta a su interés de rodar en la
calle, en localizaciones exteriores, debido a esa predilección del cine en
general de la posguerra, liderado por el neorrealismo italiano, de
filmar de un modo casi documental, en escenarios naturales, con uso de algunos
actores no profesionales, potenciada por el desencanto de un mundo que todavía
sufre las secuelas de una guerra brutal. "El Justiciero", por otra parte,
es una película que emplea muchos de los recursos que se hicieron famosos
durante el cine americano de esos años. Un estilo seco, directo, una voz en
off, con estilo radiofónico, situándonos en una historia real (que podría
ocurrir en cualquier parte del país), insertando planos de portadas y titulares
de periódicos, en momentos puntuales de la narración, etc.
Este
ilustre realizador, fue tristemente célebre, como decíamos al principio, por
delatar a compañeros suyos de profesión ante el nefasto Comité de
Actividades Antiamericanas del Congreso de los EEUU (House Comité of
Un-American Activities, HCUAC), liderado por ese personaje entre
caricaturesco y patético, el Senador Douglas McCarthy. El Comité había
comenzado en 1947 una investigación sobre la infiltración Comunista en Hollywood.
La decisión de los estudios de no dar trabajo a ningún miembro del Partido
Comunista o afín a esa ideología y una Sentencia del Tribunal Supremo que
avalaba la investigación del Comité, convirtieron en infernal la purga
emprendida por esta “Caza de Brujas”, que supuso para muchos actores,
guionistas y realizadores el calvario del ostracismo profesional para los más
afortunados, y el suicidio o muerte por infarto, para los menos. El historiador
de cine Román Gubern, escribió hace unos años un libro emblemático sobre el
tema, y existen excelentes películas que abordan, desde diversas y
enriquecedoras perspectivas, este oscuro episodio de la historia americana
reciente. Destacan por derecho propio "La Tapadera (1976)", de Martín Ritt, protagonizada por Woody Allen, "Caza de Brujas (1991)", de Irwin Winkler, protagonizada por Robert De
Niro, y "Buenas noches, buena suerte (2005)", de George Clooney, protagonizada por David Strathairn. Kazan
compareció ante el Comité por primera vez el 14 de enero de 1952 y se negó a
dar nombres.
El 10 de abril de ese año, se lo pensó mejor y compareció
voluntariamente a la sede del comité, nombrando a antiguos compañeros del Group
Theatre, algunos fallecidos, aportando, entre otros, los novedosos nombres
de dos amigos suyos, Clifford Odets y Paula Strasberg, dejando claro que él
mismo había dirigido películas que carecían de carácter subversivo y expresando
un “odio permanente hacia la filosofía y los métodos comunistas”. A los dos
días de esa comparecencia, publicó una declaración en el periódico New York
Times, donde defendía de un modo claro y tajante la postura vertida ante el
Comité y llamaba a combatir “el secretismo de los comunistas, a favor de la
causa liberal”. Ese año de 1952 acepta el encargo de dirección de la película "Fugitivos
del Terror Rojo (1953)", su última película
para el magnate Daryl F. Zanuck, una película claramente de propaganda
anticomunista. Posteriormente dirigió la mencionada "La Ley del silencio",
estrenada con mucho éxito en 1954, película que le reportó el Oscar al mejor
director, y donde puede rastrearse un intento de justificar su delación ante el
Comité, tema que plantearía en algunas otras películas posteriores, como "Un
Rostro en la Multitud (1957)", o en "Los
Visitantes (1972)", y en su autobiografía, donde dejaba
claro haberse arrepentido de sus declaraciones ante el Comité.
El
21 de marzo de 1999 la Academia de Hollywood, decide entregarle el
premio honorífico a toda su carrera, y lo recibe de la mano del director Martín
Scorsese y del actor Robert de Niro, protagonista de su despedida del cine, que
adaptaba la novela inacabada de Francis Scott Fitzgerald, "El Último Magnate
(1976)". Kazan recibe el premio en medio de una gran
polémica y ante manifestaciones fuera del recinto, contrarias a la entrega del
premio. El guionista Bernad Gordon, uno
de tantos que sufrió las consecuencias de estar incluido en las listas negras
de McCarthy, comentó a la prensa días antes de la ceremonia, que el testimonio
de Kazan en 1952 había sido más dañino que el de otros en una línea similar,
porque era un realizador de éxito, lo que le colocaba en una posición idónea
para haber roto la Lista negra y haber hecho descarrilar al HUAC. A
juicio de Gordon, Kazan era más culpable que otros, pues acudió voluntariamente
a denunciar, actuación que no necesitaba para proteger su carrera, que se
hallaba en la cumbre.
"El Justiciero", este exponente relevante en la
maravillosa filmografía del realizador de origen griego, invita a al reflexión
respecto a la labor del Ministerio Fiscal (Prosecutor, District
Attorney, Country Solicitor, denominaciones más comunes utilizadas
para la acusación pública en EEUU), en el proceso penal. Su labor, no es
formular acusación, simple y llanamente. Su posición es la de garante de la
legalidad. Ello implica que si en algún momento el Fiscal considera que los
indicios, las pruebas, no son suficientes, debe interesar de modo inexcusable
la absolución de la persona investigada, o retirar la acusación, si ya la ha
formulado. La impecable película de Kazan resulta tremendamente emblemática y
de visionado enriquecedor para todos los operadores del derecho. Es cierto que
en Estados Unidos, los Fiscales de Distrito son cargos electos y, por tanto, la
presión para que acusen y formulen cargos en nombre de la sociedad a la que
sirven (cuyos derechos deben inexcusablemente ser contemplados) y de sus
electores, es enorme.
Si no consiguen un cupo de condenas, o son demasiado
blandos, no tienen muchas opciones para resultar reelegidos. Si
bien el realizador no se mostró demasiado satisfecho con el acabado de esta
película, al fin y al cabo una producción un tanto impersonal, sujeta a las
rígidas reglas del estudio, con sus personajes bastante edulcorados y
excesivamente maniqueos, este estupendo film, le sirvió como
entrenamiento-borrador para el abordaje posterior de obras mayores y más prestigiosas.
Sus propias palabras en el libro “Mis películas, conversaciones con Jeff
Young”, son bastante elocuentes al respecto, y las citamos textualmente “Considero
que en El Justiciero está la base de Pánico en las Calles y, en ésa, el germen
de La Ley del Silencio. Si ves las tres películas juntas, ves la evolución. Ni
en Pánico ni en la Ley hay platós”.
Dos obras mayores, sin duda, "Pánico en Las Calles (1950)", ambientada y rodada en Nueva Orleáns y "La Ley
del silencio (1954)", ambientada y filmada en
los muelles de Nueva York.
Secuencias como el interrogatorio de
Waldron en sede policial, donde el detenido, pese a haber solicitado asistencia
letrada, es acosado incansablemente durante horas, hasta que firma la
declaración en los términos redactados por los agentes, con el único propósito
de poder dormir, o ese intento de secuestrar y linchar al detenido, por fuera
del juzgado, aprovechando el traslado a comisaría, por parte de miembros
“respetables” de la comunidad, amigos del Sacerdote fallecido, que termina con
un contrapicado en plano general, acreditan el dominio del realizador del medio
cinematográfico y justifican el visionado de esta maravillosa película, donde
brillan por específicos méritos, las interpretaciones de actores sensacionales
como Karl Malden, Lee J. Cobb, Sam Levene, o Ed Bigley, entre otros.
Frases para recordar:
Fiscal Harvey (Dana Andrews) en su exposición del caso en la Audiencia
Preliminar:
"No es necesario decir que es igual de importante para el Fiscal
usar los grandes poderes de su cargo para proteger a los inocentes que para
condenar a los culpables...".
El periodista Dave Woods
(Sam Levene) al fiscal Harvey (Dana Andrews):
"Siempre es lo mismo: si
buscas minuciosamente, encuentras a alquien robando en las arcas públicas".
"El primer deber de un abogado que ejerce
el oficio de Acusador Público no es condenar, sino ver que se ha hecho Justicia". (El código ético de los
Abogados).
Título original: Boomerang.
Director: Elia Kazan.
Intérpretes: Dana Andrews, Jane Wyatt, Lee J. Cobb, Ed Begley, Karl Malden, Sam Levene.
Información complementaria:
Reseña escrita por Manuel García de Mesa
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