Cada vez que nos encontramos ante una películas de este personalísimo equipo de producción-guión-dirección, que formaban el inglés Michael Powell y el húngaro Emeric Pressburguer, rebautizados como "The Archers". nos hallamos, como mínimo, ante un producto de mucha personalidad. Se trata de obras que ponen en entredicho los convencionalismos narrativo-temporales habituales en el cine de entonces, donde la puesta en escena era elegante, suave, que dota de especial importancia al atrezzo, al inmobiliario, al diseño de producción en general (excepcional en esta película), que juega un papel irremplazable en la armonía del encuadre y cuya riqueza y complejidad están inequívocamente vinculados a lo que se nos cuenta. Todo ello, unido al maravilloso empleo del color, el tono marcadamente evocador de las imágenes que componen sus obras, la profundidad de los personajes que las pueblan, entre complejos y contradictorios, dota a las películas de este formidable dúo, de una asombrosa modernidad y convierte el visionado de las mismas en una experiencia muy especial. Siempre se ha dicho que estos dos cineastas, fueron víctimas de la política de autores, ensalsada desde las influyentes páginas de Cahiers du cinema, la famosa revista francesa, de referencia en la séptima de las artes, creada en los años cincuenta por quienes serían cineastas de la nouvelle vague.
Desde sus páginas, se ensalzaron las virtudes de directores como Hitchcock o Hawks, pero se sepultaron y desdeñaron las de realizadores de la valía de Powell y Pressburguer (éste último, inexplicablemente, siempre quedaba relegado a un segundo plano), simplemente, porque, según ellos, carecían de rasgos de autoría. En Inglaterra, el Primer Ministro Wiston Churchill, trató de impedir la realización de esta maravillosa película y, como no pudo, de bloquear su posterior distribución y exportación, horrorizado ente la caricaturización del personaje central, y lo que él consideraba ausencia de respeto de su enorme tradición británica, y por colocar, en plena Segunda Guerra Mundial, a Theo, el amigo alemán del protagonista, como más centrado y más con los pies en la tierra, que el protagonista. La productora, Rank Organisation, creada en 1937, se mantuvo lo más firme que pudo, y la película sufrió numerosas amputaciones, restaurándose en los años 80 y recuperándose su versión integra, de 1965 minutos, que responde a la estructura y duración originales.En el descubrimiento y rescate del (injusto) olvido de ambos cineastas, ha tenido mucho que ver la pasión que han despertado sus películas en realizadores tan influyentes como Francis Ford Coppola, quien llamó a Michael Powell para que le asesorase en la realización de "Corazonada (1982)", y ha reconocido abiertamente la influencia de "Los cuentos de Hoffman (1951)", en "Treto (2009)", o Martin Scorsese, quien también ha esgrimido la enorme inspiración de la elipsis del duelo de Berlín en la película que comentamos, a la hora de planear lo poco que mostró en los combates de "Toro salvaje (1980)".
En 2011, con el patrocinio de Scorsese y su montadora Thelma Schoonmaker-Powell (esposa, casualmente, o no, de Michael Powell), se estrenó, primero en Nueva York y luego en Londres, una impecable versión que recupera todo el esplendor de esta singular obra maestra. La figura de Emeric Pressburguer, se ha visto igualmente enfatizada gracias al empeño de su nieto, el escocés Kevin McDonald, hoy reputado realizador de largometrajes y documentales, en rememorarla, a través del documento libro "Emeric Pressburguer, The life and death of a screenwriter, 1994". McDonald sostiene que este "Coronel Blimp" es la mejor de las películas filmadas por ambos realizadores. Para esta, la segunda película dirigida conjuntamente, la primera había sido "One of our aircraft is missing (1942)", Powell y Pressburguer parten del "Cartoon británico", de enorme popularidad en su momento (así se hace constar en los créditos iniciales donde se dice "con su reconocimiento a David Low, creador del inmortal Coronel").
El nombre del personaje de Low, típicamente británico, Blimp, sirvió pronto como expresión para etiquetar a aquellos oficiales veteranos, enclavados en una caducas reflas del honor, que conocieron tiempos mejores, y cuyos rígidos métodos carecen reglas del honor, que conocieron tiempos mejores, y cuyos rígidos métodos carecen de encaje en las guerras modernas. El término cobró especial relevancia tras la humillante caída de Singapur en 1942, donde el Gobierno y Parlamento británicos, culparon a estos oficiales veteranos de haber subestimado al enemigo. Esto ocurría un año antes del estreno de la cinta. La idea de "los Arqueros" era rodar su primera película conjunta con Technicolor, formato relativamente novedoso. Powell en solitario, ya se había enfrentado a los desafíos del color en esa obra maestra de la fantasía y lo exótico que es "El ladrón de Bagdad (1940)". Para el desarrollo de la película en el formato mencionado, los realizadores se rodearon de un equipo de primer orden, que incluye a George Perinal como director de fotografía y a técnicos en alza, expertos en el sistema, como Jack Cardiff o George Insworth, quienes despuntarían en la década siguiente como reputados operadores. También llamaron al prestigioso diseñador de producción de origen alemán, Alfred Junge, quien también trabajaría como Director de Arte. Ambicionaban igualmente Powell y Pressburguer, recorrer, nada menos, que cuarenta años en la historia de Inglaterra. No estaban dispuestos a hacerlo de manera convencional, sino a través de un enorme flashback, que incide, no en los hechos que ocurren en sí (sobre los que pasa muy de puntillas), sino en la repercusión de tales hechos en la vida y configuración emocional de los personajes. Dicho flashback fue comparado por el crítico de cine estadounidense Andrew Sarris, con el de "Ciudadano Kane (1941)" de Orson Wells, en lo que respecta al uso del pasado, para rediseñar al personaje central.
El flashback, redefine al protagonista, retomando, al final, la secuencia inicial, pero desde otro punto de vista, con nuevos planos, en un resultado sumamente enriquecedor. El protagonista de la historia es el Coronel Clive Candy (interpretado por Roger Livesey, sustituyendo al inicialmente previsto Laurence Olivier). La acción se inicia en plena Segunda Guerra Mundial, el día destinado a un simulacro bélico en Londres, bajo la contraseña "La guerra empieza a medianoche". Un grupo de soldados, capitaneados por el impulsivo Spud Wilson (James McKechnie), decide comenzar la guerra, en lugar de a las doce de la noche, a las seis de la tarde, asaltar unos baños turcos de la capital, y arrestar a un grupo de oficiales de edad avanzada, imbuidos en el vetusto código del Honor de eras ancestrales, lideradas por Candy, y, de este modo, poner en evidencia sus rígidas y caducas reglas de combate. El enfrentamiento, entre dialéctico y gruñón, se produce. Candy le reprocha al joven su falta de modales y que lo llame viejo y caduco, faltándole el respeto. El joven se defiende sosteniendo que "...el único acuerdo al que me avine fue defender a mi patria por todos los medios a mi alcance, no sólo según las reglas de caballerosidad, sino por los medios que existen desde que Caín mató a Abel". La acción se interrumpe, para trasladarnos a 1902. Candy ya ha ganado la Cruz Victoria, por su intervención en la guerra Anglo-Böer, en Sudáfrica. Joven e impulsivo, decide trasladarse a Berlín, a espaldas de sus superiores, para contrarrestar la negativa rumurología vertida `por los alemanes sobre las posibles malas artes de los británicos en dicho conflicto, en lo que es el escenario prebélico, el que precede a "la gran guerra".
Allí conocerá a Edith Hunter (Deborah Kerr), una joven inglesa que trabaja en la capital alemana. Ese carácter impulsivo le llevará a tener que batirse en duelo con Theo Kretschmar-Schuldorf (formidable Anton Wallbrook), quien será paradójicamente, su gran amigo en años venideros. Destrozado por no haberse dado cuenta de su amor a Edith hasta que Theo le anuncia que ambos están enamorados, Clive regresa a Londres, intenta refugiarse fallidamente en la hermana de la joven. Pasan los años (fantástica la elipsis de trofeos de caza sucediéndose en las dependencia del protagonista, con sonidos de disparos) y llegamos a Flandes en La Primera Guerra Mundial, en los días del armisticio de 1918 donde Clive conocerá a la joven enfermera Bárbara Wynne (de nuevo Deborah Kerr), con la que se casará, por lo mucho que le recuerda a Edith. Una nueva elipsis (esta vez con la excusa del paso de las páginas de un álbum de fotos familiar, que revela un recorte de prensa que narra la muerte de Bárbara...y da paso a páginas vacías de dicho álbum), un reencuentro tras el final de la contienda, con su amigo Theo, ex prisionero de guerra, vencido y derrotado como lo ha sido su país fraccionado como consecuencia del Tratado de Versalles. Un nuevo paso del tiempo, nos coloca en los albores de La Segunda Guerra Mundial, con Theo tratando de residir en Londres, huyendo del nazismo. Edith ha muerto y los hijos de ambos son nazis. La demostración de su relato ante los agentes de inmigración, corroborados por Candy, permite a Theo residir en Londres. Éste, ante la mirada atónita de Angela "Johnny Cannon (de nuevo Deborah Kerr), chofer del Coronel (elegida entre 700 candidatas, sin duda porque le recuerda a su amor de juventud Edith) le dirá con absoluta franqueza a Clive lo anticuado de su concepción de las reglas de la guerra. "Habéis sido educados para ser caballeros y hombres honrados en la paz y en la guerra, pero Clive...querido y viejo Clive, ésta no es una guerra de caballeros. Esta vez lucháis por vuestra propia vida, contra la idea más diabólica que haya concedido jamás la mente humana: el nazismo. Y si perdéis... no habrá partido de revancha el año que viene... ni quizás en cien años...". Secuencias admirablemente resueltas, marcan la tónica de preocupación por los personajes, sobre la escenificación de los hechos en sí, en el devenir del generoso metraje.
Destacan escenas tan rotundas como el mencionado duelo de Berlín. Asistimos a su origen y a su protocolaria preparación, con todo lujo de detalles, provisto de reglas milimétricamente absurdas, pero el acto en sí, no se ve. La cámara prefiere salir del recinto donde tiene lugar, y quedarse con la joven Edith, que espera fuera el resultado del mismo. A los realizadores les interesa más destacar que el acto solemne, modo de resolver la manera habitual los conflictos que afectan el honor en la Alemania de principios de siglo, marca el comienzo de la imborrable amistad de los protagonistas; El humillante interrogatorio en las oficinas de inmigración, más de treinta años después, que afronta con absoluta sinceridad y desnudez emocional ante la cámara, revelando el enorme talento de Walbrook, quien "aguante" admirablemente el plano, nos sobrecoge como a los tres funcionarios que le escuchan. Destacables son igualmente, la toma de decisiones arriesgadas desde la labor de dirección, como son la planificación de las distintas elipsis temporales (que trascienden el simple fundido a negro y rótulo, convencionales) maravillosas todas ellas; el modo de redefinir la secuencia inicial, al final de la cinta, con nuevos planos y puntos de vista; o la no menos arriesgada decisión de que las tres mujeres de la vida de Candy estén interpretadas por la misma actriz, Deborah Kerr, en lo que es una clara proyección del amor del personaje de Clive Candy en otras dos mujeres. Son botones de muestra maestría de unos realizadores injustamente maltratados durante muchos años, afortunadamente objeto de admiración en la actualidad y cuya filmografía arroja apasionantes descubrimientos y sorpresas al cinéfilo atento y predispuesto.
Frases para recordar:
"-Los buenos modales son importantes".
"¿Aprendió eso en Sudáfrica, señor Candy? Mis hermanos me dijeron que los buenos modales nos costaron Magersfontein, Stormberg y Colenso. 600.000 hombres asesinados, 20.000 heridos y dos años de guerra. Con algo más de sentido común y malos modales...¡no habría habido guerra!".
Título original: The life and death of Colonel Blimp.
Directores: Michael Powell y Emeric Pressburguer.
Interpretes: Roger Livesey, Anton Walbrook, Deborah Kerr, John Laurie, Roland Culver.
Trailer:
Información complementaria:
4 opiniones :
Una de mis pelis de cabecera... ever, enhorabuena por el post y con el premio al que os presentais. Abrazo.
Roy
Me gusta mucho esta película. La forma que tiene Powell y Pressburguer de narrar es prodigiosa. Se ve con una facilidad pasmosa y entretiene siempre. Tanto como esta me gustan Las zapatillas rojas (para mí la mejor de Powell) y El fotógrafo del pánico, una gran peli de terror. Las elipsis que utiliza son perfectas y necesarias al transcurrir la acción durante un muy largo período de tiempo (la peli necesita también el metraje que tiene). Las comparaciones entre lo alemán y lo británico a la hora de afrontar la vida, y la guerra, son una buena reflexión, pero en este caso, creo yo, hay un algo de tópico (algo que por otro lado y siendo como es la peli no le queda mal en absoluto) en aspectos como el honor. De todos modos haber hay algo de eso y el cambio de un tipo de mentalidad a otra más moderna y eficaz a la hora de enfrentarse a los conflictos armados está bien reflejado (el tono a veces de comedia, o más ligero, no le va nada mal y la hace diferente al tratarse de algo más bien serio y dramático. Creo que eso le quita hierro a algo tan duro como la guerra).
Un saludo. Muy buena entrada. Abrazos a Jesús ;-)
Hace la tira de años que la vi en TVE y guardo un grato recuerdo. Magnífica reseña, magistral y completísima entrada sobre este injustamente olvidado- o relegado en la memoria- clásico. Un saludo y mucha suerte a Jesús con las votaciones.
Ví esta película hará cosa de un par de meses. Y a aparte de no haber encontrado una mala crítica, se ha convertido en mi película favorita con diferencia. Me ha emocionado, me ha conmovido y me ha fascinado técnicamente. Una completa maravilla. Muchísimas gracias por esta elaborada reseña.
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